Espectáculos

Lo mejor y lo peor de los Grammy 2017

2017-02-14

Personal y arquetipal, su presentación fue un gran espectáculo con muestras de...

Jon Pareles, Jon Caramanica, Joe Coscarelli y Caryn Ganz

Beyoncé sorprendió con la actuación más comentada de la noche, A Tribe Called Quest hizo la declaración política más clara y las fallas técnicas empañaron la presentación de James Corden. A continuación, presentamos algunos de los momentos más memorables de la 59.° edición anual de los Premios Grammy.

Lo mejor: Beyoncé

Personal y arquetipal, su presentación fue un gran espectáculo con muestras de solidaridad. Lucía perfecta, embarazada de gemelos, con una pose armónica mientras en el escenario se proyectaban imágenes de estudio que se mezclaban con su actuación. Brilló como una monarca con su tocado de oro.

Al igual que en Lemonade, los versos de Warsan Shire enmarcaron composiciones como “Love Drought” y “Sandcastles” —las canciones que constituyen el punto central de su más reciente álbum— que van de la acusación a la reconciliación, además de ahondar en reflexiones sobre la maternidad a través de distintas generaciones.

Las bailarinas vestidas de blanco también lucieron tiaras doradas y se reunieron alrededor de la cantante como compañeras suplicantes o miembros de un ritual, dejando que Beyoncé permaneciera relativamente quieta. Ella se sentó en una silla que se inclinaba hacia atrás, desafiando la gravedad mientras cantaba “floating in the air”. Los coros de “Sandcastles” se convirtieron en una letanía que la cantante mezcló con música gospel. La pieza concluyó con las palabras de Shire que dicen: “Si vamos a sanar, que sea glorioso”.

A Tribe Called Quest

A Tribe Called Quest no estaba entre los nominados de este año porque su excelente álbum de regreso fue lanzado después de que se cerraron las postulaciones, pero su mensaje aprovechó la controversia política estadounidense de forma brillante.

La interpretación de “We the People” hecha por Anderson .Paak, Busta Rhymes, Consequence y con la participación, mediante grabaciones, del recientemente fallecido Phile Dawg fue contundente y directa. Busta Rhymes calificó a Trump como “el presidente Agent Orange” y el grupo subió al escenario a decenas de personas de todas las razas y religiones que simbolizaron a la sociedad estadounidense y sus necesidades de inclusión.

Adele homenajeó a George Michael

Adele estuvo bien al parar su presentación por los problemas técnicos e insistir en volver a empezar el tema “Fastlove, Pt. 1”, en el homenaje a George Michael. Los Grammy han sido una pesadilla técnica para Adele en los últimos dos años: en 2016 tuvo problemas con el piano problemático y este año con un embarazoso comienzo en falso. Tal vez solo Adele pueda ordenar que se reinicie una canción en la televisión en vivo, mientras exclamaba una grosería que no salió al aire, pero el domingo se justificó su perfeccionismo.

La cantante corrió el riesgo de que su versión de “Fastlove” pudiese resultar agotadora. Deliberadamente pasó de una canción de baile a una elegía, explorando el espíritu más sombrío de los últimos años de George Michael y arriesgándose a experimentar la ira de quienes amaban al astro inglés por sus bailes y coqueteos.

Pero al interpretarla como una pieza de duelo, con solo una orquesta en un escenario básico, la versión de Adele sacó otros elementos que Michael también había incorporado en esa canción. “In the absence of security/ I made my way into the night”, cantaba Michael. “Fastlove, Pt. 1” no solo es una invitación a salir; también es una confesión de necesidad y la admisión de una equivocación.

El tributo colocó la voz de Adele en un arreglo que la dejó completamente expuesta y, cuando hubo problemas en su primer intento, sonó dolorosamente disonante. Comenzó la canción cantando contra una solitaria nota de piano repetida; luego siguió a cappella, y estuvo enmarcada contra notas bajas y graves. Adele lo convirtió en el tipo de crescendo lleno de dolor y desesperación que ella canta tan bien, y luego dijo una frase final: “I miss my baby”. Claramente a ella, como a millones de fans, le hace falta George Michael.

