Sin Vergüenza

Las casitas del barrio alto

2017-03-22

La abrumadora mayoría de los políticos mexicanos vive en las Lomas y en Polanco,...

Jorge Zepeda Patterson, El País

Diputados con sueldos oficiales modestos han encontrado la forma de construirse mansiones

Se puede acusar a los políticos de muchas cosas, menos de no ser hogareños. Muchos de ellos han puesto en riesgo sus carreras con tal de hacerse de una casita para la familia. O bueno, de una casota y si pueden ser varias aún mejor. A la familia no se le escatima. La residencia en la Lomas para mostrar al mundo que ya no se es un pobre político (o un político pobre, que es igual según Hank González, uno de ellos); la casa de playa para evitar que esposa e hijos sufran penosas e indignas aglomeraciones en Semana Santa y navidades; la de montaña en pueblo mágico para la necesaria reflexión y recogimiento familiar. Y, desde luego, la de Miami o San Antonio, el plan B en caso del inevitable exilio que entraña la ingrata política.

Aunque a decir verdad, antes de tornarse ingrata, la política suele ser harto generosa con todos ellos. La abrumadora mayoría de los políticos mexicanos vive en las Lomas y en Polanco, "las casitas del barrio alto", diría el chileno Víctor Jara, donde el metro cuadrado más austero vale alrededor de 3,000 dólares.

Para ponerlo en perspectiva, con esos precios el presidente del país, que por ley es el funcionario con el mayor sueldo nominal, podría adquirir un cuarto de 24 metros cuadrados cada año. Esto es, si dedicara absolutamente todos sus ingresos a la encomiable tarea de dotar de casa a los suyos.

Resulta verdaderamente notable que diputados que ganan menos de la mitad del sueldo presidencial hayan encontrado la forma de construirse mansiones y penthouses que valen el equivalente a sus ingresos a lo largo de varias vidas. Desde luego hay algo casi religioso en el oficio político, que permite la multiplicación de los panes en tales proporciones.

Muchos de ellos han pagado un alto precio por estas muestras de amor doméstico. Alejandra Barrales, la actual presidente del PRD, el otrora partido de izquierda, es la última de una interminable fila de políticos a los que se les han encontrado inmuebles de valor aparentemente inexplicable: en su caso un apartamento en Miami valuado en un millón de dólares. Tengo que pensar en el futuro de mi hija, aseguró cuando Univision divulgó el hallazgo; es fruto de muchos años de trabajo, agregó la exlíder sindical de las azafatas.

En descargo de la dirigente del PRD habría que decir que sus equivalentes en otros partidos no salen mejor librados. El presidente del PRI, Enrique Ochoa, se ha vacunado contra cualquier revelación periodística afirmando que su fortuna procede de una flotilla de taxis. Por su parte, Ricardo Anaya, el joven dirigente del PAN, cuestionado por la fortuna que supone instalar a su familia en Atlanta, ha dicho que sus ingresos proceden de la renta de unas bodegas. Hasta donde yo sé, ninguno de ellos ha explicado cómo es que terminaron con bodegas y taxis convertidos en mina de oro. Como tampoco hay explicación de la forma en que buena parte de los gobernadores del país se han hecho acreedores a cuantiosas fincas en Estados Unidos. La lista divulgada en la prensa es interminable. Y sólo para abrir boca: Padrés de Sonora, Medina de Nuevo León, Yarrington de Tamaulipas, Duarte (ambos, Veracruz y Chihuahua), Murat de Oaxaca (ambos, padre e hijo), Borge de Quintana Roo y un largo etcétera. Y si incluimos los prestanombres a los que recurren otros, abarcaríamos la mayor parte del territorio nacional.

Sin olvidar, por supuesto, los casos convertidos en emblemáticos en el sexenio. La casa blanca, que involucró a la primera dama, Angélica Rivera, que fue el principio del fin de la popularidad de Enrique Peña Nieto, o la casa de Malinalco, de Luis Videgaray, que mató las aspiraciones presidenciales del hombre más poderoso del régimen.

En los años noventa, cuando los capos del cártel de Sinaloa tomaron residencia en Guadalajara aseguré que la policía sólo tenía que ir a las tiendas distribuidoras de jacuzzis para enterarse de dónde vivían: cada vez que se aprehendía a un narco importante, se le encontraba una bañera monumental en casa. Hoy en día a la fiscalía anticorrupción le bastaría con asomarse a los registros públicos de la propiedad en Florida, Texas y California. Allí encontrará las muestras del enorme amor de los políticos para con la familia.



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