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Alarma en Francia: la ultraderecha más cerca del poder

2017-05-04

Más allá de la cuestión meramente electoral, quedó demostrado el avance...

Por Luisa María González

París, 4 may (PL) La clasificación de la ultraderechista Marine Le Pen para el balotaje en las elecciones presidenciales levantó alarmas en casi toda Francia, mientras derrotarla a cualquier precio se vislumbra como el gran objetivo hacia la segunda vuelta.

Aunque el resultado era esperado, pues durante meses los sondeos pronosticaron su triunfo en la primera ronda de votaciones, la constatación de la victoria (en segundo lugar, por detrás del centrista-liberal Emmanuel Macron) no dejó de sorprender a políticos, personalidades y ciudadanos.

Más allá de la cuestión meramente electoral, quedó demostrado el avance del partido ultraconservador Frente Nacional (FN): Le Pen logró el voto favorable de más del 21 por ciento de los electores, equivalente a siete millones 679 mil personas, una cifra nunca antes alcanzada por su partido.

Solo en una ocasión, en el año 2002, el FN consiguió llegar a la segunda vuelta, pero en ese momento el entonces líder Jean-Marie Le Pen (padre de Marine) apenas acaparó el respaldo de cuatro millones 800 mil electores.

Asimismo, para la segunda vuelta el panorama también luce muy diferente: en 2002 Le Pen padre solo logró cinco millones 525 mil votos y pasó de un 16,86 por ciento en primera vuelta a 17,79 en el balotaje.

En las elecciones actuales, se pronostica que Le Pen hija llegue a un 40 por ciento del apoyo en segunda ronda, un progreso de casi 20 puntos respecto a la primera.

Si bien esos números no le alcanzan para ganar y todos los sondeos vaticinan el triunfo de Macron, el panorama es visto con preocupación por numerosos políticos, intelectuales y analistas, ante la capacidad de la actual representante del FN para arrastrar a una parte del electorado no mayoritaria, pero sí importante.

Algunas claves permiten explicar el fenómeno de la popularidad creciente de una formación que en sus primeras décadas de existencia (fundada en 1972) estuvo asociada al racismo extremo, la violencia sectaria e incluso el fascismo.

En primer lugar, sobresale el empeño constante de Le Pen precisamente por despojar al FN de esa imagen de partido neofascista, con acciones como llegar a apartar de las filas a su propio padre y fundador de la organización, Jean-Marie Le Pen, a causa de unos pronunciamientos muy polémicos sobre el Holocausto.

Esa política de trabajo, iniciada desde que Marine Le Pen asumió la dirección en 2011, implica no aceptar a nadie que pueda tener posturas negacionistas sobre lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial.

Todo el mundo sabe que yo rompí con mi padre por declaraciones de ese tipo. Que las cosas estén muy claras: yo aborrezco esas tesis, no acepto que alguien pueda defenderlas, declaró recientemente en la televisora BFMTV.

Otra línea de trabajo de Le Pen es articular un discurso de patriotismo enardecido en defensa del pueblo francés, principalmente lo más desfavorecidos, una estrategia que ha dado frutos, sobre todo en el contexto de la crisis económica.

Así lo demuestra un reciente estudio de Ipsos Sopra-Steria sobre los perfiles de los votantes.

Según el sondeo, la representante del FN logra un respaldo mayoritario de los hombres, los trabajadores de 35 a 64 años, los agricultores, los empleados, los obreros, los desempleados, los integrantes de hogares con ingreso mensual menor a tres mil 500 euros, el mundo rural y los pueblos con menos de 10 mil habitantes.

Frente a ese proceso de renovación, los representantes de los principales partidos alertan que en el fondo el FN sigue siendo una formación contraria a los principios de la República francesa.

De acuerdo con el presidente François Hollande, una eventual victoria de Le Pen pondría en peligro la concepción plural de Francia, la unidad de la nación, la pertenencia a Europa y su lugar en el mundo.

En numerosas ocasiones el mandatario ha alertado sobre el riesgo divisionista que entrañan algunas de sus posturas, como el rechazo a la inmigración y la propuesta de que París abandone la zona euro.

Por otro lado, líderes de izquierda y sindicalistas también se posicionan en contra de Le Pen y rechazan su insistencia en presentarse como la representante del pueblo.

En declaraciones a Prensa Latina, el líder de la Confederación General del Trabajo en la región Ile de France (región parisina), Pascal Joly, afirmó que la ultraderecha intenta seducir al electorado presentándose como defensora de la clase trabajadora, pero sabemos que no es así, porque la historia muestra que son representantes del capital, no de los obreros.



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