Reportajes

JFK: Siete segundos y miles de enigmas sin resolver 

2017-10-23

En el asesinato del presidente, este nombre emerge como el centro de todos los grandes enigmas por...

ALBERTO ROJAS / El Mundo

Casi 54 años después del magnicidio más famoso de la Historia hay más preguntas que respuestas por contestar

Plaza Dealey de Dallas, 12:30 del 22 de noviembre de 1963. Bajo un sol texano y radiante, el Lincoln negro del presidente avanza descapotado y a 40 kilómetros por hora entre una multitud entusiasta. Gira y enfila la calle Elm bajando la velocidad. Se escucha la primera detonación desde una valla cercana, que falla el objetivo. Cuatro segundos después, el segundo tiro sí acierta en el cuello del presidente, que se tapa la herida con las dos manos. La bala alcanza también el cuerpo del gobernador John Connally. Tres segundos más tarde, según la película de Zapruder, llega el disparo mortal: el proyectil impacta en la cabeza de JFK. Una gran cantidad de masa encefálica acaba desparramada por el asiento del coche y el vestido rosa de Jackie Kennedy, que intenta escapar del coche por la parte trasera mientras un miembro de seguridad se lo impide. Media hora después, los médicos certifican la muerte del presidente y comienzan las preguntas, algunas de ellas aún sin responder muchas décadas después.

Lee Harvey Oswald, un tirador mediocre

En el asesinato del presidente, este nombre emerge como el centro de todos los grandes enigmas por resolver en el magnicidio de Dallas. Ex marine de notas mediocres como tirador y con personalidad esquizoide y disléxico, se formó como técnico de radar con acceso a información clasificada. En 1959 escapó a la Unión Soviética y se casó con la hija de un coronel de la KGB, que lo consideró siempre un enfermo mental. Todavía es un misterio el motivo por el que EU le permitió volver en 1962, plena Guerra Fría, a un desertor que podría haber compartido secretos militares con los rusos. A su regreso, se enroló en asociaciones anticomunistas a la vez que participaba en debates de televisión defendiendo el marxismo. En Dallas, donde vivía su familia, consiguió un trabajo en el almacén de libros desde donde, según la versión oficial, salieron los disparos que mataron a Kennedy. En el momento del magnicidio, salió como si tal cosa en medio del caos. En su camino, mató al policía J. D. Tippit, motivo por el que fue detenido en un cine de Texas, no por haber asesinado al presidente. Sus huellas estaban en un fusil Carcano M91/38, un modelo de carga manual, antiguo y lento, escaso de precisión. Para muchos especialistas, resulta un enigma cómo pudo acertar desde un sexto piso dos veces a un blanco en movimiento con tres disparos en siete segundos. Sobre todo, teniendo en cuenta que sus exámenes de tiro en los Marines demuestran que era un mal tirador.

Jack Rubinstein, un mafioso sin motivos

Ruby, como se le conocía en el submundo nocturno de Dallas, era un mafioso de poca monta que regentaba cabarets y garitos de dudosa reputación. Existen pruebas más o menos sólidas de que trabajaba como soplón para el FBI. Sin razón personal aparente, y en pleno directo de las televisiones estatales, consiguió colarse con un revólver en la comisaría, atravesar la multitud de policías y fotógrafos y disparar contra Oswald delante de todos. Con su asesinato, Oswald se llevó a la tumba todos sus secretos. Ruby aseguró que lo hizo por ahorrar a su viuda el mal trago de asistir a un juicio. Murió tres años después por cáncer de pulmón.

Abraham Zapruder, la memoria del magnicidio

Este fabricante de ropa femenina y exiliado ruso grabó uno de los dos vídeos existentes sobre el magnicidio de Dallas. Con una Bell & Howell recién comprada, buscó un lugar elevado y esperó que pasara la comitiva presidencial, sin saber que su secuencia se convertiría en la escena doméstica más visualizada y analizada de la Historia. Según declaró Zapruder a la comisión Warren que investigó el asesinato, el autor de los disparos se hallaba detrás de él, no en el edificio del almacén de libros donde se encontraba Oswald. Justo enfrente se encontraba Marie Muchmore, que también grabó otra película en color con una Keynstone donde puede verse grabando al propio Zapruder. El problema es que estaba a unos 40 metros de distancia y en la imagen se interponen los motoristas que escoltaban la comitiva. Pero el vídeo resulta relevante por un detalle: se aprecian las luces traseras encendidas en rojo del Lincoln, señal inequívoca de que el conductor frenó la velocidad entre el primer y el tercer disparo, lo que pudo ayudar al tirador.

William Kemp Clark, el médico que certificó la muerte

Era uno de los doctores del hospital Parkland Memorial, que tuvo que declarar la muerte del paciente que tenía en el quirófano número 1 y decirle a su viuda las siguientes palabras para la Historia: "Señora, su marido ha muerto". Antes de hacerlo, el equipo médico intentó por todos los medios salvarle la vida, misión casi imposible porque había perdido una gran cantidad de masa encefálica por el disparo en la cabeza. Le practicaron una traqueotomía de urgencia aprovechando el orificio de bala del cuello pero, al hacerlo, acabaron con una de las posibles pruebas de que no se trató de un tirador, sino dos. La autopsia, realizada a toda velocidad para que el cuerpo pudiera volar a Washington lo antes posible, revela "orificio de entrada" en la tráquea, no de salida. Este dato es clave, porque supone que ese disparo no provenía de atrás (Oswald desde el almacén de libros) sino de delante (el puente sobre la calle Elm, desde donde algunos testigos aseguraron haber escuchado disparos). Para hacer encajar todos los acontecimientos del rompecabezas, la investigación recurrió a la teoría de la bala mágica, un proyectil capaz de entrar y salir del cuerpo de Kennedy, quedar flotando en el aire entre los dos durante segundo y medio, y volver a entrar en el cuerpo de Connally para acabar saliendo por su muñeca. ¿Caso cerrado?



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