Comodí­n al Centro

Devolver la pasta de dientes al tubo

2016-11-08

Donald Trump ha cambiado las reglas del juego de la política; se ha saltado todas las...

Javier Ayuso, El País

En Estados Unidos suelen decir que una vez que la pasta de dientes sale del tubo no hay quien la vuelva a meter. Es algo de cajón... y si no, prueben a intentarlo. Sin embargo, tras las elecciones presidenciales de ayer, los norteamericanos se las tendrán que ingeniar para devolver la pasta al recipiente como sea. Tras año y medio de campaña, el país ha quedado tremendamente dividido y se corre el riesgo de que tarde mucho tiempo en recuperar la normalidad.

En esta ocasión, la polarización no tiene que ver con la igualdad de los resultados. Ha pasado otras veces (recordemos el año 2000, con Bush y Gore contando voto a voto), pero al día siguiente todo estaba olvidado y el nuevo presidente empezaba a gobernar tras ser felicitado por su contrincante. Esta vez no.

Donald Trump ha cambiado las reglas del juego de la política; se ha saltado todas las líneas rojas, se ha permitido el lujo de dudar de la legalidad de los resultados y no se ha comprometido a aceptarlos. Tanto es así que el Gobierno pidió a la Organización de Estados Americanos (OEA) que actúe como observador para asegurar la limpieza de las elecciones. Algo incomprensible en una de las democracias más avanzadas del mundo.

Con todo, lo peor de la campaña de Trump no son sus bravuconadas de que solo aceptará los resultados si gana él. Lo peor es la línea argumental de sus intervenciones, en las que el populismo, el odio, la xenofobia, el racismo y el machismo han estado presentes en unos discursos agresivos en los que, además, la mentira y el insulto han formado parte del paisaje.

Tal ha sido el nivel de agresividad del candidato republicano, que Hillary Clinton ha caído muchas veces en la trampa, tanto en los debates como en los mítines, y se ha olvidado de defender sus propuestas entrando en el cuerpo a cuerpo y aumentando el nivel del enfrentamiento.

Pasadas las elecciones, demócratas y republicanos tienen que reflexionar sobre lo que ha fallado durante el último año. Las primarias que dieron la nominación a Clinton supusieron un desgaste excesivo, tanto por su duración como por un enfrentamiento ideológico que pudo pesar al final en la movilización de votantes desconcertados.

Por su parte, los republicanos deberían pensar cómo es posible que un candidato como Trump haya llegado hasta el final, derrotando a una decena de líderes de cierto peso. El germen del Tea Party ha florecido en esta campaña con una fuerza inusitada, poniendo en peligro la credibilidad futura del partido rojo.

A partir de hoy, los políticos estadounidenses tendrán que hacer un esfuerzo para recuperar la normalidad institucional. En la Cámara de Representantes, en el Senado y en las relaciones entre los candidatos. Es cierto que no se puede volver a rellenar el tubo de la pasta de dientes, pero es el momento de acabar con ese nuevo estilo del odio y la mentira que, lamentablemente, ha calado entre los ciudadanos. A lo mejor sí se puede volver a meter en la lámpara al genio del populismo que salió hace un año.



JMRS
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