Testimonios

Jesucristo y el Reino

2017-11-06

En término estrictamente teológico, este lenguaje posee un carácter...

Alfredo María Pérez Oliver

 

Recuerdo la escena en la sinagoga de Nazaret, cuando después de leer el texto de Isaías, Jesús, ante el asombro de sus paisanos declara Esto que acabáis de escuchar se ha cumplido ¡hoy!

En término estrictamente teológico, este lenguaje posee un carácter “preformativo”. Quiere decir esta afirmación que va más allá de la simple comunicación.

Jesús anuncia y cumple lo que anuncia. Una novedad con una fuerza tal que transforma y renueva a la persona que la acoge y acepta. El Reino es la acción de Dios que salva a la totalidad de la persona y la proyecta hacia horizontes insospechados.

Se explica que los discípulos que no “nacen de nuevo” no entiendan ni comprendan que el tiempo de la espera ya se ha terminado. Y menos entiendan que lo que llega es muy distinto de lo que la mayoría, por no decir todos, esperan en Israel. Jesús  inaugura la era escatológica de la salvación: “Habiéndole preguntado los fariseos cuando llegaría el Reino de Dios, les responde: ‘El reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: Vedlo aquí o allá, por1ue el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lc.17,20-21)

Se entiende que el Reino se anuncia desde fuera, pero se recibe con alegría, se acoge y comienza una etapa de regeneración, de crecimiento, hasta llegar a  la plenitud por haber sido formados y transformados en Cristo Jesús. Pablo lo siente y lo explica con claridad: “…nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él he sacrificado y todas las tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo y vivir unido a Él …(Fil.3.8-9)”

El Reino también en la sociedad.

El Concilio afirma que “el reino ya está misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección” (G et Sp. 39.c)

Esta presencia explica que algunos comentaristas  llamen “Reino de Cristo” al tiempo comprendido entre el ya y el todavía no. Reservan la expresión “Reino de Dios” para el momento escatológico en estado de plenitud.

Sin embargo para evitar confusión, la mayoría de exegetas utilizan Reino de Dios que ya ha llegado, pero todavía no ha llegado a la plenitud que se realizará al final de los tiempos. Joachin Jeremías ha propuesto llamar a este modelo “escatología que se realiza”.

En este tiempo  del “ya” surge el conflicto con los fariseos, escribas y sumos sacerdotes. Pero ni una sola vez estos grupos le echan en cara que anuncie el Reino de Dios. Lo que provoca el conflicto es el modo como anunció El Reino y sobre todo porque el Reino que anuncia Jesús era todo los contrario a lo que pensaban y esperaban los poderes fácticos de aquella sociedad. Y así los poderes políticos, económicos y hedonistas de todos los tiempos siguen rechazando la Buena Noticia de Jesús.

Esta hostilidad no arredra a Jesús que sufre el rechazo de unos y la incomprensión de otros.  Según el cuento de D. Alexandre, se asombró de niño al ver que un poco de levadura hace fermentar  gran cantidad de la harina amasada, Y cuanto la vecina amiga, ya mayor, asustada por la reacción violenta de sus paisanos, aconseja a Jesús que no se meta en líos porque no podrá con tantos enemigos. Jesús le responde, que le enseñó de niño que un poco de levadura basta. Y sigue repartiendo esa levadura que cambiará al mundo, aunque  a través de los tiempos se manifiesten hostilidades de los enemigos  e incomprensiones de los de dentro. San Pablo lo siente en su alma “fuera luchas, dentro temores”.

La más Perfecta Discípula del Reino

El solemne anuncio que Jesús hace en la Sinagoga de que todas esas perspectivas del Profeta Isaías, se han cumplido “hoy”, viene precedido de una aurora infinitamente luminosa. El envío por amor del Padre del mensajero del Reino y que además personifica el Reino, porque todo el que crea en Él alcanzará la vida eterna:”Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna.”(Jn3,16)

Sólo la infinita Sabiduría de la Santísima Trinidad podía poner en marcha un camino tan impensable como el de una Virgen que por la fuerza del Altísimo será también Madre. Qué suerte, comentó una santa anciana:¡¡Virgen  y Madre!!

Es un gozo desmenuzar el texto del Evangelio para comprender lo más posibles los detalles. La joven nazarena ante el anuncio  asombroso, pregunta lo que debe saber y una vez aclarado ya no hace más preguntas. Firma el cheque en blanco.

Pero hay que analizar bien la respuesta, porque tiene una profundidad de ciencia infusa. No dice “Haré lo que me digas”, sino “Hágase”.  Sabe que la acción viene del poder del Altísimo y ella apoyada en Dios prestará  su total colaboración. Insisto en hacer caer en la cuenta que no dice “yo haré, yo pondré mis fuerzas y ánimo, sino “¡Hágase!  Se adelanta en la práctica a la enseñanza clara de San Pablo a los Filipenses:” Esforzaos con santo temor en lograr vuestra salvación. Que es Dios quien, más allá de vuestra disposición, realiza en vosotros  el querer y el actuar” (Fil.2.12-13)

Todos los pasajes evangélicos en que aparece María muestran la naturalidad con que Ella actúa, pero sabe muy bien que su actividad personal es al mismo tiempo presencia amorosa del poder del Altísimo.

Esta enseñanza de la más Perfecta discípula y primera Peregrina en la fe, es la que tiene que aprender el candidato a entrar en la dinámica del Reino. Los seguros de su valor: “yo planearé, yo actuaré, yo conseguiré”  entran en el sendero equivocado que aleja y manifiesta que no son válidos como candidatos para el Reino de Dios. Santa Teresita del Niño Jesús con su doctrina de la Infancia espiritual, ayer sospechosa para teólogos que les parecía espiritualidad dulzarrona, hoy muy valorada, encuentra una comparación muy acertada: “Estamos en un siglo de inventos. Ahora no hay que tomarse el trabajo de subir los peldaños de una escalera: en las casas de los ricos el ascensor suple ventajosamente. Yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección…¡El ascensor que ha de elevarme al cielo son los brazos de Jesús! Y para eso no necesito crecer, al contrario tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más.”

Hasta el mismo agónico Unamuno lo entiende perfectamente: ¡Agranda la puerta, Padre,/ porque no puedo pasar./ La hiciste para los niños,/ y yo he crecido a mi pesar./ Si no me agrandas la puerta,/¡achícame por piedad!/ Vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.

Vuelvo a la respuesta exacta de María, para completar mi breve comentario. Dice que hágase’, pero  ¿cómo?: “Según tu Palabra”. Ésta va a ser la segunda lección de la más Perfecta discípula. San Lucas a lo largo de todo su Evangelio va insistiendo que la actitud del discípulo, para entrar en el Reino es escuchar la Palabra y cumplirla. (Cf. Lc.8,8; 8, 19-21; 11,27-28)

La Virgen María es la primera que entra en el Reino con las puertas abiertas de par en par. La explicación es clara, nadie como Ella escucha, rumia y guarda en su Corazón la Palabra y la cumple con maravillosa perfección.

Resulta que del fondo del pozo emerge una protesta: Y a nosotras las parábolas nos deja de lado.

Tranquilas, respondo, que hay más cantarillos vacíos preparados.


 



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