Internacional - Política

Arabia Saudí reivindica su liderazgo en el islam

2017-05-21

Tanto Al Qaida como Daesh, líderes del terrorismo global, beben de la escuela wahabí,...

(abc.es).- La monarquía de los Saud ha descubierto un nuevo yacimiento de petróleo con la decisión de Donald Trump de convertirla en primer destino de su viaje inaugural al extranjero. Arabia Saudí reivindica su posición privilegiada no solo en la lucha contra el islamismo radical -primera razón del interés de Washington en este viaje- sino también en el pulso por ser la potencia de referencia en Oriente Próximo. Un privilegio que Riad considera casi innato -por ser cuna del islam y guardián de sus dos lugares más sagrados, La Meca y Medina- y que desde hace tiempo le trata de arrebatar Irán.

Su condición de primera potencia mundial del petróleo confiere a Arabia Saudí un lugar de preeminencia en el trato con Occidente. El régimen saudí sabe que necesita diversificar su economía, completamente dependiente del crudo, y ha lanzado un gran proyecto, que denomina Visión 2030, para crear un tejido industrial, del que carece, y sobre todo para incorporar a los saudíes al mercado del trabajo. Gran parte de la masa laboral del país trabaja en el sector público, mientras que el privado está inundado de inmigrantes, especialmente asiáticos.

En el terreno geoestratégico, el régimen suní de los Saud está volcado en los conflictos bélicos regionales para servir de contrapeso del Irán chií. Riad participa en la guerra de Siria, del lado de Estados Unidos y otros países de la región, para derribar el régimen de Al Assad; lidera en gran medida la guerra civil en Yemen -donde se solapan diversos conflictos-, en la que Riad encabeza su propia coalición militar árabe; y actúa indirectamente en las guerras de Irak y de Libia.

En el terreno de la lucha contra el terrorismo islámico, la actitud saudí es rehén de sus propias contradicciones internas. La dinastía saudí ama el comfort y la tecnología y sabe que ambas pasan por el comercio con Occidente, y al mismo tiempo sostiene su legitimidad social sobre el pacto con la secta suní wahabí, quizá la más radical del islam. Tanto Al Qaida como Daesh, líderes del terrorismo global, beben de la escuela wahabí, aunque en sus programas figure el derrocamiento de la monarquía saudí por su «complicidad con los infieles occidentales». Quince de los diecinueve terroristas del Once de Septiembre eran saudíes, y nadie cree que, desde entonces, Arabia Saudí haya hecho nada por rectificar el caldo de cultivo en el que se formaron y que hoy prolongan las universidades y escuelas coránicas del reino.

Donald Trump ha elegido Arabia Saudí para ratificar su posición preeminente en el mundo árabe y musulmán. En Riad pronunciará su discurso conciliador dirigido a todo el islam, y su convicción de que la mayoría de las capitales árabes quieren incorporarse a su nueva estrategia (aún desconocida) para destruir a Daesh y Al Qaida. Trump renovará la histórica alianza comercial con Riad -cristalizada en los 2,400 millones de dólares anuales en ayuda militar, ligeramente inferiores a la que EU concede a Israel-, y dará garantías a los Saud de que su Administración impedirá la aplicación de la «ley del 11-S», que permite a familiares de las víctimas del terrorismo de Bin Laden querellarse también contra miembros de la dinastía saudí.



JMRS

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