Internacional - Economía

El TPP simboliza los retos comerciales de Donald Trump

2017-01-24

El cambio de las normas comerciales crea el riesgo de perjudicar a las empresas estadounidenses que...

Por John Lyons y William Mauldin, The Wall Street Journal

Para el presidente Donald Trump, la retirada de Estados Unidos del ya moribundo Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) puede ser la parte más fácil de su compromiso de reconfigurar las relaciones comerciales y proteger los empleos en su país. En cambio, su promesa de enfrentar a China y renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCN, o Nafta, por sus siglas en inglés) puede resultar más difícil de cumplir, dicen los expertos en comercio.

El cambio de las normas comerciales crea el riesgo de perjudicar a las empresas estadounidenses que dependen de las ventas a Canadá, China y México, los tres principales compradores de bienes y servicios estadounidenses. Además, el comercio mundial está anclado en regulaciones que se crearon desde el final de la Segunda Guerra Mundial, lo que dificulta un cambio de términos sin que eso provoque a la vez un efecto dominó de consecuencias imprevistas. Eso probablemente complicará los esfuerzos del gobierno de Trump para obtener concesiones económicas de sus socios comerciales.

“No creo que tengan una idea realista de lo que se necesita”, dijo Douglas Irwin, profesor Dartmouth College e historiador de política comercial estadounidense, refiriéndose a la administración Trump. “Va a tomar tiempo y ser muy complicado, con el riesgo de asegurarse de que lo que haces no es completamente perjudicial para la economía de EU”.

Trump retiró formalmente a EU del TPP el lunes, liquidando un acuerdo comercial que Barack Obama ya no esperaba que fuera ratificado en el Congreso. Durante su campaña, Trump denunció el pacto como un emblema de cómo los acuerdos negociados por EU beneficiaban a los países de bajos salarios del mundo en desarrollo a expensas de la manufactura estadounidense.

Para el flamante presidente, el próximo paso parece ser las reuniones que tiene programadas con los líderes de Canadá y México y poner en marcha una renegociación de alta prioridad del Nafta, el tratado comercial de dos décadas de vida que se convirtió en blanco de críticas durante la campaña electoral.

“El Nafta es obviamente lo primero, y eso va a ser su prueba”, dijo Gary Hufbauer, especialista sénior en comercio del Instituto Peterson de Economía Internacional, que apoya la liberalización comercial. “Va a pasar un tiempo hasta volver a tener un modelo que pueda ser aplicado a otros países”.

Trump y sus asesores han señalado que quieren cambiar las normas sobre el origen de productos automotrices y quizás también de otras industrias, y establecer reglas que permitan sancionar a los países acusados de manipular sus divisas. También han dicho que pretenden revisar algunos gravámenes aduaneros —incluyendo el impuesto al valor agregado de México— que en su opinión perjudican a las manufacturas estadounidenses.

Cada uno de esos objetivos podría generar controversia en EU o más ampliamente en el bloque comercial norteamericano. Una disputa entre México y Japón sobre la denominación de origen de los automóviles, que determina de dónde pueden proceder las partes, casi paralizó el TPP en 2015.

El tema de la manipulación cambiaria dividió a los legisladores estadounidenses aquel año y casi hundió la ley que dio a Obama —y ahora a Trump— grandes facultades para poner en efecto los acuerdos comerciales. Los desacuerdos sobre impuestos aduaneros pueden poner a la administración Trump al borde de una confrontación con la OMC.

Incluso si las negociaciones con Canadá y México avanzaran rápidamente —como lo hicieron las tratativas con Australia en 2003-2004—, el nuevo Nafta podría quedar listo con suerte para las elecciones legislativas de 2018.

Trump, dicen abogados expertos en comercio internacional, podría tratar de aplicar las nuevas provisiones del Nafta a la renegociación de acuerdos existentes con Corea del Sur, así como a nuevos pactos bilaterales con países asiáticos como Japón y Vietnam, o incluso con el Reino Unido, que busca abandonar la Unión Europea.