La gran noche de Chance The Rapper

Fue una noche bendita para Chance the Rapper, el devoto rapero de Chicago cuyas presentaciones públicas son una suerte de exuberante baile de alabanza. “Gloria a Dios”, dijo Chance después de ganar como mejor nuevo artista, el primer premio de la noche. “¡Yo reclamo la victoria en el nombre del Señor!”, gritó mientras la impaciente banda de la casa le hacía caso. Poco después tuvo más tiempo para agradecer porque también ganó en la categoría de mejor álbum de rap con Coloring Book (anteriormente, también fue galardonado con el trofeo de mejor interpretación de rap por la canción “No Problem”).

Visiblemente emocionado por las victorias, Chance intentó proyectar su devoción por el espíritu santo con canciones como “How Great”, “Blessings”, “No Problem” y “All We Got”, acompañado con un coro de la iglesia y las estrellas evangelistas, Kirk Franklin y Tamela Mann. Su rap fue rápido y sincopado pero sin ser muy difícil, al igual que su culto cristiano buscó incluir a la audiencia en vez de alienar. La euforia de los fieles, con la presentación correcta, puede llegar a ser contagiosa.

Katy Perry

Katy Perry llegó a los Grammy llena de mensajes: las gafas rosa que menciona en su nueva canción, “Chained to the Rhythm”; un traje blanco como alusión a Hillary Clinton, cuya nominación presidencial apoyó de forma pública; y un brazalete con la palabra “persist”, en referencia al reciente episodio en que la senadora Elizabeth Warren fue silenciada en el Senado de Estados Unidos mientras leía una carta de Coretta Scott King.

“Chained to the Rhythm” es una canción seductora que se centra en la conciencia y la acción (o la falta de ella) y Perry se movió con inquietud en el escenario giratorio como si no pudiera ser contenida. Al final de la pieza, el escenario se convirtió en un lienzo para la Constitución de Estados Unidos. Estaba parada frente al texto, de la mano de Skip Marley quien criticó a los “mentirosos” cuyos “tropiezos y equivocaciones” provocaban disturbios, y miraba atentamente a la audiencia como reclamando su atención con ojos suplicantes.

Bruno Mars

Su turno como Prince en Purple Rain, con toques púrpura en la vestimenta y el maquillaje, fue impresionante. Pero Bruno Mars brilló más temprano, durante su interpretación de “That’s What I Like”, que fue suave y equilibrada. Se paró en el escenario y le cantó directamente a Jennifer López con una armonía impresionante. Mientras cantaba lucía una chaqueta de cuero que estaba prácticamente húmeda.

Metallica y Lady Gaga

Al analizar esta presentación hay que mirar más allá de los metaleros cursis que fingían bailar en las esquinas del escenario. Tratemos de olvidar que el micrófono de James Hetfield no funcionó. Ignoren el hecho de que Lady Gaga estaba vestida como si hubiese asaltado la tienda de disfraces de “Sunset Strip”, en 1988. Esta fue una de las actuaciones más electrizantes, desenfadadas y, quizá lo más importante, divertidas de la noche.

Lady Gaga estuvo totalmente comprometida con esa interpretación de “Moth Into Flame” de Metallica, mientras se deslizaba alrededor del baterista Lars Ulrich y el guitarrista Kirk Hammett, y se catapultaba hacia la multitud. Gaga ya había cantado sobre ser adicta a la fama (en su primer álbum, The Fame), y se atrevió a convertirse en una estrella de rock. También ha cantado dúos con Tony Bennett tratando de convertirse en una intérprete de baladas. Pero siempre y cuando nos ofrezca actuaciones tan salvajemente entretenidas como esta, no le vamos a pedir que vuelva a sus raíces.

