Nacional - Política

La disputa electoral para gobernar el Estado de México y sus implicaciones presidenciales

2017-05-07

Pero este año la campaña está muy reñida, lo que parece prefigurar una...

Kirk Semple, The New York Times

Las acusaciones y los escándalos han surgido rápidamente en la amarga campaña electoral que actualmente se libra para elegir a la persona que gobernará al Estado de México, el más poblado del país. Compra de votos. Pagos. Alianzas con rufianes. El uso ilegal de fondos públicos. El uso de la fuerza al mejor estilo mafioso.

En otras palabras, lo habitual en este estado donde cada seis años hay elecciones a gobernador que se han convertido en el mayor premio de todas las votaciones estatales.

Durante muchos años, el resultado de esta elección estatal se ha considerado como un elemento influyente en la elección presidencial, porque le proporciona un gran impulso al partido victorioso, fondos para la campaña e influencia política sobre el estado más grande del país. Y este año eso parece hacerse evidente de una manera particular.

Durante más de 80 años, el gobierno del Estado de México ha estado bajo el control del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Con cada victoria, esa agrupación ha reafirmado al estado como su bastión político. Su candidato ganó las últimas elecciones estatales en 2011 con más del 61 por ciento de los votos.

Pero este año la campaña está muy reñida, lo que parece prefigurar una tendencia similar para las elecciones presidenciales del próximo año en las que se escogerá al sucesor de Enrique Peña Nieto, miembro del PRI.

La marcada impopularidad de su mandato, que dura seis años, está afectando los planes del PRI para conservar tanto la oficina del gobernador del Estado de México como la presidencia.

El hecho de que el PRI corra el riesgo de perder las elecciones en Estado de México es muy significativo si se toma en cuenta que Peña Nieto es nativo de ese estado y además fue su gobernador antes de ganar la presidencia.

Pero la corrupción desenfrenada, el bajo crecimiento económico, el aumento de la violencia y las respuestas del gobierno ante la agresividad del presidente estadounidense Donald Trump han erosionado el apoyo al presidente mexicano y a su partido, contribuyendo a que la oposición política tenga mejores perspectivas en las próximas instancias electorales.

Por ahora, pareciera que el más beneficiado ha sido el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) liderado por el político populista Andrés Manuel López Obrador, quien ha intentado aprovechar el sentimiento nacionalista contra Trump criticando las reacciones de Peña Nieto y presentándose como un fuerte defensor de la soberanía mexicana.

López Obrador, de 63 años, lidera algunas encuestas de las elecciones presidenciales del próximo año y su popularidad ha ayudado a impulsar a los candidatos de su partido a nivel regional.

En la campaña del Estado de México, dos encuestas difundidas a fines del mes pasado mostraron que la candidata de su partido, Delfina Gómez Álvarez, de 54 años, tenía una pequeña ventaja sobre el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Alfredo del Mazo Maza, de 41 años.

Las elecciones se realizarán el 4 de junio. También hay campañas para elegir a los gobernadores de los estados de Coahuila y Nayarit, pero en el Estado de México las apuestas —y las recompensas— son mucho más grandes.

“Sería una gran gran pérdida para el PRI”, dijo José Merino, analista político de Ciudad de México. Merino consideró que el impacto de una derrota en el estado afectaría los planes del partido para retener la presidencia. “No sería un jaque mate, pero sería un jaque”, dijo Merino.

El Estado de México rodea a Ciudad de México y ha absorbido la mayor parte del impresionante crecimiento demográfico de la región capital en las últimas décadas. De alguna manera es un microcosmos del país que encarna sus extremas contradicciones socioeconómicas.

“Es un estado muy muy diverso”, dijo Vidal Romero, jefe del Departamento de Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México. “Tiene lugares con mucha riqueza —individuos, empresas, industrias— y tiene sitios de enorme pobreza”.

El estado tiene una población de más de 16 millones de personas, alrededor de un 14 por ciento de la población del país, y su economía se basa en actividades como la fabricación de productos, el comercio y la agricultura. En su paisaje se conjugan desde las montañas hasta los barrios pobres.

Al igual que todo México, este estado lucha contra la creciente violencia y una corrupción incesante, aspectos que los opositores de Del Mazo usan para criticar su candidatura y al PRI. Sus adversarios lo han convertido en el símbolo de los privilegios políticos, una persona cuya victoria en las urnas perpetuaría el control dinástico de las instancias gubernamentales más poderosas de la nación. Del Mazo no solo es hijo y nieto de exgobernadores del Estado de México, sino que también es primo de Peña Nieto.

Josefina Vázquez Mota, de 56 años, es la candidata del Partido Acción Nacional (PAN) y se refiere habitualmente a Del Mazo como “el primo del presidente”. “Hoy por culpa del PRI, por los excesos de las mismas familias de siempre, estamos en primer lugar en inseguridad, en corrupción y también en feminicidios”, dijo Vázquez Mota durante un reciente debate televisado.