Para navegar estas contracorrientes, Trump ha comenzado a ensamblar un equipo de asesores comerciales empapados en política internacional y negocios chinos. Eso incluye a Wilbur Ross, quien el martes recibió la aprobación de un comité del Senado como nuevo secretario de Comercio, y el nuevo Representante de Comercio de EU, Robert Lighthizer, un candidato cuya nominación ha sido bien recibida por ambos partidos en el Capitolio.

Algunos analistas que siguen la política de Trump dicen que la postura dura del nuevo gobierno hacia China y otros grandes exportadores podría ayudar a extraer algunas concesiones o incluso llevar a otros acuerdos.

Sin embargo, dado el abrumador revés contra los acuerdos comerciales, que impulsó a Trump al poder en 2016, es probable que el nuevo presidente se enfrente a la oposición política a grandes acuerdos que no cumplan con los amplios objetivos de los legisladores nacionales, más allá de las razones detrás de tales convenios.

Trump tendrá a su favor la llamada autoridad de vía rápida o fast-track, los poderes especiales de sellar acuerdos comerciales que el Congreso volvió a autorizar durante el gobierno de Obama y que garantizan la aprobación de acuerdos comerciales sin la oportunidad de introducir enmiendas o demorarlos por razones de procedimiento.

En términos más generales, la retirada del TPP simboliza un alejamiento de EU de la promoción de bloques de libre comercio como un camino hacia el crecimiento. En la página web del Representante de Comercio de EU aparece un párrafo que dedicado a “America First Trade Policy” (algo así como Primero EU: una política comercial). “El USTR está trabajando para remodelar el panorama de la política comercial para que sirva a todos los estadounidenses”, dice.

Para mantener los empleos en EU, Trump y otros han presentado ideas que incluyen la mejora de acuerdos comerciales como el Nafta, la creación de barreras comerciales y la priorización de acuerdos bilaterales con países individuales sobre acuerdos multilaterales con bloques comerciales.

La verdadera prueba para la capacidad de Trump de reestructurar el comercio de EU vendrá cuando la administración enfrente a las economías a las que acusa de ser las que más empleos quitan a EU: China y México. Esos dos países representan más de US$1 billón en el intercambio estadounidense, es decir, 30% del total de las importaciones y exportaciones de la mayor economía del mundo.

Trump ha amenazado con un arancel de 45% sobre los bienes chinos a menos que ese país deje de aplicar prácticas como la subvención del acero. Aunque el mandatario estadounidense tiene margen para aumentar los aranceles, un alza generalizada podría poner a EU en violación de las normas de la OMC, lo que abriría el camino para represalias por parte de China y otras naciones.

Los aranceles también podrían desencadenar una guerra comercial con la segunda economía mundial. Eso afectaría a las empresas de EU que hacen negocios en China y podría perjudicar a aliados como Corea del Sur y Japón, que suministran a China muchos componentes utilizados en sus exportaciones. Tal resultado golpearía a los intereses de seguridad de EU en la región.

Las reuniones de Trump con los líderes de Canadá y México podrían dejar en claro cuáles son los cambios que él busca hacer al Nafta. Pero algunos expertos dijeron que para obtener concesiones de esos países —los socios comerciales No. 1 y Nº 3—, EU debería tener algo que ofrecer. Por ejemplo, el gobierno de Obama, que también criticó al Nafta, buscó mejorar algunos aspectos del acuerdo en las conversaciones del PPT, que incluyeron a México y Canadá.

Si EU desarticula el Nafta, el comercio con México y Canadá volvería a quedar bajo las normas de la OMC, que también tienden a promover el comercio abierto. Por ejemplo, los aranceles de 0% para los automóviles en el marco del Nafta sólo podrían aumentar hasta 2,5% en virtud de las normas de la OMC.

“Este es el tipo de campo minado en cuyo centro se encuentra Trump, “dijo Matt Gold, profesor adjunto de derecho de la Universidad de Fordham y ex-asistente del Departamento de Comercio de EU “No se puede avanzar en ninguna dirección sin provocar una reacción en cadena”.



JMRS
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