Sin Vergüenza

Merezco abundancia

2017-02-23

La babosita se aleccionaba a sí misma en tener que "estar linda", "estar...

Jorge F. Hernández, El País

A México le ha salido muy caro acomodar en el trono de Primera Dama a una otrora diva de telenovela, porque así como todos los países tienen sus negras tramas de corrupción y sus anquilosados guiones en el arte del despilfarro, lo de México parece realmente una más de las más mediocres telenovelas. Sucede que hace tiempo estas cartas se burlaban abiertamente de Javier Duarte, un truhán descarado, a la sazón gobernador del estado de Veracruz, que se llenaba las fauces declarando que intentaba emular a Francisco Franco (quizá por la ridícula voz tipluda con la que aseguraba honestidad y crecimiento para el desgarrado estado al que llegó como gobernante). Pasaron los años y el cerdito se dio a la fuga, a pocos días de concluir su mandato, dejando un desfalco histórico, un robo mayúsculo e inaudito que – sumado a lo que han robado otros cinco gobernadores prófugos de la justicia en el México mancillado del presidente Peña Nieto—abollaron nada menos que el Producto Interno Bruto y redefinieron la guinda megalomaníaca en la historia universal de la infamia.

Al huir hacia el limbo increíble donde se supone nadie sabe dónde está, el cerdo Duarte dejó una estela siniestra en el estercolero: se revelaron las cantidades de sus hurtos, los millonarios desvíos de fondos públicos y también huellas que rayan en el terror, como por ejemplo, la evidencia de que a niños enfermos de cáncer se les suministró agua destilada directo en vena como descarado placebo mientras la quimioterapia que les correspondía se vendió en el mercado negro y otro ejemplo, la larga nómina de periodistas secuestrados y asesinados durante su gubernatura donde el osito que se creía Franco pretendía consagrarse como Caudillo entre palmeras. Al huir, también apareció el simpático pasaporte falso donde el nefando personaje quería llamarse “Alex” y portar un bigotito de cantante de boleros para una posteridad incógnita donde no le alcanzaría la vida ni a él ni a seis generaciones de lechones descendientes para gastarse ni la mitad de lo robado.

Lo que subraya el tinte de telenovela de toda esta historia de corrupción es el reciente descubrimiento de una bodega en la ciudad de Córdoba, Veracruz, en la que el oprobioso matrimonio de Javier Duarte y su esposita Karime Macías tuvieron a bien guardar para la posteridad (y para la minuciosa investigación de sus cerdadas) no pocas libretas de Mont Blanc (con delicada caligrafía de niña rica y pésima ortografía, but of course), cuadros babilónicos de inmensas fotografías de ellos mismos (vomitivas imágenes del peor gusto), vajillas, trofeos y un patético etcétera. El tesoro está en las libretas, donde la mensita Karime Macías tuvo a bien apuntar detalladamente la planimetría de las cuentas bancarias, la red de prestanombres y la fluidez del descarado robo con el que ordeñaban las arcas del estado de Veracruz consuetudinariamente, y además, un conmovedor esquema donde la damita se escribía a sí misma las instrucciones para ser una buena “First Lady”, así en inglés, como si nada.

La babosita se aleccionaba a sí misma en tener que “estar linda”, “estar informada” y en procurar realizar “comidas en casa”; para las actividades que le correspondían al frente de la oficina del Desarrollo Integral de la Familia (DIF), la gran Karime se escribió el recado de que allí tendría que “relacionarse con señoras”, pero subrayaba la urgencia de que al DIF había que “exprimirlo”. En no pocos renglones alinea los números de las cuentas bancarias (se conoce que algunas de ellas con intensa actividad en España) y el arcangélico alivio de un prestanombres para la operación de la ancha y amplia red de complicidades que se tejían como brazos de pulpo desde el corazón compartido del gobernador Duarte y su simpática babosita.

Por encima de toda la ira que transpira el tema, la rabia recurrente y el desesperado hartazgo ante una más de las muchas violaciones no sólo al estado de derecho, sino al sentido común… por encima de que México efectivamente sigue tan lejos de Dios y más cerca que nunca de Trump… además de sentirse la mullida y sumisa postura incongruente del gobierno y sin poder aliviar la adrenalina rencorosa de saber que tanto ratero anda impune por el mundo, como un Alex de bigotito sexy… lo que me tiene verdaderamente hipnotizado es el cuaderno encontrado en la bodega de Córdoba donde la ex “First Lady” escribe planas enteras, página tras página, con caligrafía de colegio de monjas, “Si merezco abundancia Si merezco abundancia Si merezco abundancia Si merezco abundancia Si merezco abundancia Si merezco abundancia….”.

Escribe el Si sin acento, con lo cual podría interpretarse que la frase está condicionada o condicionando una acción: “Si merezco abundancia, tengo derecho a robar lo que no sea mío”, pero como dudamos del sortilegio, lo más seguro es que la tontita olvidó el acento y su hipnótico ejercicio, el diario afán por hacer unas planas con la frase le servían como mantra reconfortante y alivio de conciencia. Escribir a diario “Sí merezco abundancia” en planas interminables ha de producir una especie de caparazón y salvoconducto; fuera culpas y de allí que en la bodega de Córdoba también tuvieran sillas de ruedas, útiles escolares e incluso despensas que la pareja en el poder robaba abiertamente al no distribuir en hospitales, escuelas y asilos para así poder venderlos por otro lado, con la conciencia magnetizada a la frase mágica “Sí merezco abundancia”.

En el dintel de la puerta de la casa de Lope de Vega en Madrid, el “Fénix de los ingenios” mandó tallar la frase Parva Propia Magna/ Magna Aliena Parva que más o menos podría traducirse como “Lo pequeño siendo propio, es grande/ Lo grande, siendo ajeno, es pequeño”… un axioma que en su infinita estulticia e irremediable estupidez jamás comprenderán Javier el Alex Duarte y su mimosa tontita Karime Macías, pareja telenovelera de la pantalla verídica del horror y patética podredumbre en la que han sumido a México los paladines del descaro, sultanes sumisos ante la piel anaranjada y no más que imbéciles impunes cuya supuesta grandeza no es más que un minúsculo microbio.



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