Testimonios

¡Jerusalén, Jerusalén!

2016-09-06

Es obligado adquirir criterios apoyados en la roca firme del Evangelio. El cristiano tiene donde...

Alfredo Maria Pérez Oliver, cmf 

Según la costumbre

María y José, fieles cumplidores, peregrinaron a Jerusalén, que era el lugar elegido por el Señor. Y esta vez, según la costumbre, les acompañó ya su hijo adolescente. El cantarillo anterior nos ha recordado la importancia que tienen las costumbres en la forja de nuestra personalidad. Y el peligro de admitir la costumbre como valor absoluto.

Debo completar esta reflexión añadiendo que introducir costumbres nuevas, pensando que por ser nuevas son valiosas y buenas. Se crean nuevas costumbres que no siempre son sanas. La palabra acertada del Cardenal Tabera sigue siendo iluminadora. Las costumbres que no construyen ni perfeccionan a la persona no son sanas. Y el Maligno dispone de una red sibilina de Medios de Comunicación para difundir una agresiva cultura laicista; el continuo ataque a la familia cristiana, a la vida, legitimando el derecho al aborto y la eutanasia; la llamada “ideología del género” que de una manera sutil es un nuevo colonialismo occidental sobre el resto del mundo.

Es obligado adquirir criterios apoyados en la roca firme del Evangelio. El cristiano tiene donde poner los ojos y el corazón para no ser zarandeado por la moda. Recuerdo haber leído, me parece que en algún escrito de Mark Twain, que la moda es algo tan horrible que tiene que cambiar continuamente. Ofrezco, entre tantos textos que se podría elegir para orientarnos, uno del Vaticano II: “La Buena Nueva de Cristo renueva constantemente la vida y la cultura del hombre caído, combate y elimina los errores y males que provienen de la seducción permanente del pecado. Purifica y eleva constantemente la moral de los  pueblos…La Iglesia recuerda a todos que la cultura debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana, al bien de la comunidad y de la sociedad humana entera…Por lo cual es preciso cultivar el espíritu…y de formarse un juicio personal, así como el poder cultivar el sentido religioso, moral y social.” (G.et Sp. 58-59).

Un ejemplo relevante de introducir costumbres sanadoras y estimulantes es  la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Otro ejemplo, menos conocido pero muy creativo, es el Festival “Key2life”.  Se inició en 2003 por iniciativa de la Pastoral Juvenil de Viena. Conciertos de bandas de rock. Este año 2016 están presentes quince bandas de diversos países.  En el programa además de los conciertos, se contemplan momentos de encuentros para conocerse y crear amistad, debates, salas de té, gimnasio y deporte. Y el día se inicia con la oración litúrgica y durante todo el día hay siempre sacerdotes para poder conversar y confesarse los que lo deseen. Miles de jóvenes llenan de ritmo la hermosa capital de Austria. Me quito el sombrero que no llevo. Y que se enteren otras pastorales juveniles con menos empuje.

¡Jerusalén, Jerusalén!

Me he propuesto comentar, casi palabra por palabra la respuesta misteriosa de Jesús a sus padres. Este cantarillo estaba destinado a la palabra “Jerusalén”. Pero ha dejado, sin protesta, un buen espacio para el tema anterior. Me parecía muy oportuna explicitar más toda la dinamita que lleva dentro la palabra “costumbre”.

Recordar o pensar en Jerusalén tiene para todo buen judío, y ahora para todos discípulos de Jesús, una resonancia enorme. Un botón de muestra es la exagerada expresión rabínica:”Diez porciones de gozo ha preparado Dios para el mundo, y nueve son para Jerusalén; diez porciones de belleza ha dispuesto Dios para el mundo y nueve son para Jerusalén; diez porciones de sufrimiento ha destinado Dios para el mundo, y nueve son para Jerusalén.”

Es más la dramática nostalgia del salmista desterrado: Si me olvido de ti, Jerusalén,/ que se me paralice la mano derecha;/que se me pegue la lengua al paladar/ si no me acuerdo de ti,/ si no pongo a Jerusalén/ en la cumbre de mis alegrías” (Salmo 137).

Pero sobre todo es impresionante la profundidad que tiene en el Corazón de Jesús.”¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido.” (Lc. 13, 14).

Dando un gran salto olímpico nos situamos ahora en este siglo XXI. No hace falta ser un gran observador para captar que en Jerusalén se condensan los gozos, las aspiraciones, los fervores y los dolores del mundo entero. Sin entrar en política que nos llevaría a un caos imprevisible, fijo mi telescopio en lo que significa para nosotros los cristianos. Es, sobre todo, la ciudad de la tortura, del abandono de los suyos, de la traición de Judas, del odio de poderosos colaboradores de Roma. Y por encima de todo es la ciudad del triunfo definitivo de Jesús Resucitado. Es por tanto el quicio de los siglos. Es además  el nombre con que se designa la ciudad futura:Nueva Jerusalén.

¿Y en la Sagrada Familia?

Al considerar los ecos que resuenan en tantos corazones al nombrar la Ciudad Santa, podemos imaginar la riqueza emotiva vivida por la Sagrada familia al preparar el viaje acompañados por primera vez, del adolescente Hijo. Quizá le contarían  que  cunado tenía cuarenta días de vida fue presentado en el templo. ¿Se atreverían a explicarle la sorpresa y emociones vividas al encontrarse con el anciano Simeón y la abuelita Ana? Jesús viviría emocionado la espera mucho más que aquél niño que insistía con su padre para que le llevara al ver el mar. Alucinado al contemplarlo por primera vez con el sol naciente y los rayos que rielaba sobre la superficie azul, se agarró a su padre y le gritó: ¡Papá, ayúdame a mirar!

Más honda es la escena vivida por los hermanos de religión del P; Lagrange, fundador de la Escuela Bíblica de Jerusalén, ejemplo de valor, humildad y fe en las pruebas sufridas. Llevaba mucho tiempo en coma, cuando de repente se sentó en el lecho, abrió los ojos y con las manos extendidas hacia lo alto exclamó: ¡Jerusalén, Jerusalén!  ¿Tuvo la visión de Jerusalén celeste? Cerró los ojos, inclinó la cabeza y expiró.

En el Evangelio de Lucas, se recuerda la última vez hacia Jerusalén, como punto de referencia de la vida de Jesús:”Cuando llegó el tiempo de su partida de este mundo, Jesús tomó la decisión irrevocable de ir a Jerusalén.” (Lc. 9,51). Toda la segunda parte del Evangelio lucano es  una gran peregrinación a la Ciudad Santa.
Ya el cantarillo está lleno y guarda el Pozo de Jacob en el fondo aguas frescas que llevan dentro unas reflexiones para ayudar a contemplar lo que dice hoy Jerusalén a los cristianos. A los que llegan físicamente, peregrinos de amor y a los que hacen esa peregrinación desde el fondo del alma.



JMRS
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