Nacional - Población

México siempre está preparado para el día después de un terremoto

2017-09-21

Como en el aeropuerto, al oeste de la ciudad, más de 700,000 hogares sufrieron cortes de luz...

David Marcial Pérez, Marién Kadner López, El País

Con el aeropuerto a pleno rendimiento, luz eléctrica tras horas de apagón, bancos y comercios funcionando con normalidad, pero colegios y oficinas de Hacienda cerradas, Ciudad de México, una megalópolis de casi 10 millones de habitantes dramáticamente acostumbrada a los terremotos, recupera el aliento después del fuerte temblor que azotó el sur y el centro de la urbe durante el mediodía del martes.

“Ayer sí nos evacuaron, pero hoy en mi oficina hemos venido todos a trabajar”, dice Emilio Duarte, corredor de seguros, a la puerta de una edificio acristalado en Reforma, la principal arteria de negocios de la ciudad, que 24 horas después de la catástrofe –más de 200 muertos y miles de desalojados– tan solo se distingue de cualquier otro miércoles porque alguna grúa esta arreglando reventones en las fachadas. Sin embargo, la patronal no ha dado cifras del paro ocurrido este día. Muchos otros trabajadores no han acudido a sus oficinas por motivos de seguridad del edificio o porque la directiva prefirió que los empleados trabajaran en remoto cada uno desde casa.

Los bancos y la Bolsa abrieron en sus horarios habituales, según anunció la patronal bancaria y bursátil. Mientras que Hacienda y los colegios públicos –más de 200 escuelas han sido afectadas– decidieron cerrar este miércoles. Durante las tres primeras horas después de la sacudida, el aeropuerto echó el cerrojo por precaución y varios aterrizajes fueron derivados a los destinos más próximos, como Toluca o Acapulco. Las autoridades aeroportuarias confirmaron que 180 vueltos se vieron afectados. Las terminales sufrieron además cortes de luz que dificultaron las actividades de registro de pasaportes y control de equipajes.

Como en el aeropuerto, al oeste de la ciudad, más de 700,000 hogares sufrieron cortes de luz durante la tarde del martes, según datos de la empresa pública de electricidad. “No hubo luz ni internet durante todo el día”, contaba la mañana del día siguiente Oswaldo Moscoso, un treintañero de la colonia del Valle, en el perímetro de la nuez del seísmo. A menos de tres calles, varios edificios quebraron y se hundieron como castillos de arena. Cuando volvió la corriente, lo primero que hizo fue llamar a su hermana. Su edificio, en la colonia Escandón, había vibrado con fuerza y en la paredes se abrieron grietas. Su hermana, su cuñado y sus cuatro perros se quedaron en su casa anoche y seguirán con él durante unos días. “Nunca puedes prever el temblor, pero México siempre está preparado para el día después”, continúa Moscoso, aún con el recuerdo del crujido de hace dos semanas, el desastre de hace 32 años, o los zumbidos de la alerta sísmica de casi cada mes.

Ciudad de México está levantada en una zona inestable y en esta ocasión la ciudad ha vuelto a responder. La familia y los amigos siguen siendo la primera red de seguridad. El transporte público funcionó gratis durante las horas críticas. Taxis y servicios privados como Uber también tendieron la mano. El Gobierno de la urbe ha abierto más de una decena de alberges y centros de acopio donde bulle la acción solidaria.

Cadenas humanas y centros de acopio

El Parque de México, en la colonia Condesa, uno de los epicentros de la catástrofe, se ha convertido desde este miércoles en el corazón de la capital. Desde allí, cientos de voluntarios se organizan para bombear los víveres y materiales que llegan a los lugares más necesitados. Se asemeja a un campamento en plena guerra: unos carteles pintados señalan dónde ha de hacerse el acopio de cobijas, latas de conserva, agua…También hay espacio para productos de limpieza, cajas de cartón y bolsas de plástico, donde empaquetar los bienes de primera necesidad que luego transportaran a hospitales y las zonas más dañadas por el sismo, y tiendas de campaña.

De repente, en medio del silencio de largas cadenas humanas que transportan así todo lo que va llegando, se oye un gran aplauso. Un coche privado acaba de retirarse después de que toda la ayuda material que traía fuera descargada. Mientras arranca, los mismos voluntarios que ayudaron a recuperar los bienes aplauden por la hazaña y el orgullo de que todos se hayan encontrado allí, al pie del parque, los que trajeron los víveres y los que ayudaron a acopiarlos.

Rogelio Chávez, trabaja para Audi, hoy tiene el día libre y ha decidido dedicarse al transporte de paquetes de comida ya preparados de forma individual. Su empresa le ha dejado un carro de servicio y ahora, recién cargada la furgoneta de agua y alimentos, gracias a una cadena humana, se dirige con un compañero a las zonas hospitalarias. Chávez dice, con una sonrisa llena de pena y valentía, que lo hace “porque tenemos [los mexicano] un corazón lleno de coraje”.

A escasos metros del Parque de México, en las puertas principales del centro comercial Sears, ubicado en la Avenida de Insurgentes y cerrado este miércoles, también se han improvisado dos centros de acopio, donde predominan las botellas aguas, las mantas y muchas cajas de cartón empaquetadas de manera casera con lo que los donantes pudieron y decidieron que podría ser útil en estos momentos. Sentado en el suelo, el médico Flavio Domínguez cuenta que apenas llegó hace una hora, preguntó qué podía hacer y le pidieron dividir los medicamentos que habían recibido: analgésicos por un lado, astringentes, por otro. Gabriela Cruz, del Estado de México, es quien coordina esta base. Desde que empezaron a hacer acopio en esta puerta del centro comercial a las 14.00 del lunes, poco después del temblor, no se ha movido de allí y no piensa a hacerlo por ahora. “¿Qué necesitan?”, pregunta un vecino. “Faltan sobre todo cubrebocas, alcohol, agua oxigenada, cinta adhesiva, vendas y cuerdas”, enumera ella concienzudamente.



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