Barones y Magnates

Deslocalización

2017-01-04

Ahora que EU, el gran leviatán de la globalización, se ha vuelto más...

Javier Sampedro, El País

Puede que corran malos tiempos para los proglobalización, pero los antiglobalización tampoco lo están pasando muy bien. Este diario abría ayer con el último arrebato de Donald Trump, que arruinó de un solo tuit los milmillonarios planes de Ford y General Motors para invertir en México, y con ellos los miles de empleos que esos gigantes de la automoción iban a crear en su vecino del sur. Ahora que Estados Unidos, el gran leviatán de la globalización, se ha vuelto más nacionalista que los más nacionalistas de sus críticos, el credo antiglobal se está viendo privado de su principal cabeza de turco. Lo que es bueno para General Motors ya no es bueno para los mexicanos.

Sobre la tirante y paradójica relación entre los estadounidenses del sur y los mexicanos —o entre los blancos y los indios, que también me vale— no cabe mejor metáfora que los dos rangers de Texas que protagonizan Comanchería, la impecable obra de arte de David McKenzie que acaba de llegar a las pantallas españolas. No voy a incurrir en spoiler, así que vayan a verla. Sobre las paradojas de la globalización, también puedo recomendar la sensata opinión que expresó ayer el secretario general de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo, en una entrevista con la cadena SER. Lo primero que dijo fue que la postura de Trump es un lamentable ejemplo de la regresión al nacionalismo que rige la política internacional. Después subrayó que la globalización que hemos vivido hasta ahora no será aceptable mientras las personas sean menos libres que los capitales para moverse por el mundo, ni mientras la desigualdad escandalosa no ya entre países, sino dentro de cada país, siga refutando la mismísima teoría económica en que pretende fundamentarse. Las dos cosas son verdad, y los maniqueísmos no nos sirven para arreglarlas.

Para acabar, déjenme presentarles a Sésamo, el primer sincrotrón de electrones de Oriente Próximo. Justo estos días está empezando a funcionar a 30 kilómetros de Ammán, la capital de Jordania. No se trata del LHC de Ginebra que descubrió el bosón de Higgs, ni del LIGO que confirmó en 2016 las ondas gravitatorias que predijo Einstein. Pero es un aparato de alta tecnología esencial para la ciencia de materiales, la tecnología y la investigación biomédica. Lleva 25 años en gestación y, de forma increíble, cuenta entre sus socios a Israel, Irán y la Autoridad Palestina. También a Chipre, Turquía, Baréin, Egipto, Pakistán y la propia Jordania. Solo hay 60 en el mundo, y hasta ahora ninguno estaba en esa región atronadora y belicosa del planeta. Un gran avance de la ciencia.