Pan y Circo

La toxicidad de la enchilada

2017-02-01

México se está defendiendo del ataque que Trump ha emprendido en contra de la libre...

Jorge Zepeda Patterson, El País

Oponer un "México primero" al "America First" significaría que ya perdimos antes de empezar

Los ataques de Trump a México han provocado que una parte de la opinión pública del país quiera envolverse en la bandera patria. Se hacen llamados a repudiar los símbolos del imperialismo yanqui (incluyendo el boicot a Ford o a Walmart, uno de los principales empleadores en México, dicho sea de paso) y se invoca a un irrestricto apoyo al presidente Peña Nieto en su carácter de jefe de las instituciones. “Ante las agresiones es el momento de mantenernos unidos por encima de nuestras diferencias”.

Me parece que es una argumentación equivocada. Primero, porque responder al nacionalismo demencial que enarbola Trump con un llamado al nacionalismo mexicano equivale a pegarnos un tiro al pie. Oponer un México primero al America First significaría que ya perdimos antes de empezar. Combatir el proteccionismo de la nueva administración y su rechazo a los productos mexicanos mediante el boicot a las mercancías estadounidenses equivale a abrazar las tesis de la Casa Blanca y su extravagante inquilino.

México se está defendiendo del ataque que Trump ha emprendido en contra de la libre circulación de personas y de mercancías; la defensa no puede consistir en un atrincheramiento en nuestra propia xenofobia.

Segundo, porque sería un error garrafal en el campo de batalla. La primera trinchera de resistencia a Trump se encuentra en los propios Estados Unidos. Y es enorme. Alcaldes de las ciudades santuario o refugio, que se han propuesto desafiar las órdenes de deportación de inmigrados; gobernadores del sur preocupados por la manera en que las reformas del Ejecutivo lesionan a su economía; empresas gigantes como Amazon, Starbucks, Airbnb o Expedia dispuestas a criticar y resistir las executive orders del presidente; el grueso de la prensa estadounidense o de la industria del entretenimiento afincada en California y Nueva York, entre otros muchos antagonistas del presidente.

Es en Estados Unidos donde se han efectuado las más grandes protestas en contra de las reformas apresuradas y autoritarias de Trump. Y es allí donde tenemos que encontrar los aliados que necesitamos para enfrentarlo. Durante décadas el lobby judío ha logrado el apoyo de Washington al Estado de Israel, gracias a una cuidadosa y potente estrategia de presión sobre la clase política y el establishment estadounidense.

Tercero, tampoco creo que debamos estar unidos en torno al presidente Peña Nieto. No así. Su Gobierno ni renuncia a la impunidad ni la frivolidad. La designación de Virgilio Andrade como titular de Bansefi, un banco paraestatal, dinamita la confianza que pueda depositarse en el mandatario. Sin experiencia real en temas financieros, la designación de Andrade debe ser interpretada como un premio al supuesto zar anticorrupción que exoneró a la Primera Dama y al poderoso ministro Luis Videgaray de los escándalos por mansiones adquiridas en condiciones turbias. En momentos en que tendría que mostrarse como un estadista, Peña Nieto vuelve a exhibirse como cabeza política de un grupo faccioso, más interesado en protegerse a sí mismo que en ver por los intereses del país.

Desde luego, el Gobierno mexicano debe poner su parte y diseñar estrategias para elevarle a Trump la factura por agredir al país. Al estadounidense debe quedarle claro que habrá un costo político y económico significativo, dentro y fuera de Estados Unidos. Y ciertamente habrá políticas públicas y esfuerzos dignos de ser apoyados por parte de todos los mexicanos. Pero eso no significa respaldar un llamado a la soberanía en abstracto y vaciada de contenido, particularmente cuando se trata de encanarla en un presidente que una y otra vez ha defraudado la credibilidad y la confianza.

Los esfuerzos para responder a las agresiones de Trump en contra de México, me parece, tendrían que ser liderados por muchos otros protagonistas nacionales e internacionales: cabezas de la sociedad civil, empresarios, lideres religiosos, intelectuales e iconos culturales, otras instancias del sector público, instituciones de la más diversa índole. Y lo más importante, entender que no estamos solos. En este momento la causa México forma parte de una causa más amplia: contrarrestar la amenaza Trump (contra musulmanes, contra el comercio mundial, contra Europa, contra la prensa libre y un largo etcétera).

Necesitamos una visión abierta, generosa y de largo alcance, para hacer causa común con tantos frentes abiertos. Atrincherarnos en la enchilada y el mariachi, y entregarnos a los designios facciosos de un grupo político aterrado por el corto plazo y obsesionado por ganar las elecciones del próximo año es la peor de las estrategias.



JMRS

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