Internacional - Población

La devastación después del deslave en Mocoa

2017-04-04

La capital provincial en las montañas al sur del país fue devastada el sábado...

Nicholas Casey, The New York Times

José Estrella se puso un pañuelo contra la boca antes de comenzar a hablar. El aire en la morgue en Mocoa estaba llena con el olor a muerto, dijo, incluidos su hermana y sus dos sobrinos.

“Ahora los cuerpos se están descomponiendo porque están al aire libre”, dijo José, con voz temblorosa, mientras hablaba por teléfono. No podía recuperar los cuerpos de sus familiares, dijo, porque la morgue estaba llena de personas muertas y con poco personal.

Los cuerpos se acumulaban en Mocoa después del fin de semana, cuando un deslave dejó más de 250 muertos. El lodo y los restos volvían imposible ver lugares donde alguna vez vivieron familias. Los rescatistas seguían escarbando en busca de los muertos. Y familiares como José Estrella buscaban recuperar los cuerpos de sus seres queridos para ofrecerles una sepultura.

La capital provincial en las montañas al sur del país fue devastada el sábado por el alud, que hasta el momento ha dejado 262 muertos. Las lluvias torrenciales causaron que los ríos se desbordaran, lo que generó un torrente que allanó hogares y vecindarios enteros.

“La putrefacción empieza”, dijo Nixon Piaguaje, periodista de la radio local. El presidente Juan Manuel Santos reconoció que había algún “cuello de botella” en el proceso de ayuda, pero que pronto empezaría la reconstrucción completa de la ciudad.

La televisión colombiana transmitía el lunes imágenes de familiares buscando a sus hijos entre los escombros.

“Hice todo lo posible: le dije a mi hijo que no me soltara, y respondió que no lo haría”, dijo Yuri Narváez a la televisora Caracol. “Pero llegó la corriente”.

Piaguaje dijo que habían tantos cuerpos que nadie podía enterrarlos todos. “Cuando alguien encuentra un cadáver, lo lleva al cementerio y solo lo deja ahí”, dijo. Decenas de cuerpos seguían al aire libre.

Para la tarde del lunes, José todavía no había podido recuperar los cuerpos de sus familiares en la morgue. En la espera, recordó cómo fue llegar al vecindario de San Miguel en busca de su seres queridos tras enterarse del deslave.

Encontró a los rescatistas sacando los cuerpos: primero su hermana, cerca de los restos de la casa, y luego las dos hijas de esta, una de ocho años y la otra de apenas cinco meses.

Desde entonces, dijo José, lo acecha el olor a muerte.

“Se huele a cientos de metros”, dijo. “Hay gente que se desmaya cuando abre las bolsas y los cuerpos están podridos”.



yoselin

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