Tras Bambalinas

Narro al rescate, el priista que no lo parece

2017-03-08

El PRI de Enrique Peña Nieto no tiene un precandidato con posibilidades de competir en las...

Jorge Zepeda Patterson, El País


El secretario de Salud y exrector de la UNAM podría ser el as bajo la manga para el partido


Si vas a perder el poder es mejor entregarlo a un conocido que a un enemigo. Esa parecería ser la consigna que se está abriendo paso en Los Pinos de cara a las elecciones presidenciales de México el próximo año. El PRI de Enrique Peña Nieto no tiene un precandidato con posibilidades de competir en las urnas ante Andrés Manuel López Obrador, el líder de la izquierda. Los sondeos de intención de voto, incluso, delegan al partido en el poder al tercer sitio en las preferencias electorales.

Las fichas que Los Pinos puso sobre la mesa para perfilar como posibles candidatos, simplemente no cuajaron o resultaron fusibles quemados. Luis Videgaray (exsecretario de Hacienda y ahora poderoso canciller), Aurelio Nuño (secretario de Educación) y José Antonio Meade (actual secretario de Hacienda) fueron perdiendo posibilidades por una razón u otra. Todos ellos serían hoy una fórmula condenada a la derrota en una boleta electoral.

El mejor situado de los precandidatos originales es Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y gran rival de Luis Videgaray en el Gabinete. Ambos arrancaron el sexenio como los dos delfines de Peña Nieto, brazo izquierdo y brazo derecho. Pero Videgaray terminó ganando esa contienda. Con el pretexto de encabezar los esfuerzos del Gobierno para negociar y enfrentar a Donald Trump, el canciller funge prácticamente como vicepresidente y ha logrado alejar a Osorio del corazón y del oído de Peña Nieto. Y, por lo demás, tampoco es que Osorio sea un contendiente al que se le den posibilidades de vencer a los candidatos de la oposición.

Pero la rivalidad y el encono nunca deben ser subestimados. Bajo la consigna de hacer cualquier cosa antes que entregar el poder a Osorio o a López Obrador, Videgaray ha encontrado una opción fresca: José Narro, secretario de Salud y exrector de la UNAM.

Si bien el doctor no forma parte del primer círculo que rodea a Peña Nieto y se integró al Gabinete apenas en enero de 2016, Narro podría ser el as bajo la manga para el partido en el poder. En condiciones normales nunca sería un candidato del PRI a la presidencia. Por un lado, por cuestiones de edad. En caso de triunfar, tomaría posesión justo al cumplir 70 años y su apariencia ciertamente no es la de un hombre joven. Desde Adolfo Ruiz Cortines en 1952, que juró a los 62 años de edad, México no ha tenido un presidente que supere los 58 de Vicente Fox. Y desde Porfirio Díaz, hace más de un siglo, nadie mayor de 70 ha gobernado el país.

Pero el triunfo de Donald Trump, septuagenario, cambia todos los parámetros. Narro es seis meses más joven que el republicano. Y si el PRI se decanta por el exacadémico para competir en las urnas, la maquinaria electoral seguramente esgrimirá el argumento de que el país necesita un hombre maduro y sabio para enfrentar a su contraparte.

Ciertamente Narro no forma parte de la cúpula, pero tiene una virtud insuperable. Es el miembro del Gabinete con más popularidad en 2017. Es al único al que no se identifica con la fracción en el poder y con las prácticas de corrupción asociadas a ella. Y eso es oro molido para la lucha electoral que se avecina. Su nombre, incluso, había sido incluido en la lista informal de posibles candidatos ciudadanos para las próximas elecciones.

Narro ha logrado forjarse una imagen de académico gracias a su larga trayectoria en la UNAM, pero en realidad es un político de oficio. En el pasado fue subsecretario en Gobernación y en Salud, y fungió como presidente de la Fundación Siglo XXI del PRI, instituto ideológico del partido. En suma, Narro es un priista para los priistas, pero no lo es para la población abierta. La mejor de las virtudes, en este momento. Y en el Gobierno esperan que la siga siendo dentro de nueve meses, cuando tenga que ser tomada la decisión de la candidatura oficial. Por lo pronto, una corriente de optimismo vuelve a circular en Los Pinos. Mejor perder el poder ante manos amigas que ante la oposición o un exaliado resentido.



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