Aunque la elección es vista ampliamente como un referendo sobre el desempeño del Partido Revolucionario Institucional, también es una gran prueba para el Movimiento Regeneración Nacional. López Obrador, ex jefe de gobierno de Ciudad de México y candidato presidencial en dos oportunidades, fundó Morena en 2014 y se ha convertido en el nuevo líder de la izquierda política del país. Su mensaje populista critica a la élite gobernante y a la corrupción desenfrenada, la violencia y la desigualdad de México.

Aunque su partido no logró ganar ninguna gobernación el año pasado, tuvo un gran desempeño en las tres elecciones disputadas y ganó escaños en las votaciones locales. Diversos analistas consideran que una victoria en el Estado de México le proporcionaría un gran impulso a las ambiciones nacionales de Morena.

Su candidata es Delfina Gómez Álvarez, de 54 años, una exdirectora de escuela que en 2012 entró en la política convirtiéndose en alcaldesa de Texcoco, su ciudad natal, y luego fue congresista. Es hija de un albañil y ha recibido el apoyo de muchos votantes que se identifican con sus orígenes humildes y ven como una ventaja su relativa inexperiencia en la política.

“Su imagen es impecable para sus fans: es una mujer de un barrio obrero”, dijo Fernando Dworak, analista político de Ciudad de México. Pero en su candidatura se evidencia la enorme influencia de López Obrador.

El líder de Morena ha hecho diversas apariciones durante la campaña electoral de Gómez, y en esos momentos su enorme popularidad se ha manifestado con ovaciones y multitudes apasionadas que lo rodean. Es recibido con cantos que corean: “¡Presidente! ¡Presidente! ¡Presidente!”.

López Obrador ha vinculado explícitamente la campaña del Estado de México con sus aspiraciones presidenciales. En un evento electoral de la candidatura de Gómez celebrado en Cuautitlán, una pequeña ciudad al norte de la capital, el dirigente dijo que una victoria en el estado de México sería “un eslabón de la cadena que se está construyendo para sacar a México del atraso y al pueblo de la pobreza”.

Pero dos videos divulgados a fines de abril por el diario El Universal muestran a una candidata de Morena a una alcaldía del estado de Veracruz aceptando fajos de dinero en efectivo para, supuestamente, apoyar a la campaña de López Obrador, lo que constituye una violación de las leyes electorales. La candidata se retiró de la campaña y López Obrador definió el episodio como una operación para desacreditarlo.

La oficina federal encargada del control y las investigaciones de las campañas electorales ha estado presentando decenas de acusaciones de delitos electorales. Hasta el 15 de abril los funcionarios habían abierto 164 investigaciones, casi el doble del número de casos que se investigaron en la campaña de 2011.

Los partidos de oposición han acusado al gobierno de Peña Nieto de intervenir en la campaña con diversas acciones como la realización, en los últimos meses, de más de 100 visitas al estado por parte de miembros del gabinete para promover varios proyectos y beneficios gubernamentales. La directiva del Partido Revolucionario Institucional ha negado los cargos de malversación y dijo que todas las visitas eran legales y formaban parte de los esfuerzos del gobierno para proporcionar servicios públicos.

Una tarde hace algunos días, cuando las tres principales campañas hicieron visitas paralelas al municipio de Naucalpan, en la frontera noroeste de Ciudad de México, la maquinaria electoral del PRI fue particularmente evidente.

Al principio de la tarde, varios cientos de personas acudieron a un barrio obrero para ver a Gómez y a López Obrador hablando desde una tarima situada entre unos edificios y un arroyo lleno de basura. La respuesta fue entusiasta pero contenida.

Más tarde, la caravana de Vázquez Mota entró en otro barrio obrero donde cientos de personas se habían reunido bajo una carpa. Había una gran banda en el escenario, un conjunto de percusión, siete zanqueros, un luchador profesional enmascarado y una bailarina de carnaval casi desnuda. Aun así, gran parte de la audiencia estaba tranquila, incluso somnolienta.

Sin embargo, el PRI llevó su espectáculo a otro nivel. En un barrio de clase media, incluso en medio de una jornada de trabajo, varios miles de personas se reunieron bajo una enorme carpa que cubría más de la mitad de un campo de fútbol. La multitud era un mar de carteles de campaña, pancartas y globos; muchos asistentes llevaban los colores o la parafernalia del partido.

Media hora antes del evento, los cánticos y la música ruidosa se oían desde varias cuadras de distancia. Del Mazo fue recibido con un rugido ensordecedor de la multitud y la música estridente de los conjuntos de percusión.

Aunque el candidato comenzó su discurso, los tambores y cánticos siguieron durante varios minutos, por lo que tuvo que hacer una pausa.

“¡Alfredo! ¡Alfredo! Alfredo”, tronaba la multitud. “¡Vamos a ganar! ¡Vamos a ganar!”, coreaban en ese momento. En ese lugar, no había nada que hiciera pensar que estaban equivocados.



JMRS