Editorial

Ahora, Estocolmo

2017-04-08

Apenas dos semanas después del atentado en el puente de Westminster en Londres -ayer...

Editorial, El País

Apenas dos semanas después del atentado en el puente de Westminster en Londres —ayer precisamente falleció la mujer que cayó al Támesis—, el ciego dedo del terrorismo ha señalado ahora a la capital de Suecia.

Las personas que paseaban por Drottninggatan, una de las principales calles comerciales de Estocolmo, y fueron testigos de cómo un camión de reparto atropellaba a varias de ellas y se empotraba contra un centro comercial, eran el mismo objetivo terrorista que quienes en ese mismo momento caminaban por las calles de París, Bruselas, Madrid o Roma. Todos los ciudadanos están en el punto de mira de un terrorismo que pretende hacer tambalearse, mediante el miedo y la imprevisibilidad, los pilares de las sociedades libres.

El método elegido para estos ataques —vehículos grandes lanzados contra grupos de civiles en zonas peatonales situadas en lugares significativos o muy concurridos— no responde en absoluto al azar o la improvisación. El camión de cerveza con el que ayer se asesinó a varias personas en Estocolmo, el tráiler con el que se mató a 86 en Niza o aquel con el que se causaron 12 víctimas mortales en un mercadillo de Navidad en Berlín habían sido robados previamente con el fin de convertirlos en las armas de las que, afortunadamente, los terroristas parecen carecer gracias a la eficacia de las medidas tomadas en estos últimos años.

Estos atentados responden a una estrategia planificada para hacer sentir inseguros a los ciudadanos precisamente en aquellos espacios públicos más frecuentados y que más asocian a sus actividades de ocio. Por eso constituyen un acierto las medidas adoptadas por Ayuntamientos españoles como Madrid y Sevilla, entre otros, para reforzar las medidas de seguridad durante la Semana Santa que, aunque no oficialmente según el calendario, ayer por la tarde comenzó para millones de españoles y visitantes.

La prohibición de circular impuesta a grandes vehículos —con las lógicas pero controladas excepciones—, la instalación de obstáculos y la intensificación de la vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad son medidas molestas, porque restringen la libertad de circulación de los ciudadanos y alteran la fisonomía de espacios urbanos emblemáticos. Sin embargo, son inevitables y deben contar con el respaldo de todos.



JMRS
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