Reportajes

¿Trump y Castro podrán llegar a un buen acuerdo?

2017-01-13

Los recientes acuerdos entre los dos países facilitan la cooperación para el...

Jorge I. Domínguez

CAMBRIDGE, Estados Unidos — Cuba funciona como si tuviera dos partidos, bromeó el presidente Raúl Castro en su informe ante el Séptimo Congreso del Partido Comunista de Cuba en abril pasado: “Fidel dirige uno y yo el otro”.

Se trata de algo más que una broma: Fidel Castro, el hermano de Raúl y expresidente, había criticado en publicaciones oficiales la visita del presidente estadounidense Barack Obama a La Habana, un mes antes. Fue la primera división pública entre los hermanos en un tema de gran importancia. El cambio de políticas del presidente Obama en relación con Cuba anunciado en diciembre de 2014 creó divisiones entre el liderazgo cubano poniendo de manifiesto las diferencias entre los políticos de línea dura y los reformistas.

El saldo de 2016 es que los de línea dura dominaron las comunicaciones oficiales, al publicar de nuevo las historias de la perfidia estadounidense durante los dos siglos pasados. Sin embargo, durante el mismo periodo, el equipo de altos funcionarios de Raúl Castro negoció y firmó muchos acuerdos prácticos para modificar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Fidel Castro ha muerto y el gobierno arcaico que alimentó se desvanece con él. Desde que asumió el poder en 2008, Raúl Castro ha impulsado cambios en las políticas internas y externas que resultan acordes con las prioridades políticas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y al mismo tiempo abren la economía y la sociedad cubana.

Una presidencia de Trump abierta a los acuerdos se encontrará con la disposición de Raúl Castro para cumplirlos. Los acuerdos que el gobierno de Trump heredará, y que lograron sus tres predecesores, servirán tanto a los intereses de Estados Unidos y Cuba, como a la supuesta agenda presidencial de Trump. Revertir o reducir dichos acuerdos, cosa que el presidente electo ha amenazado con hacer, dificultará aún más las posibilidades de que cumpla su agenda.

El año pasado más de medio millón de estadounidenses visitaron Cuba y ahora las aerolíneas comerciales estadounidenses tienen vuelos regulares entre varias ciudades de ambos países. Al inicio de la presidencia de Obama, el gobierno de Estados Unidos flexibilizó las reglas para enviar transferencias de dinero a Cuba y buena parte de esos recursos financió el resurgimiento del sector empresarial privado en la isla.

Ahora la cantidad de licencias para pequeños negocios excede el medio millón en un país de 11,2 millones de personas. Las transferencias de efectivo de Estados Unidos financiaron una sociedad civil independiente que, por primera vez en medio siglo, no depende del Estado cubano.

Los recientes acuerdos entre los dos países facilitan la cooperación para el monitoreo de huracanes, la protección de la biodiversidad, el intercambio de información sobre contaminación y la exploración geológica conjunta en el mar. Otros convenios protegen a las aves y los peces migratorios.

Cuba y Estados Unidos también trabajan juntos en la investigación sobre el cáncer, en la que los científicos cubanos han registrado avances significativos, así como en la prevención y la cura de las enfermedades infecciosas, que incluyen el combate a la epidemia del Zika, en lo que Cuba es un ejemplo mundial de eficacia.

Desde hace mucho tiempo, ambos países han cooperado en temas de seguridad, coordinando la custodia del perímetro de la base naval de Estados Unidos en la bahía de Guantánamo. Desde mediados de los noventa también han trabajado para prevenir la migración indocumentada. Cuba vigila sus puertos para evitar el robo de barcos y balsas; en sus aeropuertos, revisa que las visas de los viajeros sean válidas. Los oficiales de la Guardia Costera de Estados Unidos interceptan a los migrantes indocumentados en el estrecho de la Florida y los regresan a Cuba.

Desde los noventa los dos países han unido esfuerzos informales contra el narcotráfico, los mismos que formalizaron en julio pasado; Cuba provee una barrera efectiva contra el tráfico de drogas a Estados Unidos.

Hace tiempo que la isla adoptó la política migratoria que prefiere Trump: detener la salida y aceptar el regreso de los migrantes indocumentados. Supongamos que somos el presidente electo de Estados Unidos: ¿por qué no estaría de acuerdo con todo esto?

Aunque los acuerdos económicos hacen énfasis en la igualdad de los dos países, algunos no podrían ser más asimétricos. Solo las aerolíneas estadounidenses vuelan entre los dos países; Cubana de Aviación no lo hace. Desde fines de 2002, Cuba ha comprado casi 5,3 mil millones de dólares en productos agrícolas estadounidenses, en efectivo, mientras que no exporta casi ningún producto a ese país.

¿Qué tienen de malo los acuerdos ya implementados que benefician a ambos países? Estados Unidos busca poder advertirle a Florida y a las Carolinas sobre las trayectorias de huracanes, desea que sus aves y peces puedan hibernar en las aguas del Caribe cubano y regresar, y busca beneficiarse de los conocimientos científicos de la isla. Cuba y Estados Unidos comparten el interés en buscar petróleo en el golfo de México y han acordado rastrear las amenazas sísmicas en esas aguas para prevenir los derrames de crudo.

En cuanto a los temas delicados, los presidente George W. Bush y Fidel Castro, y posteriormente los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, desarrollaron formas de alcanzar acuerdos sustantivos mientras negaban públicamente esas negociaciones. Esa estratagema diplomática les funcionó.

En 2001, los cubanos lograron que la administración de Bush autorizara las exportaciones de productos agrícolas y cada bando declaró que esas decisiones fueron unilaterales, independientes y soberanas. En diciembre de 2012, Estados Unidos y Cuba no intercambiaron espías; cada nación tomó decisiones unilaterales, independientes y soberanas para liberar a algunos de los prisioneros del otro país.

Lentamente, las relaciones entre ambas naciones mejoraron. Eso ayudó a los cubanos que ahora pueden viajar más fácilmente, recibir las visitas de amigos y alquilar alojamientos a través de Airbnb con lo que obtienen un capital circulante, a través de transferencias de dinero, y así pueden abrir negocios privados y financiar a la sociedad civil.

Eso también ayuda a los estadounidenses que se benefician de la posibilidad de viajar con mayor libertad y a la cooperación en temas como la migración, la delincuencia y el narcotráfico. ¿Qué sigue? Confiar en que las decisiones unilaterales, independientes y soberanas de Cuba promuevan el cambio.

La broma de Raúl Castro en el congreso de abril terminó de este modo: “Seguro que Fidel va a decir: ‘Yo quiero dirigir el comunista’; yo diré: ‘Bueno, yo dirigiré el otro, no importa el nombre’”. Si eres un cubano de línea dura, este chiste es aterrador.

El presidente Raúl Castro está preparado para abrirle la puerta a algo distinto y menos dogmático. Algo que, tanto él como nosotros, desconocemos. Pero sí sabemos lo que no es. No es “comunismo”.



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