Entre la Espada y la Pared

El islam entre nosotros 

2017-08-15

No es ésta la única sima intelectual del libro. Alba Rico pretende convencernos de...

FERNANDO PALMERO / El Mundo

Furibundo antisionista (que es la forma desplazada que desde 1948 adopta la histórica judeofobia de la izquierda), Santiago Alba Rico publicó hace un par de años un desvergonzado panfleto en el que culpabiliza a Israel y a EU de la actual ofensiva yihadista. Sin la política 'imperial' norteamericana y la creación del Estado de Israel, dice, nunca habría sido existido esta reacción. Porque el problema no es el islam, afirma, sino "el instrumento de conocimiento e intervención occidental", practicado desde la época colonial, al que Alba Rico llama islamofobia. Y con la vehemencia irreflexiva propia de quien fue un joven marxista y ha encontrado en el atril de Podemos una forma de seguir anclado en la adolescencia, convertido, además, por fin, en maestro para los nuevos populistas, concluye: "A quien realmente se asemeja Israel, por su ideología y sus prácticas, es al Estado Islámico (...) Mientras Europa y EU no lo comprendan y sigan apoyando a Israel no habrá paz ni democracia ni justicia en esta región del mundo; mientras nuestros medios de comunicación no traten igual a Israel y al EI no habrá paz ni justicia ni democracia en la región". Desaparecido Israel, es decir, arrojados los judíos al mar, como epílogo de un holocausto inconcluso, desaparecerá el problema.

No es ésta la única sima intelectual del libro. Alba Rico pretende convencernos de que en Túnez, el velo, "como la barba progre antifranquista", podía expresar "públicamente la resistencia" al régimen de Ben Alí y al "imperialismo occidental en el que se apoyaba". Y para reforzar su insólito hallazgo, que califica sin rubor de feminista, esgrime los argumentos de una activista de Hizbulá que dice que para quitarse el velo, para liberarse, primero hay que ponérselo, esto es, someterse.

Pero más allá del delirio de Alba Rico, lo cierto es que nuestra mirada hacia la cultura islámica está cargada de prejuicios, no tiene en cuenta la diversidad de países en los que se practica y está muy condicionada por la urgencia política del momento, la inmigración y el terrorismo islámico. Cuando hablamos del islam solemos hacerlo a través de estereotipos fáciles que nos impiden acercarnos a una realidad que ha venido a instalarse de manera inevitable en nuestras vidas.

Bajo el título de El islam en el siglo XXI, la editorial Encuentro acaba de publicar una sugerente conversación entre Fernando de Haro y el islamólogo Samir Khalil Samir, con la intención de desentrañar la complejidad del islam, o "los islam", como dice el prestigioso jesuita egipcio.

Como toda religión, la islámica ha sufrido profundos cambios a lo largo de la historia, pero en torno al siglo XIV, explica Samir, se impuso la tesis de que el Corán es increado, es decir, "palabra divina caída en manos de Mahoma", de tal forma que "cada coma, cada acento, cada vocal son sagradas y no se pueden tocar". Y esto la convierte en una religión inflexible que ha sustituido el carácter narrativo del texto por el normativo. Hay escuelas teológicas que pretenden superar este bloqueo, pero hasta entonces, y en aras de una convivencia siempre conflictiva, los Estados europeos no pueden renunciar a uno de sus trascendentales logros históricos: el Estado de Derecho. Todos debemos someternos por igual a la ley. Sin excepciones culturales. Hombres y mujeres, indistintamente ciudadanos. Porque la sharia no es cultura.



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