Reportajes

¿Podemos pronosticar dónde atacarán los terroristas?

2017-06-20

Recientemente, el Secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Kelly advirtió...

Por: Brian Michael Jenkins / Newsweek

Analistas y funcionarios de inteligencia se reúnen periódicamente para anticipar lo que podrían hacer los terroristas del mañana.

¿Acaso amenazarán con la destrucción masiva mediante armas nucleares o pandemias mundiales con patógenos de diseño?

¿Acaso las ciudades serán contaminadas con bombas sucias?

¿Los terroristas hábiles en cuestiones tecnológicas sabotearán remotamente las redes de energía eléctrica u otra infraestructura vital a través de Internet?

¿Los terroristas son capaces de desencadenar pulsos magnéticos que destruyan los aparatos eléctricos, reduciendo a la sociedad moderna, excesivamente dependiente de la tecnología, a una película de Mad Max?

¿Derribarán aviones comerciales con misiles portátiles o los harán estallar con bombas miniaturizada escondidas en computadoras portátiles o quizás implantadas quirúrgicamente?

¿Atacarán a las multitudes en estadios con drones que transporten granadas de mano, ántrax o un simple polvo blanco para desatar un pánico mortal?

¿O habrá un surgimiento masivo de fanáticos individuales que estrellen camiones contra peatones, que ataquen restaurantes con machetes y lleven a cabo otros ataques primitivos pero prácticamente imposibles de pronosticar?

Las situaciones son innumerables y desconcertantes. Todas las anteriores han sido analizadas públicamente. Y si se les han ocurrido a los analistas, podríamos pensar que también se les ocurrirán a los terroristas que llenan la Internet con sus ambiciosas fantasías.

Algunas de ellas son pretensiones de omnipotencia que hacen sentir bien a sus autores; otras, apoyan la campaña de los terroristas para infundir miedo.

Pocas pueden desestimarse completamente. Si los secuestradores del 9/11 hubieran sido arrestados una semana antes del ataque, es posible que su plan hubiera sido descartado como un complot demasiado exagerado, que es lo que era en realidad.

Recientemente, el Secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Kelly advirtió recientemente que si los estadounidenses supieran lo que él sabe acerca del terrorismo, “nunca saldrían de su casa”, un mensaje desalentador por parte de un general de cuatro estrellas de la Marina estadounidense.

Existen varias formas mediante las cuales los analistas tratan de dar un vistazo hacia el futuro. Una de ellas consiste en analizar las tendencias del terrorismo mismo y ver hacia dónde podrían llevarnos.

La extrapolación no simple funciona. De acuerdo con datos de la Base de Datos Global sobre el Terrorismo, de 1970 a 2001, el número de víctimas mortales en los peores ataques terroristas aumentó un orden de magnitud cada 10 a 15 años, culminando con los ataques del 9/11, en los que murieron miles de personas.

Muchas personas supusieron inmediatamente después del 9/11 que los terroristas continuarían aumentando sus ataques en órdenes de magnitud, impulsando a los analistas a visualizar situaciones con decenas e incluso cientos de miles de muertes. El número de víctimas en esa escala solo puede alcanzarse mediante el uso de armas biológicas y nucleares, lo cual se convirtió en una presunción.

Otra forma de ver el futuro consiste en tratar de pronosticar el estado de los asuntos mundiales y examinar de qué manera podrían influir en la trayectoria del terrorismo.

Los analistas anticiparon acertadamente que la invasión estadounidense a Irak movilizaría nuevas cohortes de extremistas jihadistas, pero muchos de ellos pensaron erróneamente que el levantamiento de elementos anarquistas como consecuencia de la crisis económica de 2008 podría revitalizar al extremo violento de la izquierda, pero no fue así. Se espera que los conflictos en Siria y las áreas adyacentes sigan siendo fuentes de futura violencia terrorista.

Un tercer enfoque consiste en analizar la forma en que los terroristas podrían aprovechar las nuevas tecnologías en línea.

Hace unos años, nos preocupaban los misiles tierra-aire, que casi nunca habían sido utilizados por los terroristas, pero pasamos por alto la Internet. Esta última, que en ese entonces estaba en su infancia, tendría un profundo impacto en las comunicaciones, los procesos de reclutamiento y las estrategias de los terroristas, lo cual pone de manifiesto que el terrorismo se relaciona principalmente con la manipulación de las percepciones. Actualmente, los analistas prevén que los terroristas utilizarán drones y se aprovecharán de la Internet de las Cosas.

Un cuarto enfoque consiste en tratar de pensar como terroristas y plantear situaciones de ataques futuros.

Esta es una manera de evitar la falta de imaginación, pero en ocasiones, las posibilidades se interpretan erróneamente como pronósticos. A principios de la década de 1980, opiné que los terroristas podrían volar aviones secuestrados y estrellarlos contra edificios de gran tamaño. No necesité tener dotes adivinatorias para esta opinión: en 1972, varios secuestradores amenazaron con estrellar un avión secuestrado contra las instalaciones nucleares de Oak Ridge, Tennessee. Con el paso del tiempo, repetí la idea únicamente como una posibilidad.

