Del Dicho al Hecho

Me avergüenza Peña Nieto

2016-09-02

Si bien era elemental que se reunieran ambos personajes, jamás tendría que haber sido...

Francisco Martín Moreno, El País

No deberíamos haber mostrado hospitalidad... Ahora quedamos como cobardes

El presidente Peña Nieto “no entiende que no entiende”, según lo confirma con la patética y lamentable invitación que le hiciera a Trump, una de las más poderosas amenazas de México en los últimos 100 años. Sólo que si Peña “no entiende que no entiende”, menos, mucho menos entienden sus asesores, porque todo parece indicar que los grandes diplomáticos mexicanos que dignificaron durante siglos nuestra política exterior han muerto todos de repente. He ahí el alto precio que México paga al haber nombrado a una canciller ignorante, en términos absolutos, de la historia y de la realidad diplomática de México. ¿Podíamos esperar otro resultado en semejantes condiciones? ¿La culpable es la señora Ruiz Massieu o quien la elevó irresponsablemente a la cancillería para dirigir, sin el menor conocimiento ni experiencia profesional, nuestras relaciones exteriores?

Pienso en Juárez (una sentida y genuina disculpa por la comparación) y en Maximiliano, cuando el Benemérito (por cierto, ¿por qué ya no hay Beneméritos?) supo tratar a un enemigo de México conduciéndolo al paredón y pasándolo por las armas. Aun cuando fueron condiciones absolutamente distintas resulta imposible ver a Juárez extendiéndole la mano al príncipe rubio en Palacio Nacional, ni mucho menos negociando con él la soberanía nacional. Lo fusiló y punto.

¿Otra reacción ejemplar mexicana aun cuando de diferente calibre y mayor proximidad histórica? Es fácil recordar cuando en 1947 Harry Truman, presidente de Estados Unidos, decidió colocar una ofrenda floral en el monumento a los Niños Héroes para conmemorar 100 años de la guerra entre ambos países y tratar inútilmente de reconciliarnos con un robo descarado de nuestro territorio.Truman declaró: “Un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”. El escándalo fue mayúsculo. Al lastimarse las fibras más sensibles de nuestra mexicanidad los cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda y la tiraron frente a la embajada estadounidense, donde la pisotearon y la quemaron.

Trump, un descarado fascista experto en la manipulación de las emociones, nos ha insultando durante 15 meses ante el pasmoso silencio del Gobierno de Peña Nieto, cuya impopularidad alcanza al 75% de los mexicanos que descalifican su gestión, índices lastimosos pocas veces vistos en la historia reciente de México. Un sujeto que nos ha llamado asesinos, violadores, criminales y corruptos, envenenadores de la sociedad yanqui a través de las drogas, que miente al señalar que los estamos “matando económicamente”, que pretende construir un “poderoso y hermoso” muro en la frontera, que prometió deportar a millones de los nuestros, es invitado y recibido en Los Pinos como si fuera un Jefe de Estado. ¡Qué falta de oficio político, dignidad republicana, sensibilidad social y talento diplomático!

Si bien era elemental que se reunieran ambos personajes, jamás tendría que haber sido en México. Nunca tendríamos que habernos sometido a la agenda de Trump ni mostrar condescendencia, ni exhibir una hospitalidad torpe e hipócrita, ni prestarnos a una fotografía que circulará por el mundo, en especial entre una confundida comunidad chicana, ni permitir que llamara “amigo” al Jefe del Estado mexicano, ni convocar a una conferencia de prensa ni ayudar a Trump, un mentiroso profesional en sus encuestas cuando, tal vez, declare: “Everything is forgotten and forgiven in Mexico”. No, no fueron malas interpretaciones de los mexicanos, Trump nos insultó, nos agravió y el ciudadano presidente de México traicionó a la nación apuñalándola por la espalda, porque él sí que no supo interpretar el sentir de 122 millones de mexicanos, por lo menos furiosos.

¿Qué sigue? No, no quiero a un presidente que no nos represente, al que le faltan todavía —horror— más de dos años de gestión. Trump tenía que haber abandonado México con la cola —porque sí tiene cola el magnate— entre las patas y no salir sonriente y victorioso de una catastrófica entrevista que le permitirá agregar a su catálogo insultos, el de cobardes, porque ahora quedamos como cobardes. ¿Qué tal? Lo que se estará riendo Trump después de su discurso en Arizona… Lo que sentirán Peña y sus asesores, uno más torpe que el otro. Lo que dirá Hillary de nosotros… ¡Ouh, mecsicanitous, ouh, sweet and gracious Lord…!



JMRS
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