Agropecuaria

Las lluvias llegan demasiado tarde para salvar a los cafetaleros brasileños

2016-12-05

El impacto duradero de la sequía podría desembocar en un mercado global de...

Por Jeffrey T. Lewis y Katherine Dunn, The Wall Street Journal

ITAGUAÇU, Brasil—Aunque la lluvia comienza a caer, la sequía que ha obligado a agricultores brasileños como Carlos Babilon a arrancar sus cafetos seguirá afectando los precios del mercado de café.

Babilon ha removido unos 8,000 cafetos en Espírito Santo, un estado crucial como productor de la variedad robusta que se utiliza en buena parte del café instantáneo que se consume en todo el mundo. La prolongada sequía hizo que los cafetos estuvieran demasiado secos para ser salvados, cuenta Babilon, un agricultor de cuarta generación.

Casi tres años de sequía en el sudeste brasileño han dañado las cosechas, reducido los ingresos de los productores y contribuido a llevar los precios a sus máximos niveles en varios años.

Las lluvias empezaron a caer en noviembre en Espírito Santo, pero los agricultores y los analistas estiman que es demasiado tarde para salvar la actual cosecha. Algunos agricultores han plantado otros cultivos, como bananos o mangos, privando al mercado global de suministro de café.

“La situación ha sido dramáticamente mala, simplemente terrible”, lamenta Babilon. “En general, la cosecha será peor en 2017 que en 2016” y las cosechas volverán a aumentar recién en 2018 si persiste el clima favorable, predice.

El impacto duradero de la sequía podría desembocar en un mercado global de café donde la demanda supere la oferta durante al menos otros dos años, lo que trae presión sobre los precios y obliga a las tostadoras a encontrar fuentes alternativas del grano fuera de Brasil.

“Por el lado de robusta, las perspectivas de una recuperación en la producción de Brasil en 2017 son escasas y descartamos una recuperación completa en Espírito Santo”, escribió Rabobank en una nota a sus clientes.

El banco holandés prevé que la escasez de suministro de robusta de Brasil genere un déficit global de 2,8 millones de bolsas de café en la temporada 2016-2017, lo que representa 1,8% del total de la cosecha. Existe la posibilidad de que el déficit ascienda a 2 millones de sacos de café, estima Rabobank.

Existen dos variedades principales de café: arábica, de alta gama, y robusta, que tiene un gusto más amargo, contiene una alta cantidad de cafeína y se usa en los cafés instantáneos y en los espressos italianos.

Brasil es el mayor productor mundial de café, con alrededor de 20% de la cosecha de robusta, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Cerca de tres cuartas partes del suministro brasileño provienen de Espírito Santo, un estado en el litoral al norte de Rio de Janeiro.

Espírito Santo ha sido afectado en forma “constante y severa” por las escasas lluvias desde 2014, según el organismo estadounidense. En la temporada 2015-2016, la producción de robusta del estado cayó 24% frente a la cosecha previa, para rondar los 9,9 millones de costales. Cada bolsa contiene 60 kilos del grano. El Departamento de Agricultura de EU proyectó en noviembre un retroceso de un tercio de la producción en la temporada actual, que finaliza en junio.

La amenaza al suministro ha desatado una brusca alza de los precios en los mercados de arábica y robusta. Los aumentos han sido impulsados por las compras de inversionistas especulativos y el fortalecimiento del real, que encarece las exportaciones brasileñas en dólares. Los contratos a futuro de robusta alcanzaron su mayor nivel en cuatro años en noviembre, de US$2.251 por tonelada.

Puesto que el arábica se puede emplear como una alternativa cuando disminuye la oferta de robusta, el menor suministro de Brasil ha elevado los precios en el mercado del arábica, que es más grande y más líquido. Los precios de este grano alcanzaron su mayor nivel en casi dos años a inicios de noviembre, pese a que la cosecha de esta variedad ha sido una de las mayores de la historia.

Fuera de Brasil, las tostadoras que compran los granos deberían ser capaces de absorber los costos más altos sin subir los precios minoristas, dicen las propias empresas y operadores del mercado. No obstante, el impacto en Brasil ha sido notorio debido a las restricciones a las importaciones.

Brasil prohíbe la importación de robusta, de manera que el descenso de su producción ha elevado el precio del café en el país. El precio del café molido en Brasil se ha disparado más de 20% en los últimos 12 meses.

En octubre, el robusta nacional costó más que el arábica por primera vez en al menos 15 años, según el Centro de Estudios Avanzados en Economía Aplicada de la Universidad de São Paulo (Cepea).

De todas maneras, los mayores precios no han bastado para contrarrestar la menor producción de los agricultores de Espírito Santo. Pese a sembrar otros cultivos, como bananos, para pagar las cuentas, Babilon canceló su seguro de salud para poder pagar la educación de sus hijos.

El cafetalero Julio Cezar Cuquetto cuenta que ya había empezado a diversificarse antes de la sequía, plantando mangos y pimientos, para tener un ingreso más estable durante el año. Pero no ha sido suficiente. “El café es el que paga las cuentas”, reconoce.

Comparado con el arábica, el robusta iba a ser supuestamente barato y resistente. No obstante, la severidad de la sequía cambió esa opinión.

“La gente cree que es robusto”, dice Christian Bunn, científico especializado en café del Centro Internacional de Agricultura Tropical, un centro de investigación colombiano. La vulnerabilidad del robusta no ha recibido la atención que merece, añade.

Sin embargo, muchos agricultores mantienen el optimismo y creen que las lluvias se reanudarán y la producción de Espírito Santo se recuperará.

El alza de los precios también podría incentivar la plantación de más cafetos de robusta. Babilon cree que sus esfuerzos para conservar la salud de los árboles que todavía posee debieran ser recompensados cuando mejoren las condiciones.

“Creo que lo peor puede haber quedado atrás”, indica Rodrigo Costa, analista de café de Société Générale en Nueva York.



JMRS