Internacional - Política

Parricidio en Ecuador: el caso de Lenín Moreno y Rafael Correa

2017-10-13

El presidente no quiere ver a su gobierno como un simple interinazgo entre dos momentos...

Felipe Burbano, The New York Times

El relevo de liderazgo político dentro de Alianza País ha sido mucho más complejo y conflictivo de lo que imaginaron los intelectuales del movimiento y su militancia. Cinco meses después de la salida de Rafael Correa de la presidencia, tras diez años en el poder, se ha desatado una áspera disputa entre él y Lenín Moreno, su exvicepresidente y sucesor, que ha colocado al movimiento al borde de la división. El enfrentamiento muestra que a Moreno solo le quedaba la ruptura con Correa para generar una capacidad de gobierno propia, sin verse obligado a consultar o rendir cuentas de cada una de sus declaraciones y decisiones al expresidente y a la estructura de poder que este dejó montada dentro del gobierno.

La estrategia de Moreno para sacar a Correa –su padrino político– de la escena podría definirse como la del parricidio político. El presidente ha convocado a una consulta popular para que los ecuatorianos se pronuncien sobre si quieren o no mantener en la actual Constitución la figura de la reelección indefinida, introducida por Correa, para garantizar la posibilidad de volver al poder en las elecciones de 2021. Haber incluido esa pregunta entre las siete que deberán responder los ecuatorianos en las urnas muestra que para Moreno es una prioridad cerrar de modo definitivo el ciclo político del correísmo.

El presidente no quiere ver a su gobierno como un simple interinazgo entre dos momentos correístas: el de los últimos diez años y el que se abriría si Correa participará nuevamente como candidato y, a partir de ese momento, con la vigencia plena de la reelección indefinida. Busca sacar al caudillo del horizonte político de Ecuador y de ese modo gobernar sin el afán permanente de Correa de seguir siendo el líder irremplazable dentro de Alianza País y de la Revolución Ciudadana. Si triunfase el “Sí”, el expresidente Correa no podrá ser nuevamente candidato a la presidencia, tal como eran sus planes. Se trata de una oportunidad para romper el encadenamiento del proceso político ecuatoriano a la figura de Correa, es decir, a un ejercicio agresivamente personalista de poder y un estilo de liderazgo que obstaculiza la reconstitución de las instituciones democráticas desde una perspectiva pluralista y representativa.

La decisión de ir a un referéndum popular refleja también el optimismo que rodea a Moreno y sus ministros, muchos de ellos cuadros importantes de Alianza País, por la alta aceptación del presidente en los sondeos de opinión.

¿Qué llevó a Lenín Moreno a escoger el parricidio como vía de transición política? Una primera explicación viene desde el propio psicoanálisis: su identidad y autoridad como presidente no pueden constituirse plenamente si vive bajo la sombra de Correa como el gran padre de la Revolución Ciudadana y el caudillo del Ecuador. Correa ha demostrado ser incapaz de concebirse fuera del poder, y al mismo tiempo ha exigido lealtad absoluta a su persona y a su legado. Esta actitud condujo a Moreno al parricidio.

El segundo motivo es la lucha contra la corrupción. Moreno anunció en su discurso inaugural una cirugía mayor para enfrentarla en medio de las múltiples denuncias relacionadas con el caso Odebrecht, muy poco investigadas durante el gobierno de Correa. Como consecuencia de las indagaciones, hoy el vicepresidente Jorge Glas, figura cercanísima a Rafael Correa, se halla bajo prisión preventiva acusado de asociación ilícita. La detención de Glas ha dividido a los “aliancistas” entre quienes la consideran una persecución política del morenismo al correísmo, y quienes creen efectivamente que en el anterior gobierno no hubo controles políticos ni un manejo escrupuloso y limpio de los recursos estatales.

Correa ha demostrado ser incapaz de concebirse fuera del poder, y al mismo tiempo ha exigido lealtad absoluta a su persona y a su legado. Esta actitud condujo a Moreno al parricidio.

Otra causa de la ruptura han sido las constantes críticas del presidente al legado correísta. Moreno ha puesto en entredicho el manejo de la economía, la falta de transparencia y la ineficacia de muchas políticas públicas del gobierno anterior. También ha cuestionado al delirio mesiánico y la adicción al poder de Correa. Estos cuestionamientos han provocado la ira de los correístas para quienes la última década produjo cambios estructurales y sociales sin precedentes en la historia ecuatoriana. Y Correa simboliza esos cambios.

Por último, los divide la actitud amplia y democrática mostrada por Moreno para gobernar a través de una política de diálogo y mano tendida por fuera de las actitudes polarizadoras y maniqueas de su mentor y que involucra establecer relaciones con grupos sociales y políticos considerados por el correísmo como sus enemigos. Esta política de consensos es vista por los seguidores del expresidente como una traición a la Revolución Ciudadana.

La suerte de Moreno –y con ella también la del Ecuador– depende ahora del éxito que pueda alcanzar en la consulta de enero la siempre riesgosa estrategia del parricidio político. El mesianismo de Correa y sus constantes ataques al gobierno son los obstáculos a superar en la renovación emprendida por Moreno.

El presidente debe evidenciar que la superación del personalismo autoritario de la etapa anterior no significa una vuelta al pasado o una restauración conservadora, como aseguran quienes lo acusan de deslealtad.

Para alcanzar ese complejo desafío, el gobierno deberá mostrar que los acuerdos que se puedan alcanzar a través del diálogo no suponen abandonar tesis ampliamente defendidas por Alianza País, como la redistribución del ingreso, la autonomía del Estado frente a los grupos de poder y una activa política social teñida de un cierto nacionalismo.

Una excesiva alineación con las tesis de los partidos y organizaciones anticorreístas, o el ceder a las presiones de los grupos de interés para que se abandonen las políticas de los últimos diez años, pondría en peligro el apoyo de las bases de Alianza País que lo miran con simpatía pero que aún valoran parte del legado de la revolución.

A pesar de las diferencias entre los partidarios de Alianza País y los radicales anti-Correa, ambos quiere dar por cerrado el ciclo correísta de la llamada Revolución Ciudadana.
 



yoselin

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