Internacional - Seguridad y Justicia

La península del Sinaí, indomable desde hace tres décadas 

2017-11-28

La experta del Instituto Tahrir para la Política en Oriente Medio, Allison McManus, asegura...

Francesca Cicardi

El Cairo, 28 nov (EFE).- La península del Sinaí, que el viernes fue escenario del atentado más mortífero que recuerda Egipto con 305 muertos, se ha convertido en los últimos años en un foco yihadista, pero la inestabilidad y la ingobernabilidad han caracterizado esta región desértica del país desde hace más de tres décadas.

La experta del Instituto Tahrir para la Política en Oriente Medio, Allison McManus, asegura a Efe que "el radicalismo y el terrorismo han estado presentes en el Sinaí durante años, no es un fenómeno importado" recientemente, desde la emergencia de la filial egipcia del grupo yihadista Estado Islámico (EI), denominada Wilayat Sina, que juró lealtad a Abu Bakr al Bagdadi en 2014.

"La violencia radica en la marginación, tanto histórica como ideológica" del poder central con respecto a la población local, la mayor parte de la cual pertenece a tribus beduinas del desierto y no reconoce la autoridad del Estado ni acepta sus normas.

McManus agrega que el resentimiento de los residentes hacia el Estado, una "ideología takfirí (radical) genuina", una "vieja desconfianza de las tribus" y "el deseo de verse gobernados según su interpretación del islam" y sus tradiciones han contribuido a crear el caldo de cultivo en el que ha fermentado la violencia actual.

Hace más de una década, el sur del Sinaí fue escenario de atentados suicidas contra objetivos turísticos: en la localidad fronteriza de Taba, en octubre de 2004 con 34 muertos; en la conocida Sharm el Sheij, en julio de 2005 (64 muertos), y en el destino alternativo de Dahab, en abril de 2006 (18 muertos).

En esa época, el régimen del entonces presidente, Hosni Mubarak, no conseguía controlar el territorio desértico y montañoso de la península, donde la falta de desarrollo social y económico ha hecho que las tribus locales se dediquen al tráfico de todo tipo de bienes entre Egipto y la palestina Franja de Gaza, e incluso de inmigrantes que se dirigen a Israel.

Ahora, el mariscal Abdelfatah al Sisi, que lanzó una guerra en el Sinaí desde su llegada al poder en 2014, ha limitado el tráfico de armas y otros productos, pero no ha podido imponer su autoridad ni evitar la presencia de grupos armados en una zona del noreste de la península, donde las fuerzas de seguridad y armadas son blanco continuo de ataques.

Hasta el mes de octubre de 2017, han muerto 92 uniformados y 25 civiles el norte del Sinaí -donde está vigente el estado de emergencia desde 2014- en 100 ataques terroristas, a lo que hay que sumar la masacre del pasado viernes, según datos del Instituto Tahrir para la Política en Oriente Medio, que monitorea los atentados en todo Egipto.

El también analista egipcio de ese centro con sede en Washington Amr Kotb explica a Efe que las medidas adoptadas por el Gobierno "no son efectivas" porque no son "precisas" y, en muchas ocasiones, los civiles son los que más sufren las consecuencias.

"Los arrestos masivos, las ejecuciones extrajudiciales, el toque de queda y la creación de una 'zona de contención' con la destrucción de viviendas de civiles sin compensación para ellos", como la creada en la frontera con la Franja de Gaza a finales de 2014 y 2015, son algunos ejemplos que enumera el experto.

"Las medidas indiscriminadas que afectan a los milicianos y a los civiles de igual manera son inefectivas a largo plazo, porque erosionan la confianza del pueblo en las autoridades y dejan un segmento de la población más desamparado y propenso a la radicalización", remacha Kotb.

Además, para Kotb, la estrategia militar de Egipto también es equivocada, porque hay fallos de inteligencia, falta de capacidad para comunicarse en zonas remotas, entrenamiento y armamento más adecuados para una guerra convencional que para combatir una insurgencia como la del Sinaí.

Tanto Kotb como otros expertos señalan que cerrar las comunicaciones con el Sinaí de forma rutinaria o vetar el acceso a la prensa, entre otras medidas restrictivas, no ayudan a combatir el radicalismo, que ha encontrado en el Sinaí un terreno fértil y una base para atacar también el resto de Egipto. 



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