Calamidades

Pasó Irma y nos quedamos con Trump" 

2017-09-11

A la entrada del recinto de casas baratas, Cristina Rosas, mexicana de 67 años se...

Pablo de Llano, El País

“Pasó Irma y nos quedamos con Trump", bromeaba Jorge A. este lunes por la mañana en Naples (Florida) tras salir indemne del paso del huracán Irma. Mexicano indocumentado de 19 años, en EE UU desde 2013 después de cruzar clandestino la frontera que quiere fortificar el jefe de la Casa Blanca, caminaba por su barrio obrero entre señales tumbadas, árboles con los cepellones arrancados de cuajo, asfalto inundado. "Estuvo fuerte, pero menos mal que no fue tan malo como decían. Y también hay que mirar lo bueno. Ahora vienen unos días con mucho trabajo". Jorge es jardinero, e Irma, para él, ya no es más que un mal sueño. La realidad ha vuelto y con ella la prioridad número uno de su familia: "Que no nos deporten".

En Naples el mayor tifón de la historia del océano Atlántico no aterrizó con una violencia tan extrema como se preveía. El ojo de Irma azotó la ciudad el domingo por la tarde con fases de tremenda virulencia en las que la visión del exterior desde las ventanas era la de una masa blanca compacta, un cúmulo indistinguible de viento ciclónico y lluvia torrencial.

El sistema eléctrico colapsó y las líneas de telefonía móvil y fija se cortaron. Los tres millones de habitantes de la zona metropolitana se atrincheraron y vivieron la tormenta guarecidos en sus casas, en refugios (al menos 15,000) o en hoteles como Robert Bourk, de 85 años, que salió en chanclas al patio a las ocho de la mañana, se fumó un cigarro y concluyó: "Qué demonios, pues seguimos vivos, ¿no?".

Este lunes las autoridades no habían reportado víctimas y todavía estaban calibrando los daños materiales. No había luz ni internet ni gasolina. Pero ni por asomo se concretaron las peores predicciones de las agencias meteorológicas de EE UU, que contemplaban inundaciones costeras de hasta cuatro metros de altura que habrían dejado miles de casas sumergidas. Irma llegó a Naples como huracán de categoría tres y al impactar se degradó a dos. Hubo vientos sostenidos de 160 kilómetros por hora, suficientes para partir troncos en dos, pero benignos si se compara con los 300 kilómetros por hora con que el monstruoso ciclón que nació junto a la isla africana de Cabo Verde y arrasó la semana pasada pequeñas islas del Caribe oriental como Barbuda o San Martín.

"Si el huracán llega a pasar por aquí con categoría cinco acaba con todo esto", decía el cubano Alexis Campos, de 55 años. "Pero esto es América y en una semana está todo arreglado". Con el día seminublado y con un bochorno enfermizo, avanzaba descalzo con el agua hasta las rodillas por Sunny Acres Mobile Village, un asentamiento de casas prefabricadas que se inundó hasta unos 40 centímetros de altura y en el que se desprendieron cubiertas de metal, como la de Regla Pino. Ella decía a este diario el sábado en vísperas de la tormenta que tenía miedo de perder su hogar -"espero que no salga volando"- y hoy, aunque lloraba por los destrozos que la empobrecerán más, respiraba dentro de lo malo: "Por lo menos aquí puedo seguir viviendo". Regla, que salió de Cuba en balsa, vive sola y trabaja en un supermercado por ocho dólares la hora, pensaba en su hijo Mijael, fallecido en enero en un accidente de tráfico. "Él me arregló el techo cuando se lo llevó otro ciclón. Era el que me alegraba. Ya todo se jodió". Y esperaba la llamada de su jefe. "Imagino que ya mañana me tocaba ponerme a trabajar otra vez".

A la entrada del recinto de casas baratas, Cristina Rosas, mexicana de 67 años se bebía un coco de una palmera que se había caído. "Ahorita tenemos sed", dijo. A su lado su sobrino seguía cortando cocos a tajadas de machete. "En mi casa se perdió el techo. Fue una voladera", contó Rosas, que explicó que había comprado la vivienda en marzo. "Tanto sacrificio y toda destruida".

En Marco Island, al sur de Naples, aterrizó Irma con fuerza cuatro y los daños han sido mayores. Se trata de una isla donde residen miles de ancianos jubilados de otros estados y con poder adquisitivo. A la entrada de la isla ya había sido izada una gran bandera nueva de EU que contrastaba con las enormes palmeras derrumbadas a los lados de la avenida principal. Destrozos serios, pero sin víctimas.

Tal vez uno de los restaurantes mejor valorados en Naples hoy a mediodía fuera la Taquería Cielito Lindo. "No íbamos a abrir, solo vinimos a desayunar, pero la gente nos empezó a pedir entrar y decidimos abrir para ayudar", dijo su dueña, Norma Ramos. Estaban cocinando con gas. Una fila de gente feliz con la temprana apertura de Cielito Lindo iba pidiendo su comida y pagando en efectivo. El concepto de felicidad en esta ciudad de Florida tras sobrevivir a Irma se podía resumir en el pedido de uno de los clientes: "Eight tacos and two quesadillas, please".



regina