Nacional - Población

Earl y el dolor tras unas lluvias que borraron comunidades enteras en México

2016-08-09

Se dice que tras la tormenta llega la calma, pero el paso de Earl por el este y centro de...

Nuria Monreal Delgado

Puebla (México), 9 ago (EFE).- Se dice que tras la tormenta llega la calma, pero el paso de Earl por el este y centro de México este fin de semana ha dejado al menos 46 muertos, arduas labores de rescate que todavía continúan y el dolor y la impotencia de miles de familias afectadas.

Son víctimas de un desastre natural que no distinguió edades ni condición, pero en esta lista negra sobresalen los menores de edad.

En su mayoría quedaron sepultados bajo toneladas de tierra dentro de sus viviendas, ubicadas a menudo en asentamientos irregulares en las laderas de las montañas.

Los relatos del temporal son escalofriantes: "El agua nos llegaba más arriba de las rodillas, yo jalaba (tiraba) de mis hijos y el agua nos arrastraba", contó a Efe Cleotilde Bonilla, una de los más de 600 afectados por el paso de Earl, que hasta el momento deja 33 muertos en Puebla y 13 en Veracruz.

"Todo comenzó sobre las 8 de la noche, empezaron a rodar las llantas por la carretera y se escuchaban tremendos golpes, salí a asomarme para ver qué estaba pasando; en eso mi mamá me grita: hija ven corriendo que se cayó la tierra", señaló la mujer.

Un alud de tierra sepultó la vivienda de su madre e hizo temblar todas las de su alrededor, entre estas la suya.

"Luego empezaron los aguaceros bien grandes y salimos corriendo, lo primero que hice fue sacar a mis hijos", explicó hoy, cobijada en uno de los albergues instalados en este municipio.

Los ríos de lodo arrasaron con todo a su paso y esta madre, sin echar la vista atrás, abandonó con sus hijos su casa en busca de refugio.

"Dos casas quedaron enterradas; por acá sí hubo muertos, una familia completa se quedó encerrada y siento mucha tristeza", recordó entre sollozos y lágrimas.

Earl, que llegó a ser huracán pero arribó a esta zona de México degradado a tormenta tropical el viernes en la noche, pegó con fuerza en la Sierra Norte de Puebla y en zonas montañosas de Veracruz, y sus lluvias torrenciales no perdonaron la vida.

"La región más afectada del estado ha sido la Sierra Norte. En el municipio de Huauchinango se presentó la mayor precipitación de agua de la que se tenga registro: 265.5 milímetros acumulados durante 24 horas, que significa casi la totalidad de precipitaciones en todo un mes", informó el Gobierno de Puebla.

Los damnificados declaran haberlo perdido todo aunque celebran conservar lo más valioso, su vida.

Una vidas que, no obstante, alegan quedaron "vacías", pues tras años de trabajo y esfuerzo no tienen ahora un techo que los resguarde, ni la inmensa mayoría de sus pertenencias.

Inocencia Salas también se encuentra en un albergue de Huauchinango con su hijo de 12 años, su hija de 11 y su suegra.

Le tocó ver con su hija como su casa se partía, literalmente, en dos.

"Bajé a mi casa y ya estaba lloviendo, cuando vi que se soltaba y se desprendió; realmente a mí me duele mucho, me duele porque todos estamos pasando por necesidad, ya no tenemos dónde vivir, dónde estar, ahora estamos aquí gracias a Dios, porque aunque sea con ropa nos están ayudando", apuntó.

Una bolsa con papeles y la ropa con la que salieron de casa es lo único que tienen ahora mismo, y tienen miedo: "No estamos seguros de regresar, necesitamos mucha ayuda, apoyo".

La situación de sus vecinos tampoco es mejor, pues toda la zona y las casas aledañas a la suya quedaron devastadas.

"Donde yo vivo, toda la sierra se fue a la casa de mi vecino, ya no se puede hacer casa", dijo esta afectada de Huauchinango.

Hasta el momento las autoridades de este estado tienen contabilizadas 1,600 viviendas damnificadas por el paso de Earl.

Los cerros se desgajaron originando 22 deslaves, un número que todavía no cesa debido a que el terreno continúa blando.

En Veracruz, el recuento oficial arroja otras 6,300 casas dañadas y unos 32,500 damnificados.

Edminda fue testigo de cómo un alud de tierra se desprendía frente a su casa.

"Se derrumbó la tierra delante de mi casa, se cayó un poste encima del techo. Tengo a mi marido enfermo, en cama, no se puede levantar, lo sacamos como pudimos", agregó.

Ahora mira al cielo con la esperanza de que la lluvia, que continúa intermitente, les dé una tregua para poder reponerse de este duro golpe.

"Es muy triste, mi hijo ya no quiere que yo vaya a vivir allá porque la casa se va a ir para abajo", aseguró.

Mientras los afectados lamentan sus pérdidas en los albergues instalados, en las calles enlodadas por la furia de la naturaleza algunas familias caminan en procesión y dan el último adiós a sus seres queridos.

Otros, con arneses improvisados, se resisten a perder esta batalla y continúan la búsqueda entre el fango de desaparecidos.



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