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RÍO 2016, los Juegos a ritmo lento con chispazos de Bossa Nova

2016-08-12

Moverse de un sitio a otro, entrar a una sede, superar el control de seguridad y beber o comer, en...

Olga Martín

Río de Janeiro, 12 ago (EFE).- Río 2016 cumple este sábado su primera semana de vida sin lograr desmarcarse de un ritmo lento que marca su día a día detrás de la competición, entre sus bambalinas, y que desgasta la paciencia de deportistas, aficionados, familia olímpica y medios de prensa.

Por mucha dulzura que Brasil, Río y su Bossa Nova intentan transmitir, siete días en esta inmensa ciudad saturan de tener que esperar para todo en las instalaciones olímpicas.

Moverse de un sitio a otro, entrar a una sede, superar el control de seguridad y beber o comer, en las que puede hacerse esto que no son todas, sigue siendo un suplicio.

A fecha de hoy, la realidad de Río permite encontrar motivos para comprender aquel supuesto mapamundi que Lula da Silva exhibió hace años para denunciar el vacío de Juegos en Sudamérica.

Entonces fue el golpe de efecto ideal para cambiar ese mapa. Lula lo consiguió. Pero el devenir de estos Juegos hasta ahora da motivos hasta para justificar aquel hueco.

Lula, presidente entonces del país y ahora imputado por la justicia, logró que el COI rechazara las candidaturas de Chicago, Tokio y Madrid, por este orden, y que ese objetivo sea hoy real en una ciudad gigante. Una ciudad que si tiene complicada su propia convivencia difícilmente puede convivir con las exigencias de unos Juegos.

Poner éstos en marcha nunca ha sido fácil. Los desajustes iniciales en transporte y entre voluntarios suelen ser una constante, pero el rodaje de los Juegos acaba por ordenar las cosas y que todo funcione como debe.

Río no lo ha conseguido aún. Las distancias excesivamente largas aceptadas por el COI, con sedes a más de 50 kilometros, y el diseño del transporte para éstas y otras deja mucho que desear. Las rutas, las frecuencias y el modus operandi obligan a perder un tiempo precioso, algo tan valioso en unos juegos como una medalla.

Nadie se libra. Atletas, técnicos, aficionados, directivos y periodistas son víctimas de un modelo que no ha dado en la tecla. Unos y otros han llegado a su destino a veces gracias a la generosidad del prójimo y el ruido creciente de las quejas por el transporte ha hecho ahora que la organización intente reaccionar.

"El operativo de transporte es crítico y los retrasos no son aceptables" ha dicho la organización para justificar ahora cambios de rutas entre sedes y alojamientos, en ocasiones con poco sentido, y en las que el horario ni siquiera orientativo.

Todavía hay voluntarios incapaces de responder a qué hora se prevé la salida o dónde de un autobús, que no siempre abre todas su puertas para agilizar la subida y la bajada de los pasajeros.

La mejora del transporte subiría la nota de Río, donde el aire acondicionado y su uso desmedido en instalaciones y vehículos es otro de los grandes peligros para la salud, mucho más que el zika, como se llega comentar en tono de broma.

La ciudad, tomada en una buena parte por el ejército, tiene en la seguridad otra asignatura pendiente. Hasta ahora ha optado por "matar moscas a cañonazos" con las explosiones controladas de varias mochilas sospechosas encontradas en sedes, la última el viernes en el Nigeria-España de baloncesto, que no alteró el partido.

Pero esto no ha impedido ciertos sustos o alarmas. Los tiroteos cerca de Maracaná tras la ceremonia inaugural, la bala perdida que se coló en la sede de prensa de hípica cuando había personas trabajando, y las pedradas, según la organización, o balas, según testigos, que perforaron los cristales de un autobús de prensa al regresar de Deodoro solo añaden temor y desconfianza.

Reforzar el número de efectivos policiales en el recorrido hasta este otro parque olímpico ha sido la respuesta de Río, una ciudad con rincones ideales para perderse al son de la Bossa Nova de fondo, pero muy distante del escenario que demandan unos Juegos. 



JMRS
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