Muy Oportuno

Crueldad a cucharadas

2016-10-11

El terrorismo es incomprensible para las mentes sanas, es un impacto que destruye toda...

Por: Maleni Grider

Donde hay santidad habita Dios

En esos días muchos tropezarán y caerán; de repente se odiarán y se traicionarán unos a otros. Aparecerán falsos profetas, que engañarán a mucha gente, y tanta será la maldad, que el amor se enfriará en muchos. Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ése se salvará. Esta Buena Nueva del Reino será proclamada en el mundo entero, y todas las naciones oirán el mensaje; después vendrá el fin. (Mateo 24:10-14).

El terrorismo es incomprensible para las mentes sanas, es un impacto que destruye toda alegría, es dolor injustificado, es crueldad a cucharadas. Nos provoca indignación, temor, dolor profundo; también rabia, impotencia, desolación. El terrorismo trae una pérdida colectiva, un luto humano a nivel mundial, pues no hay nada más devastador que mirar los cadáveres de las víctimas de cada atentado.

Una vez más, Francia fue el blanco; pero mañana puede ser cualquier otro país, cualquier otra ciudad. Todo lo que el terrorismo provoca en nosotros es lo que el mundo de las tinieblas causa asimismo en la vida de los seres humanos. Dolor, desesperación, muerte son las metas de Satanás y sus demonios.

Cuando luchamos contra alguna situación en la que sentimos que no hay salida, como un matrimonio que se derrumba, una adicción profunda, un pleito familiar, una crisis financiera, una enfermedad difícil o una tragedia, parece ser como si alguien o algo nos estuviera oprimiendo o, mejor dicho, torturando. Por eso decimos: “me estoy ahogando en deudas”, “mi matrimonio es un infierno”, “ya no quiero seguir viviendo”.

El Príncipe de la potestad del aire opera en el mundo actualmente, y su tiempo sólo terminará cuando Cristo, el Hijo de Dios, venga por segunda vez a la tierra a juzgar a vivos y muertos. Mientras tanto, la atmósfera es el lugar donde el enemigo busca a sus víctimas. Su propósito es engañar, seducir, torturar, robar, destruir, matar. Su crueldad es ilimitada y puede echar mano de muchas cosas para lograr sus propósitos, pero la más común de todas ellas es el pecado humano.

Donde hay pecado, habita el diablo; donde hay santidad habita Dios. Donde habita Dios, el diablo no puede operar, pues los demonios temen a Dios más que a nada. En estos tiempos, países, gobernantes, y todos aquellos que se dejan seducir o engañar están bajo la influencia del maligno. El sufrimiento extremo de muchas personas, la destrucción imparable de familias, el despropósito en la vida de los jóvenes, el abatimiento de la moralidad, la falta de compasión y la extensión de la violencia, son señales claras de los últimos tiempos que la Biblia advierte.

Hoy la ciudad de Niza vive su dolor y el mundo mira atónito los terribles acontecimientos. Se asegura que el alcohol, que los juegos, que las venganzas, que el extremismo religioso, que las pasiones humanas, etcétera, son lo que ha generado atentados terroristas. Pero, ¿quién está detrás de todas estas mentes enfermas? Su odio, su sed destructora, sus ganas de matar no son ya terrenales sino diabólicas, al menos eso es lo que como conocedores de los evangelios podemos concluir.

Y es ese mismo ser devorador el que nos atormenta o nos trata de hacer caer día y noche, el que nos aconseja hacia el mal, el que se mete en nuestra vida si le abrimos una puerta. Nuestra mayor y mejor defensa contra él es la santidad, en otras palabras, huir del pecado. La santidad es un blindaje contra el que las fuerzas del mal no prevalecen. La presencia de Jesús en nuestra vida nos llena del poder necesario para vencer los ataques o los dardos de fuego del maligno.

Asimismo, con ese mismo poder y esa misma fe en Jesucristo, oramos por las familias devastadas en esta hora, por el dolor y la sanidad de esos corazones, pero también porque el mundo conozca al Salvador y su luz divina



JMRS
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