Valores Morales

El Poder de la Cruz

2017-01-18

Pablo fue enviado a los gentiles a predicar las buenas nuevas de salvación. Estuvo en muchas...

Maleni Grider 

Estos hombres que han revolucionado todo el mundo han llegado también hasta aquí…, y afirman que hay otro rey, Jesús.

Hechos 17:6

Cuando los apóstoles predicaban el Evangelio en diversas ciudades, bajo diferentes regímenes políticos y religiosos, se armaban muchos líos. En el libro de los Hechos de los apóstoles (uno de mis favoritos en la Biblia), encontramos veintiocho capítulos de aventuras, hazañas y revueltas, cuyos títulos incluyen palabras como: ascensión, señales, maravillas, persecución, arresto, muerte, conversión, curación, resurrección, encarcelamiento, apedreamiento, misiones, naufragio, complot, tempestad… y alboroto.

Pablo fue enviado a los gentiles a predicar las buenas nuevas de salvación. Estuvo en muchas ciudades, por el resto de su vida, durante sus viajes misioneros. Su prédica acerca de la muerte y resurrección de Jesucristo, así como del Dios viviente, provocó alborotos en Tesalónica, Éfeso, Corinto, Jerusalén, Berea, Cesarea, etcétera.

En Atenas (Grecia), Pablo predicó entre judíos, filósofos, piadosos, nobles y gente del pueblo. Muchos creyeron que predicaba nuevos dioses o alguna nueva corriente de pensamiento, pues muchas escuelas se levantaban en aquella ciudad de manera común. Los atenienses se interesaban en oír cosas nuevas. Estando en el Areópago (monte donde se reunía el Consejo), el apóstol notó un altar cuya inscripción decía: “AL DIOS DESCONOCIDO” (Hechos 17:23), lo cual denotaba el politeísmo de los griegos, así como su incansable búsqueda por la verdad a través de la filosofía, la mitología y el conocimiento.

Ahí, en medio de un pueblo con doce dioses principales (olímpicos), y muchos más, Pablo anunció que ese dios “desconocido” al que adoraban era el Dios vivo, el Señor del cielo y de la tierra que había creado el mundo y todas las cosas, “en el cual vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28). Les dijo que Dios designó a Cristo (el Ungido) para dar fe a todos, al levantarlo de entre los muertos.

Los judíos que no creyeron el Evangelio se llenaron de celos amargos, armaron turbas, alborotos en el pueblo y provocaron a los gobernantes para perseguir a Pablo. Por su parte, los estoicos, quienes rechazaban las pasiones y deseos, no creían que las acciones fueran buenas o malas, sino todo dependía de la intención con que se efectuaran. Ellos eran indiferentes al placer, las emociones y los deseos, por considerarlos irracionales; también buscaban la virtud de la Naturaleza y el ideal ético de que todos los habitantes del mundo amaran a todas las personas.

Por otro lado, los epicúreos creían que el alma estaba compuesta por átomos, así como el cuerpo, por lo cual no había que temer a la muerte. El principio básico de su filosofía era el placer, entendido como ausencia de dolor. Muchos confundieron esto con hedonismo y se comportaban como animales (“perros”), dando rienda suelta a sus instintos. Sin embargo, el epicureísmo original recomendaba el placer con prudencia.

En medio de todas estas corrientes de pensamiento, ideologías y culturas, Pablo y los demás apóstoles predicaban a un hombre crucificado, es decir, a un hombre clavado en un madero, al cual Dios levantó de entre los muertos con poder para que pudiéramos venir a arrepentirnos, recibir perdón, reconciliarnos con Dios, y recibir salvación y vida eterna. Es decir, ellos anunciaban la Verdad, al Único Dios Verdadero, en medio de filosofías humanas.

Muchos rechazaron sus palabras, algunos creyeron, pero el poder del mensaje de la cruz no pereció con el tiempo (como todas las escuelas de pensamiento), sino que prevaleció y transformó al mundo. El mensaje de Jesús es poder de Dios hasta nuestros días, transforma vidas, va acompañado de señales y milagros, y se sustenta en el amor de Aquel que nos creó y se dio a sí mismo por nosotros.



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