Espectáculos

El Chapo, la tentación del narco bueno

2017-05-06

Guzmán Loera es mostrado como una especie de antihéroe, similar al tratamiento que...

Andrés Rodríguez, El País

La imagen la ha visto todo el mundo. Joaquín El Chapo Guzmán Loera espera ser transportado a la cárcel de El altiplano. Está senado en un helicóptero con matrícula ANX 2226 de la Marina en el hangar de la Procuraduría General de la República. Fragmentos de distintos noticieros del globo reproducen la noticia en español, inglés, francés y japonés sobre la recaptura en 2016 del hombre más buscado del mundo. Tres policías federales lo escoltan de brazos y lo toman por el cuello. El líder del cártel de Sinaloa viste un pantalón deportivo y una camisa azul marino. Mira a las cámaras cuando un uniformado le hace girar la cabeza hacia los lentes de los periodistas. El sello de la Fiscalía de la imagen va desapareciendo y se fusiona con la figura del actor Marco de la O, que encarna al narcotraficante en la televisión. El capo extiende sus manos y alza la cabeza para que le tomen el retrato de su ficha policial. Así comienza el primer episodio hecho por Univision y Netflix.

La producción explora tres décadas de la vida de Guzmán Loera. Desde 1985, cuando era un miembro de bajo nivel del cártel de Guadalajara, su ascenso al poder y su última caída. El primer episodio pone en evidencia los primeros signos de la ambiciosa y violenta personalidad de El Chapo en su afán de convertirse en uno de los patrones de Miguel Ángel Félix Gallardo, El jefe de jefes. Para cimentar su imperio, tratará de probar su valía en su primer trabajo ante nadie menos que el entonces rey de la cocaína, Pablo Escobar. “Este resultó berraco, o como dicen ustedes: chiquito pero picoso”, le dice Escobar, con tono burlón, durante uno de los primero diálogos que sostienen.

En su primera hora de metraje, El Chapo comparte muchas similitudes con Narcos en cuanto a la producción, los detalles de la época, la acción, el realismo crudo y algo de humor desfachatado. La miniserie sitúa al espectador durante el auge del cártel de Guadalajara y el arresto de Rafael Caro Quintero, uno de los narcotraficantes más famosos de México, acusado de asesinar al agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar y su piloto, Alfredo Avelar.

Siguiendo esos sucesos, la serie –en sus primeras pinceladas- se toma en serio la aproximación periodística que pretende brindarle a la ficción. La historia, escrita por Silvana Aguirre, Carlos Contreras y Alejandro Almazán, trata de desarrollar una perspectiva más amplia del mundo del narcotráfico, cómo este se entrelaza por casi 30 años con la historia de México y los elementos que permiten que surja una figura como la de El Chapo.

Guzmán Loera es mostrado como una especie de antihéroe, similar al tratamiento que recibió Escobar en Narcos. Con su vida pendiendo de un hilo y la obligación moral de atender una crisis familiar, El Chapo se encuentra en un frenesí en el primer episodio, que transcurre con una fórmula que hace recordar 24, el thriller de Jack Bauer, protagonizado por Kiefer Sutherland.

Univision apuesta en grande para atrapar al espectador desde el primer minuto. No se guarda persecuciones, actos despiadados, avionetas cargadas de cocaína y el desfile de autoridades mexicanas corruptas, miembros del ficticio Partido Trabajador Institucional (PTI), un guiño poco disimulado a la clase política del partido gobernante en México, el PRI. Es difícil definir a partir del primer episodio si la subtrama familiar de Guzmán Loera, que incluye situaciones y personajes que serán introducidos más adelante, tienen como objetivo humanizar al capo, que no parpadea para desenfundar su arma y eliminar cualquier obstáculo que se interponga con sus objetivos.



JMRS

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