En cualquier revisión de lo que podamos haber pronosticado sobre la trayectoria futura del terrorismo en el pasado debemos mostrar humildad. Hace 50 años, ¿quién iba a saber que en las siguientes décadas se presentaría el enorme crecimiento del terrorismo en su forma contemporánea? Uno de los principales sucesos fue la Guerra de los Seis Días de 1967, que llevaría a la ocupación de Cisjordania por parte de Israel, lo cual contribuyó al crecimiento del terrorismo palestino.

¿Quién hubiera podido pronosticar en 1977 que surgiría el extremismo islámico en la forma de la revolución iraní, que nacería el extremismo chiíta apoyado por Irán en Líbano, y que la escalada de la violencia terrorista con enormes vehículos bomba y ataques suicidas se convertiría en algo rutinario?

El Medio Oriente seguirá siendo una de las fuentes principales de preocupación para Estados Unidos durante esta década, y Washington podría recurrir cada vez más a la fuerza militar para tomar represalias por los ataques contra infantes de marina estadounidenses en Líbano, atrapar a los secuestradores terroristas que escapan de Egipto, y disuadir a Libia de apoyar ataques terroristas que le han costado la vida a muchos estadounidenses.

En 1987, era difícil que algún análisis pronosticara la caída de la Unión Soviética en 1989, la cual cambiaría de manera fundamental el entorno político del mundo y afectaría de manera importante el curso del terrorismo.

Para 1997, al Qaeda ya había declarado la guerra a Estados Unidos, pero en 1998 se produciría una notable escalada en esa campaña, la cual culminaría con los ataques del 9/11 que llevarían a la Guerra Mundial contra el Terrorismo, un enorme esfuerzo global que continúa hasta el día de hoy.

¿Y quién hubiera podido prever en 2007 los levantamientos que se produjeron en todo el mundo árabe en 2011, los cuales distrajeron a los gobiernos, crearon nuevas oportunidades para los jihadistas y condujeron a la guerra civil en Siria y al surgimiento de ISIS?

Entonces, ¿qué podemos decir en 2017?

El terrorismo se ha convertido en una forma de conflicto armado, la cual habrá de persistir. Sin embargo, el crecimiento mundial en el volumen del terrorismo resulta engañoso. Dicho crecimiento refleja la invención de la categoría de terrorismo, una mejor difusión de la información en todo el mundo y el uso de tácticas terroristas en conflictos irregulares, lo cual actualmente es algo rutinario.

Aunque el terrorismo es un fenómeno mundial, fuera de las zonas de conflicto, donde las campañas terroristas constituyen únicamente un aspecto de las guerras en curso, los ataques terroristas solo se presentan ocasionalmente. En 2015, más de 55 por ciento de todos los ataques ocurrieron en Irak, Afganistán, Pakistán, India y Nigeria, mientras que 74 por ciento de las víctimas mortales ocurrieron en cinco países: Irak, Afganistán, Nigeria, Siria y Pakistán.

El terrorismo sigue estando concentrado en el Medio Oriente y áreas circunvecinas del norte de África y del este de Asia. Es probable que los conflictos actuales en esas áreas persistan y sigan siendo la fuente principal de la amenaza terrorista. Para Estados Unidos, el terrorismo y la política sobre el Medio Oriente están unidos inextricablemente.

Los sucesos externos al terrorismo pueden tener un efecto enorme en el curso de este último; por ejemplo, la Guerra de los Seis Días y la de Vietnam fueron catalizadores de las protestas y, finalmente, de la violencia; la revolución iraní, la invasión soviética de Afganistán y el surgimiento del extremismo islámico, la caída de la Unión Soviética, la Primavera Árabe.

Nuestros peores miedos no se han materializado. Los terroristas han usado muy pocas veces armas químicas o biológicas y cuando lo han hecho, los ataques no han resultado muy eficaces. Ha habido un incidente de terrorismo radiológico, realizado más como un golpe publicitario, y tampoco se han utilizado armas nucleares. Sin embargo, la posibilidad de la catástrofe sigue resultando atractiva, por lo que muchas personas afirman que no se trata de si los terroristas utilizarán tales armas, sino decuándo lo harán.

El arsenal de los terroristas ha cambiado muy poco. Los bombardeos todavía constituyen tres cuartas partes de los ataques terroristas. Algunas bombas se han vuelto más sofisticadas. En los ataques terroristas siguen utilizándose armas automáticas o semiautomáticas no muy distintas a las que se usaban hace medio siglo.

Entre las innovaciones tácticas se encuentran los bombarderos suicidas, los bombarderos suicidas múltiples, los ataques cada vez más al azar y el uso de vehículos en atropellamientos múltiples. Esto refleja el reclutamiento de miembros remotos con capacidades limitadas, lo cual es, en sí mismo, una consecuencia del uso de las redes sociales.

El terrorismo parece haber escalado de manera horizontal y no vertical. En lugar del uso de armas de destrucción masiva, se ha producido una proliferación de ataques de bajo nivel, lo cual resulta frustrante pero ciertamente es preferible. El truco será utilizar lo que conocemos actualmente acerca del terrorismo para pronosticar y prevenir nuevos ataques.



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