Bruno Mars y The Time en el tributo a Prince

A veces la nostalgia es suficiente. El larguísimo tributo a Prince —cuyo gigantesco catálogo de canciones y admiradores atraviesa el pop, el jazz y el espectro clásico— se quedó atrapado en lo popular. Comenzó con la banda protegida de Prince, The Time, que interpretó “Jungle Love” y “The Bird”, canciones que Prince escribió con ellos bajo el nombre de Jamie Starr. Los miembros de The Time hicieron sus viejos movimientos de baile, a los que algunos miembros de la audiencia se unieron, pero la elección del material fue egoísta.

Entonces llegó Bruno Mars a tocar “Let’s Go Crazy” con una banda ataviada con trajes y chaquetas púrpura, y un espectáculo inspirado en la película Purple Rain; Mars incluso hizo los solos de guitarra. El cantante es un hábil y talentoso imitador, y eso fue todo lo que necesitó para que “Let’s Go Crazy” revolucionara a los asistentes.

El tributo a los Bee Gees

Hay una línea delgada entre la nostalgia y lo cursi, pero no hay duda de que el homenaje a los Bee Gees no respetó esa distinción. Luces intermitentes y frenéticos bailarines en el escenario fueron un homenaje a “Saturday Night Fever”, el éxito de 1977 que consagró a la música disco y le dio a los Bee Gees una gran popularidad. La estrella de la película, John Travolta, había hecho una aparición antes en el show. Pero las canciones más célebres del grupo no fueron una buena elección para Demi Lovato quien chilló en “Stayin ‘Alive”, o Tori Kelly, que trató de convertir “Tragedy” en rock, o Andra Day, que exageró en “Night Fever”. A veces, las cámaras enfocaban a Barry Gibb, de los Bee Gees, quien cantaba con entusiasmo entre la audiencia.

Las armonías country de Little Big Town funcionaron bien en “How Deep Is Your Love”, pero solo fue un breve respiro. Los tributos reales a los Bee Gees se escucharon mucho antes en “The Fighter”, el dueto de Keith Urban con Carrie Underwood y en “I Feel It Coming” de The Weeknd con Daft Punk que llevan los ritmos de la música disco en su ADN.

El acartonado karaoke de James Corden y Jennifer Lopez

La noche no podía pasar sin un guiño al programa que catapultó a la fama a James Corden. El anfitrión de los Grammy se ha acercado a la industria de la música con un segmento lúdico que, en el mejor de los casos, puede ser más revelador que una entrevista tradicional. Carpool Karaoke ha demostrado que puede humanizar a grandes estrellas como Justin Bieber, Mariah Carey, Adele y personalidades como Michelle Obama, pero recrearlo en los Grammy, sin un vehículo real, no fue exitoso.

Por momentos, parecía que Jennifer Lopez, John Legend, Keith Urban y otros luchaban con los versos de “Sweet Caroline” de Neil Diamond —aunque Diamond era todo sonrisas— y el segmento se sintió como un intento de recrear la selfie de Ellen DeGeneres en los Oscar. El hecho de que siguió a la actuación de Beyoncé no le favoreció a Corden, pero el cameo de su hija, Blue Ivy, salvó un poco la presentación.

Las caídas

James Corden, el anfitrión de los Grammy, abrió el show con un acto de vodevil: una plataforma atascada, una exagerada serie de caídas por la escalera y un torpe baile que ejecutó sin un zapato, una metáfora de su débil desempeño como maestro de ceremonias.

Fue una manera extraña de iniciar un programa que privilegia las actuaciones impecables, pero resultó ser un poco profético debido a los numerosos errores de la noche: desde el reinicio de una canción en vivo de Adele durante su homenaje a George Michael, pasando por los errores en la premiación de su productor Greg Kurstin y la actuación de Metallica durante la cual no funcionó el micrófono de James Hetfield.



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