Tras Bambalinas

Los votos invisibles de Merkel 

2017-09-22

Más de un millón de refugiados llegados a Alemania gracias a la política de...

PABLO LÓPEZ BARBERO / El Mundo

Más de un millón de refugiados llegados a Alemania gracias a la política de puertas abiertas de la canciller confía en que su reelección sirva para regularizar su estatus

Todos los partidos coinciden en que hay que frenar las llegadas

Son muchos, pero el domingo su voz no será escuchada. Los cerca de 1,3 millones de personas que llegaron a Alemania desde 2015 como solicitantes de asilo no forman parte del censo electoral alemán, ni participan en actos de campaña ni son agasajados con las promesas de los políticos. La mayoría ni siquiera sabe cuánto tiempo más podrá quedarse en el país que les acoge. Pero tienen mucho que decir.

"Merkel nos dio la oportunidad de venir y nos ayudó. Los políticos de los países árabes nunca hicieron algo así", comenta el libio Hashem Kalefa. Él votaría a la Unión Democristiana (CDU), a pesar de que no sabe aún si podrá seguir viviendo mucho tiempo más en Berlín con su hijo, pues su solicitud de asilo ha sido rechazada. Su mujer y su hija siguen en Libia, sin visos de poder entrar a Europa, declara al diario Tagesspiegel.

"Tendría pánico si Angela Merkel no fuera la canciller", dice un joven eritreo al regional 'Mitteldeutsche Zeitung'. Él no ahorra elogios para la 'mutti', la 'mami' Merkel, como se la llamada cariñosamente en algunos círculos. "Alemania la necesita para seguir siendo un país fuerte", concluye.

Pero no todos ven en la mandataria esta suerte de 'mami' protectora. "Estamos retenidos en Alemania", se queja el iraquí Akil, que se pregunta por qué en su día le abrieron las puertas del país si ahora no le otorgan el anhelado permiso de residencia permanente. Ni pueden volver a su país porque es peligroso, ni pueden seguir su camino hacia otro lugar porque es ilegal. Un callejón sin salida en el que se encuentran miles de inmigrantes.

Con una papeleta imaginara, Akil votaría a los socialdemócratas de Schulz, dice. Para él y otros muchos refugiados permanece la duda de si algún día podrán realmente elegir a su canciller. Algunos que llevan más de una década en el país siguen sin obtener la nacionalidad, como Henedi Almmame, que considera un error la apertura de las fronteras. Para él, Merkel es la responsable de que los refugiados, antaño respetados, sean hoy objeto del racismo y la xenofobia.

La canciller, ante la insistencia de los medios y de sus propios votantes, se ha visto obligada a reiterar en esta campaña que la situación de 2015 no se volverá a repetir. Al igual que ella, todos los grandes partidos coinciden en que es necesario reducir las nuevas llegadas.

La CDU defiende las medidas aprobadas en los últimos meses encaminadas a endurecer el derecho de asilo y agilizar las expulsiones de los extranjeros que delincan. Pero para ello es fundamental aclarar quién tiene derecho de asilo y quién no, y eso, hoy en día, depende de la procedencia. En este sentido, el caso de Afganistán genera controversia.

La formación conservadora quiere acelerar las expulsiones a ese país a pesar de las críticas de los socialdemócratas, Los Verdes y organizaciones como Amnistía Internacional, que denuncian que no son legítimas las deportaciones a un lugar en guerra. Pero el Gobierno alemán sostiene que allí hay regiones seguras y mantiene en firme su apuesta. Hace una semana Berlín confirmó la deportación de ocho afganos, todos ellos condenados por delitos comunes.

Merkel ha rechazado proponer un límite concreto a la entrada de refugiados, en contra de su socio de gobierno la CSU, que exige no superar la barrera de 200,000 por año. El establecimiento de cuotas de entrada fue un tema que levantó ampollas en plena crisis migratoria y estuvo a punto de romper la alianza CDU-CSU.

No obstante, la verdadera presión la ejerce en este ámbito el partido xenófobo AfD, que según pronostican todos los sondeos se convertirá este domingo en la primera formación ultraderechista que llega al Bundestag. La AfD sostiene que no es posible "dar asilo a todas las miserias de este mundo", en palabras de su líder, Alexander Gauland, y lo que hay que hacer es defenderse de "invasiones" de personas procedentes de culturas "ajenas".

El partido xenófobo propone una cuota mínima anual de expulsiones y rechaza frontalmente el derecho a reagrupación familiar. Muchos de los refugiados llegaron solos con la esperanza de que más tarde pudieran emigrar también sus familias. Aunque en un principio este derecho se respetó, actualmente está muy restringido y de cara a la próxima legislatura todos los partidos salvo la ultraderecha se comprometen a avanzar en este ámbito.

El aspirante socialdemócrata, Martin Schulz, cuyo partido es miembro de la gran coalición y por tanto copartícipe de la actual política migratoria, se esfuerza por marcar distancias con la CDU. El SPD pone el acento en la integración de los recién llegados y propone que los refugiados que lleven en Alemania dos años, tengan trabajo y no cuenten con antecedentes policiales tengan derecho a permanecer indefinidamente en el país.

Pero coincide con el partido conservador en aplicar mano dura sobre los que pesa una orden de expulsión. De los 1,3 millones de solicitudes de asilo acumuladas desde 2015 en Alemania, unas 750,000 se resolvieron positivamente para los peticionarios, pero hay más de medio millón de rechazados que teóricamente están pendientes de expulsión.

También preocupa la nula respuesta de los socios europeos a las exigencias de Berlín de comprometerse con la acogida de refugiados. El SPD propone que los países de la UE que admitan migrantes obtengan ayudas financieras de Bruselas. La CDU por su parte pretende continuar en sus esfuerzos para alcanzar a pactos con países africanos para retener la migración en origen, como ya hizo en la cumbre de París el mes pasado. Por el contrario, Los Verdes y La Izquierda abogan por derogar el tratado entre la UE y Turquía, que fue clave para contener la crisis de 2015, al dejar a Berlín supeditado a la voluntad de Ankara.

Recientemente Merkel afirmó que los alemanes deben sentirse "orgullosos" de su reacción humanitaria en lo más agudo de la oleada de los refugiados. Pero muchos discrepan. La integración preocupa en un país ha visto cómo se disparaba el número de extranjeros en la última década, primero como consecuencia de la crisis del euro y más tarde por la oleada migratoria. Según datos de la Oficina Federal de Estadística, un 22,5 % de la población actual en Alemania es de origen extranjero o inmigrante.



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