Panorama Norteamericano

Deriva aislacionista

2017-10-12

Como ha resaltado al conocer la noticia la directora general saliente de la Unesco, Irina Bokova,...

Editorial, El País

La decisión tomada por Donald Trump para que Estados Unidos abandone la Unesco constituye una prueba más de la peligrosa estrategia del presidente estadounidense de retirar a la democracia más importante del mundo de organismos y acuerdos de carácter multilateral. No en vano, esta renuncia llega en paralelo a unas demoledoras críticas al acuerdo firmado con Irán en 2015 por seis países, entre ellos el suyo, que evitó la obtención de armas nucleares a corto plazo por parte del régimen de Teherán.

Como ha resaltado al conocer la noticia la directora general saliente de la Unesco, Irina Bokova, la labor de este organismo internacional es clave para reforzar los lazos de la herencia común de la humanidad. En este sentido, la decisión de Washington supone un golpe muy importante para este reputado y aceptado proyecto, sobre todo si otros países siguen el camino marcado por el inquilino de la Casa Blanca. Es cierto que no es la primera vez que EE UU se retira de la Unesco. Durante la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) ya protagonizó una medida similar tras acusar a la organización de seguir una política favorable hacia los intereses de la Unión Soviética. Ahora Trump aduce un constante sesgo antiisraelí en las decisiones adoptadas por el organismo. Pero mientras en el caso de Reagan su decisión podía responder a un movimiento táctico dentro de un gran tablero global donde el entonces presidente de EE UU nunca renunció a jugar, la decisión de Trump parece responder más a una falta de comprensión absoluta de la necesidad de estar presente en todos los escenarios del mundo donde se adopten importantes decisiones de cualquier tipo. Si las resoluciones de la Unesco referidas a Israel no le parecen aceptables a la Administración estadounidense, lo lógico sería que emplee su fuerza y su influencia desde dentro del propio organismo para evitarlas o contrarrestarlas. La silla vacía es siempre una renuncia y Trump debería entender el daño que hace a su país —y por el camino a sus aliados— con esta política crecientemente aislacionista.

Más alarmante si cabe es el idéntico rumbo que ha iniciado Trump respecto al acuerdo nuclear con Irán, cuya consecución el mandatario ya criticó durísimamente durante la campaña electoral y que ha colocado en el punto de mira desde que asumió la presidencia. No hay semana en la que no haga mención negativa a un tratado cuya primera consecuencia verificable fue la parada en seco del proyecto nuclear de carácter militar iraní y la rebaja inmediata de tensión en una región del mundo que no necesita precisamente que le añadan más tensiones. Ignorando de manera deliberada completamente esto, Trump dedica sus esfuerzos a denigrar el tratado, la última vez este mismo miércoles cuando aseguró en una entrevista que estaba “incompetentemente diseñado”. Es necesario advertir que la retirada de EE UU del tratado nuclear con Irán supondría un golpe demoledor a la estabilidad no solo en Oriente Próximo, sino en el resto del mundo. La peligrosa deriva aislacionista del presidente de EE UU puede salir muy cara.



regina
Utilidades Para Usted de El Periódico de México