Internacional - Política

Ante el referéndum, los catalanes del no guardan silencio

2017-09-28

Varios vecinos declinan pronunciarse o dar su nombre. "Prefiero evitarme problemas, mira lo de...

Daniel BOSQUE / AFP

Una bandera catalana con un 'No' decora el balcón de Luis Filgueras. Es una excepción en esta región donde muchos contrarios a la independencia prefieren guardar silencio a escasos días del referéndum de autodeterminación prohibido por las instituciones españolas.

"Mucha gente piensa como yo, pero no se atreven a decirlo", asegura este obrero de 52 años, jubilado prematuramente por una enfermedad.

"Todo esto es un engaño, dicen que con la independencia será todo bonito, un camino de rosas. Pero será muy complicado, tendremos más gastos y ya veremos qué pasa con la economía, las empresas, las pensiones", subraya este vecino de La Canonja.

En las elecciones regionales de 2015, que dieron mayoría absoluta a los independentistas en el parlamento catalán, sólo un 23% de los votantes optaron por partidos secesionistas en este pueblo de 5,800 habitantes.

En cambio, las formaciones claramente antiindependentistas sacaron un 64%, su segundo mejor resultado en Cataluña.

- Miedo a ser señalado -

Pero en sus calles parece lo contrario. Banderas independentistas, pancartas con el Sí o mensajes con la palabra "Democracia" decoran su núcleo antiguo, donde se concentran los vecinos más independentistas.

Más en las afueras, en los barrios de casas unifamiliares y bloques de pisos donde se instalaron en el siglo XX trabajadores de otras partes de España atraidos por la potente industria de la zona, apenas se ven un puñado de banderas españolas.

A diferencia de los independentistas, que frecuentemente protagonizan enormes manifestaciones, los contrarios organizan escasas movilizaciones y las pocas que hay suelen convocarlas grupúsculos de ultraderecha. Por ello, muchos líderes de la oposición en Cataluña hablan de una "mayoría silenciosa".

En La Canonja, "los independentistas son pocos pero muy ruidosos", dice Filgueras, descendiente de andaluces.

"Y como los otros tampoco dicen nada, por miedo a que los señalen, nos ponen a todos en el mismo bote: +Los catalanes quieren la independencia+, pues yo no, soy catalán, soy español y quiero seguir siéndolo".

Varios vecinos declinan pronunciarse o dar su nombre. "Prefiero evitarme problemas, mira lo de Serrat", dice uno en referencia al famoso cantautor catalán Joan Manuel Serrat, criticado agresivamente tras atacar las formas de convocar el referéndum por parte del gobierno regional de Carles Puigdemont.

"Si te pronuncias por el no, puede parecer que estás de acuerdo con (el jefe de gobierno español Mariano) Rajoy y no es así. Para mí él ha agravado el problema", asegura Joaquín González, mozo de almacén de 35 años.

"Pero separarnos no es la solución. No quiero que esto acabe como la URSS o Yugoslavia, con todo de pequeños países".

- "Hartazgo" -

Desde el ayuntamiento, Roc Muñoz, alcalde desde hace 20 años, asegura que existe "hartazgo" ante este conflicto, que se alarga desde 2012 cuando el gobierno regional empezó a pedir un referéndum de autodeterminación rechazado repetidamente por Rajoy.

"La gente de aquí no está por estos temas. Tenemos una situación económica envidiable y los ciudadanos no necesitan aventuras, ni una Cataluña grandiosa e independiente", asegura.

Curiosamente esta salud económica le llegó al pueblo gracias a la separación en 2010 de la ciudad de Tarragona, a la que pertenecían como barrio desde 1965. Desde entonces, se benefician de 8 millones de euros recaudados directamente de varias multinacionales químicas instaladas en su término municipal.

"Lo hicimos de manera totalmente diferente. Nosotros no fuimos a chocar contra el poder y las leyes", defiende Muñoz, recordando que recorrió toda la región para conseguir los acuerdos necesarios para "independizar" el pueblo y convenció a sus vecinos para apoyarlo de manera casi unánime.

Como muchos alcaldes del partido socialista, contrarios a este referéndum, Muñoz no cederá locales para votar, hecho que les ha valido críticas y amenazas a varios compañeros de partido.

En La Canonja, las urnas deben instalarse en un instituto público dependiente del gobierno regional aunque está por ver si podrá abrirse y cuál será la participación. Entre los partidarios del no, la mayoría parecen optar por la abstención.

"Si finalmente dejan votar, que lo dudo, yo no pienso ir", asegura Javier Molina, desempleado de 61 años.

"No es una votación segura, la organizan los mismos que quieren la independencia, contarán ellos mismos los votos y sólo quieren que vayamos para que parezca un referéndum de verdad", añade.



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