Migración

Trump vuelve a la carga con un veto migratorio contra seis países musulmanes

2017-03-06

Pero su núcleo duro se mantiene activo: suspende 120 días el programa de refugiados y...

Jan Martínez Ahrens, El País

Nada detiene a Donald Trump. Ni los tribunales ni las protestas ni el clamor internacional. Acuciado por el escándalo del espionaje ruso, el presidente de Estados Unidos ha firmado hoy una orden para impedir durante 90 días la concesión de visados a ciudadanos procedentes de seis países de mayoría musulmana (Irán, Libia, Somalia, Siria, Sudán y Yemen). La medida elimina de la lista a Irak y trata de evitar un nuevo bloqueo judicial aligerando la carga restrictiva de la primera. Así permite el ingreso de aquellos ciudadanos de las naciones citadas que ya tengan visado, residencia legal o doble nacionalidad, y retira el veto indefinido a los refugiados sirios. Pero su núcleo duro se mantiene activo: suspende 120 días el programa de refugiados y lo reduce a más de la mitad (de 110,000 a 50,000), y frena el paso a viajeros de países musulmanes bajo el argumento de la seguridad nacional. El veto entrará en vigor el 16 de marzo.

Más que un paso atrás es un desafío. Un zigzag muy al estilo de Trump. Buen conocedor del tablero judicial, al republicano nunca le ha importado pelearse en los tribunales. Ahí se siente a gusto y ha librado sonoras batallas como promotor inmobiliario. Ahora vuelve a la carga con el veto migratorio y ha presentado una versión diseñada para superar los escollos judiciales, pero asentada en una identificación indiscriminada de países islámicos con el terrorismo.

Para el partido demócrata se trata de una maniobra de distracción. Una huida adelante que busca hacer olvidar la erosión sufrida por Trump a causa de las sospechosas conexiones de sus altos cargos con el Kremlin. Es una posibilidad, pero como resulta habitual en el multimillonario no agota su alcance. El veto juega a dos bandas y también se dirige a su base electoral, esa gran masa obrera y depauperada, que vive alejada del vociferío de Washington y para quien el islam es sinónimo de peligro. Para contentarles, la orden emite una advertencia clara y filosa hacia la inmigración y los musulmanes.

La Administración Trump niega que esa sea su meta. Asegura que solo pretende reducir el peligro terrorista y que ni siquiera la primera orden fue islamófoba. Los jueces federales lo dudan y apreciaron indicios suficientes para bloquearla cautelarmente.

El nuevo veto seguramente tendrá que pasar por el filtro judicial. Aunque esta vez será más fácil. El presidente posee enormes prerrogativas en materia de inmigración, y su equipo, para evitar otro batacazo, ha limado las principales aristas.

La antigua orden impedía la entrada durante 90 días de prácticamente todos los visitantes de Irán, Irak, Libia Somalia, Sudán, Siria y Yemen. También congelaba por cuatro meses la admisión de refugiados e indefinidamente en el caso de los sirios.

La magnitud de esta prohibición desató una multitudinaria protesta. Decenas de aeropuertos fueron ocupados y una ola de repulsa internacional se elevó contra la Casa Blanca. Pero fueron los tribunales quienes torcieron el brazo a Trump. Una corte federal suspendió la aplicación de la orden ante el riesgo de que, mientras se decidiese la cuestión de fondo, el daño que pudiese causar fuese mayor que sus beneficios.

Aunque en un primer momento la Casa Blanca manejó la idea de retirar la prohibición, la estrategia final ha sido defender la antigua en los tribunales y poner sobre la mesa una nueva, diseñada especialmente para sortear el escrutinio judicial. Para ello, siempre según las primeras versiones, levanta la restricción indefinida a los refugiados sirios, aunque mantiene la de 120 días para el resto, saca de la lista a Irak y permite la entrada a quienes ya dispongan de visado desde antes del 27 de enero, permiso de residencia (green card) o doble nacionalidad.

El cambio acaba con las inverosímiles situaciones generadas por la primera medida. Como la de ciudadanos con residencia legal y familia en Estados Unidos que después de unas vacaciones veían prohibida su vuelta a casa. O trabajadores iraquíes que habían arriesgado sus vidas ayudando al ejército estadounidense en sus guerras y que, de pronto, eran rechazados en la frontera.

El nuevo veto sortea estos casos y amplía la discrecionalidad de la Administración para admitir excepciones. Pero no abandona las tesis originales. En el solemne discurso del pasado martes ante el Congreso, Trump recordó que iba a “tomar fuertes medidas para proteger la nación del terrorismo islamista radical”. Hoy, los portavoces oficiales han insistido en la misma idea: "Los Estados Unidos tienen el sistema migratorio más generoso del mundo, pero ha sido repetidamente explotado por los terroristas y otros actores maliciosos que tratan de hacernos daño".

"Aunque hayan retirado a Irak, volvemos a estar ante un veto a los musulmanes. No se explica por qué esos países son más peligrosos que otros", señala la Asociación Americana de Abogados de Inmigración.

El secretario de Seguridad Nacional, el general John F. Kelly, ha argumentado que la lista corresponde a naciones que carecen de filtros suficientes para evitar amenazas a Estados Unidos. Pero los propios informes de inteligencia de su departamento indican que ese supuesto peligro no está justificado y que, aplicando el criterio empleado con dichas naciones, la lista negra debería ampliarse a 26 países.



yoselin

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