Reportajes

El sueño de la reunificación languidece en Corea del Sur 

2017-07-06

Las dos Coreas están divididas por una frontera artificial situada en el paralelo 38 desde...

Xavier Fontdeglòria, El País


"Lo que me importa es poder conseguir un trabajo con un buen sueldo que me permita vivir. Para mí [Corea del Norte] es como si no existiera. No me interesa la unificación, somos muy distintos", asegura Yoon Young-ju, de 20 años y estudiante de Economía en la Universidad de Yonsei, en Seúl. Su opinión, entre la indiferencia y el hastío, está en línea con lo que muestran las encuestas: si a principios de siglo casi un 80% de los surcoreanos veían la unión con el norte como algo "muy necesario", este porcentaje se sitúa actualmente en el 40%. Y entre los más jóvenes apenas llega al 20%. La desconexión es tal que cabe la posibilidad de que, de llegar este momento crucial, la mayoría de la sociedad lo rechace.

Las dos Coreas están divididas por una frontera artificial situada en el paralelo 38 desde 1953, después de tres años de guerra y tras la firma de un armisticio que nunca desembocó en un tratado de paz. La historia de un pueblo que había convivido durante siglos quedó abruptamente truncada. Pero de esto hace ya casi siete décadas. Las viejas generaciones van cediendo el paso a jóvenes que han crecido en una sociedad que casi nada tiene que ver con la que se criaron sus abuelos y sin vínculos emocionales con el norte. Del alrededor de diez millones de familias que quedaron separadas en un lado y otro de la península en 1953, ahora solamente permanecen unas 140,000.

La esperanza de una reunificación en la península se avivó durante el mandato de Kim Dae-jung, presidente surcoreano entre 1998 y 2003, que abogó por una política de acercamiento al país vecino. De esa época surgieron los grandes proyectos de cooperación económica conjunta y hasta una histórica cumbre entre ambos líderes. Pero el aumento de la tensión por el programa nuclear norcoreano y casi una década de ejecutivos conservadores en el sur que han optado por la mano dura ha derribado cualquier esperanza de reconciliación a corto plazo. El nuevo presidente surcoreano, Moon Jae-in, es partidario de volver a abrir la puerta al diálogo y la administración dedica muchos recursos para educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de la reunificación, pero estos esfuerzos no parecen surtir efecto de momento.

"Los jóvenes no están interesados ni en el pasado, ni en la historia, ni en resolver la cuestión norcoreana", reconoce a este periódico Lee Kwan-sei, vicepresidente del Institute for Far Eastern Studies (IFES) de la Universidad de Kyungnam durante un encuentro con periodistas extranjeros invitados por Korea Foundation, un organismo vinculado al Ministerio de Asuntos Exteriores surcoreano. El centro en el que trabaja este experto tiene una rama de estudios de Corea del Norte que nació durante el periodo de acercamiento entre ambos países, un programa hoy en horas bajas por la poca demanda.

Más allá del poco vínculo emocional y la disparidad de sistemas políticos, otro elemento clave que provoca el recelo entre los jóvenes es el coste de una posible unificación. Los estudios al respecto arrojan cifras muy dispares debido al uso de distintas metodologías y la opacidad que rodea los datos norcoreanos. Pero dos puntos se dan por seguros: se trataría de un coste inmenso a corto plazo y Corea del Sur es quien debería asumirlo.

Seúl ha estudiado detenidamente el caso alemán a la hora de buscar vías para plantear el suyo si llega el momento. Pero el punto de partida actual es muy distinto: cuando Alemania se reunificó, el PIB per cápita de la parte occidental era 1,5 veces superior al de la oriental. En la península coreana, en cambio, hay que multiplicar por 22. Y si entonces había casi cuatro alemanes en el oeste por cada uno de los que vivían en el este, la ratio en la península es de dos surcoreanos por cada norcoreano.

La posibilidad de tener que sacrificarse para ayudar al vecino escuece en un país donde el gasto social representa solamente el 10,4% del PIB -la cifra más baja de entre todos los miembros de la OCDE- y la desigualdad es la más alta del continente. "Bastante trabajo tenemos para llegar a fin de mes como para preocuparnos de otros. El Gobierno debería primero atajar los graves problemas de esta sociedad antes de ayudar a Corea del Norte", afirman tajantes Seon y Kim, una pareja de treintañeros que viven en la capital.

"Los diplomáticos tenemos que ser optimistas y creer que finalmente podremos lograr la reunificación, pero el cuándo y el cómo es otra historia", reconoce Ko Yunju, subdirector del Departamento de Asuntos norcoreanos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Sur.

Los expertos abogan por una apertura del régimen norcoreano como solución al distanciamiento entre ambos países. "Creo que si favorecemos los intercambios culturales, académicos, culturales o económicos, el interés en Corea del Norte aumentará. Los jóvenes se darán cuenta de que la reunificación puede traerles beneficios", explica el profesor Lee. Además, apunta, el fin del aislacionismo podría estimular rápidamente la economía norcoreana, con lo que ante una futura unificación el coste no sería tan grande. "Corea del Norte tiene recursos naturales y mano de obra abundantes, mientras que el sur el capital y la alta tecnología. Los beneficios económicos de esta sinergia serán enormes", dice.

La joven Yoon sigue sin verlo claro al ser preguntada sobre el potencial de una Corea unificada. "Estos beneficios serán principalmente para dos grupos: la población norcoreana y las élites del sur. Quizá es egoísta decirlo, pero tengo la sensación de que pagaremos la fiesta de otros".



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