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Las ventas de refrescos en México siguen bajando por el impuesto a las bebidas azucaradas

2017-02-24

"Al igual que en el caso del tabaco, observamos un fenómeno que designamos efecto de...

Margot Sanger-Katz, The New York Times

NUEVA YORK — Durante el primer año en el que se estableció en México un impuesto alto a los refrescos, bajaron las ventas de bebidas azucaradas; de acuerdo con un nuevo estudio, las ventas cayeron aún más en el segundo año.

Este hallazgo constituye la mejor evidencia hasta la fecha de la influencia en la conducta de los consumidores que puede ejercer un impuesto elevado sobre las bebidas azucaradas.

Estos resultados podrían tener consecuencias para la salud pública. También son importantes para los encargados de diseñar políticas públicas, quienes planean emplear el dinero recaudado a través de esos impuestos para financiar otros proyectos. Filadelfia, San Francisco, Oakland y el condado de Illinois, que incluye a Chicago, aprobaron hace poco un impuesto a los refrescos de magnitud similar al de México.

Este, que entró en vigor en 2014, se aplica a todas las bebidas azucaradas, como refrescos carbonatados, bebidas de frutas y tés helados endulzados. Quienes impulsaron esta acción fueron personas interesadas en la salud pública que argumentaban que el azúcar en los líquidos constituye un factor importante en el gran número de casos de obesidad y diabetes observados en el país.

Estudios acerca del primer año de aplicación de este impuesto determinaron que el consumo de bebidas azucaradas disminuyó sustancialmente; las reducciones más importantes se registraron entre los mexicanos de menores recursos (el grupo con mayor riesgo de enfermedades relacionadas con la obesidad). Los analistas de la industria y personas que están en contra del impuesto argumentaban que, dado que esos datos correspondían solo a un año, podrían ser solamente una irregularidad, y la situación se revertiría una vez que las empresas realizaran cambios en sus productos o los consumidores se acostumbraran a pagar precios más altos por sus bebidas favoritas.

El nuevo estudio, que se publicó el 22 de febrero en la revista Health Affairs, demuestra que los resultados de este impuesto pueden ser mucho más duraderos.

La investigación, que se basó en datos obtenidos a partir de las compras hechas por una muestra abarcadora de hogares urbanos mexicanos, mostró que las reducciones en el consumo del primer año continuaron en el segundo. En total, las ventas de bebidas azucaradas cayeron un 5,5 por ciento en 2014 en comparación con el año anterior, y un 9,7 por ciento en 2015 (también en comparación con las cifras para 2013). De nueva cuenta, las reducciones más grandes en la compra de las bebidas ocurrieron entre los mexicanos más pobres.

Barry Popkin, profesor de Nutrición de la Universidad de Carolina del Norte y uno de los autores del estudio, señaló que la tendencia indica que el consumo de refrescos puede seguir un patrón similar al de otros productos que tradicionalmente se han considerado adictivos, como los cigarros o el alcohol.

“Al igual que en el caso del tabaco, observamos un fenómeno que designamos efecto de habituación”, enfatizó. “Con el paso del tiempo, las personas parecen apartarse más de las bebidas azucaradas, lo que acentúa el impacto del impuesto”.

Esta noticia puede ser positiva para quienes tienen interés en la salud pública y están de acuerdo con el impuesto a los refrescos, porque puede significar una reducción en el consumo de azúcar. Pero algunos funcionarios públicos pueden sentirse desalentados ante estos resultados.

Filadelfia aprobó un impuesto alto sobre los refrescos el año pasado y decidió destinar la mayoría de los recursos obtenidos a mejoras a escuelas y educación del nivel preescolar. Los funcionarios encargados del presupuesto de la ciudad asumieron que el impuesto proporcionaría una fuente estable de ingresos para educación. Pero, si obtienen los mismos resultados que en México, es posible que las autoridades de la ciudad se vean obligadas a obtener los fondos para educación de otra fuente.

Estos resultados también son negativos para otro grupo: la industria refresquera. Si el impuesto a los refrescos provoca una constante reducción en las ventas de sus productos principales, la creciente popularidad de estas medidas podría ser mala para los negocios. Eso, sin importar qué nuevas evidencias surjan, pues hasta ahora no hay evidencia clara de que los impuestos a los refrescos tengan un verdadero impacto en la salud pública.

Esta situación fue puesta de relieve por el Consejo Internacional de Asociaciones de Bebidas en una declaración que rebatió la investigación sobre el efecto en México: “Los índices de obesidad no han disminuido como sus proponentes dijeron que lo harían con este impuesto”.



JMRS