Mensajería

Predicación de Jonás en Nínive

2017-09-09

Clamen a Dios con fuerza, y vuélvase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en...

Del Libro de Jonas, Capítulo 3, Versículos 1-10

Vino palabra del Señor por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. Y Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra del Señor. Y Nínive era una ciudad sumamente grande, de un recorrido de tres días. Jonás comenzó a recorrer la ciudad camino de un día, y proclamaba, diciendo: Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada.

Y los habitantes de Nínive creyeron en Dios, y proclamaron ayuno y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por decreto del rey y de sus grandes, diciendo: Ni hombre ni bestia, ni buey ni oveja prueben cosa alguna; no pasten ni beban agua, sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios con fuerza, y vuélvase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. ¡Quién sabe! Quizá Dios se vuelva, se arrepienta y aparte el ardor de su ira, y no perezcamos.

Y vio Dios sus acciones, que se habían apartado de su mal camino; entonces se arrepintió Dios del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

Una reacción inesperada al mensaje de juicio

¿En qué sentido era Nínive una “gran ciudad” para Jehová, y qué nos revela esto sobre él?

Jehová veía a Nínive de manera muy distinta a como la veía Jonás. La Biblia dice que “Nínive misma era una ciudad grande ante Dios”. Y en el libro de Jonás, Jehová la llama tres veces “la gran ciudad”. ¿Por qué la consideraba tan importante?

Nínive era una ciudad sumamente antigua, pues fue una de  las primeras que Nemrod fundó después del Diluvio. Aquella metrópoli, que probablemente englobaba a otras ciudades, era tan grande que atravesarla a pie tomaba unos tres días. Sus majestuosos templos, imponentes muros y demás edificios le daban un aspecto impresionante. Pero no era esa la razón por la que Dios la consideraba importante. Lo que en verdad le interesaba era la gente que vivía allí. Nínive era una ciudad muy populosa para aquel entonces. Y aunque sus habitantes se destacaban por su maldad, Jehová se preocupaba por ellos. ¿Por qué? Porque valora la vida de todos y cada uno de los seres humanos, y por eso desea que se arrepientan y dejen el mal camino.

Jonás veía en Nínive una enorme ciudad llena de maldad

Cuando Jonás llega a Nínive y ve su enorme población —compuesta por más de 120,000 personas—, es probable que se sienta aún más intimidado. Internándose en el bullicio de la ciudad, camina durante todo un día, tal vez en busca de un lugar céntrico para difundir su mensaje.

¿De qué forma logra comunicarlo?

A decir verdad, no lo sabemos exactamente. Puede que ya supiera hablar el idioma asirio o que Jehová le concediera dicha habilidad de forma milagrosa. También es posible que proclamara su mensaje en hebreo y se valiera de un intérprete que se lo tradujera a los ninivitas. Sea como sea, su mensaje es directo y no precisamente agradable: “Solo cuarenta días más, y Nínive será derribada”. El profeta habla con determinación y repite el mensaje varias veces, demostrando así su gran fe y valor. ¿No es cierto que los cristianos necesitamos hoy más que nunca esas cualidades?

El mensaje de Jonás era directo y no precisamente agradable a sus oyentes

El mensaje del profeta no pasa desapercibido. Seguramente, Jonás estaba preparado para una respuesta negativa, o hasta violenta. Sin embargo, ocurre algo totalmente inesperado: ¡la gente le hace caso! Sus palabras se extienden como la pólvora, y en poco tiempo la condena profética de Jonás está en boca de todo el mundo. Ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y  mayores..., todos se arrepienten de sus pecados. Incluso dejan de comer en señal de remordimiento. Finalmente, las noticias de la reacción del pueblo llegan a oídos del mismísimo rey.

Jonás necesitó fe y valor para predicar en Nínive

Al escuchar el mensaje de Jonás, el monarca también siente temor de Dios y se arrepiente. Se levanta de su trono, se quita sus espléndidas prendas de vestir, se viste con la misma ropa de tela áspera que se han puesto sus súbditos y se sienta “en las cenizas” en señal de duelo.

Luego emite un decreto junto con “sus grandes” —es decir, los nobles— para hacer oficial el ayuno que el pueblo inició. Ordena que todos se cubran con ese tipo de tela áspera, incluidos los animales domésticos. * Además, el rey reconoce con humildad la gran maldad y violencia de su pueblo. Al parecer, tiene la esperanza de que Dios vea su arrepentimiento y les tenga compasión, pues dice: “¿Quién hay que sepa si el Dios verdadero [...] se vuelva de su cólera ardiente, de modo que no perezcamos?”.

Reflexión

Hay críticos a quienes les cuesta creer que los ninivitas de repente se arrepintieran. No obstante, algunos especialistas bíblicos señalan que tal reacción encaja con el carácter cambiante y supersticioso de esas culturas antiguas. En cualquier caso, podemos estar seguros de que esas críticas no tienen fundamento porque el propio Jesucristo mencionó tiempo después que los ninivitas se arrepintieron (Mateo 12:41). Y sabía de lo que hablaba, pues cuando ocurrieron aquellos hechos, él estaba en el cielo y vio por sí mismo todo lo que pasó (Juan 8:57, 58). Lo cierto es que nunca debemos dar por sentado que las personas no pueden cambiar, por muy mala que nos parezca su conducta. Recordemos que solo Jehová sabe lo que hay en el corazón.



JMRS
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