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Honduras declara toque de queda en medio del conteo electoral y la oposición acusa gol

2017-12-03

Edmundo Orellana, un exministro de Justicia y Defensa, escribió en Twitter que emitir ese...

Elisabeth Malkin

CIUDAD DE MÉXICO — El gobierno hondureño impuso un toque de queda el viernes y ordenó a las fuerzas de seguridad que actúen contra los manifestantes que bloquean carreteras y puentes, en medio de una crisis política por el controversial proceso de conteo de votos de las elecciones presidenciales celebradas el domingo pasado.

El anuncio del viernes por la noche se produjo después de que las manifestaciones pacíficas de los simpatizantes del candidato de la oposición, Salvador Nasralla, se tornaron violentas en algunos lugares. El gobierno dijo que el toque de queda durará diez días por lo que, durante ese tiempo, sería arrestada cualquier persona que se encuentre en los espacios públicos entre las 06:00 p. m. y las 06:00 a. m.

La decisión del gobierno del presidente Juan Orlando Hernández, quien busca reelegirse, generó temores de que podría ser una forma de mantenerse en el cargo, incluso si el recuento final de votos no lo favorece.

Edmundo Orellana, un exministro de Justicia y Defensa, escribió en Twitter que emitir ese decreto mientras se cuentan los votos equivalía a un “golpe de Estado”.

El Tribunal Supremo Electoral del pais planeaba renunciar el escrutinio de más de mil boletas faltantes y revisar los resultados este sábado, aunque era incierta la posible participación de la oposición.

El tribunal, que está dirigida por los aliados de Hernández del conservador Partido Nacional, se ha comportado de forma errática desde que las urnas cerraron el domingo. Esperaron casi diez horas para publicar los primeros resultados, que mostraron que Nasralla tenía una ventaja de cinco puntos porcentuales con el 57 por ciento de las boletas contadas.

Pero el recuento estuvo estancado hasta el martes por la tarde y después de que se reanudó, Hernández cerró la brecha y finalmente superó a Nasralla. El cambio suscitó acusaciones de que la comisión solo contaba los centros de votación donde Hernández había ganado y estaba reservando para la revisión especial las boletas de las áreas donde este había perdido.

El tribunal acordó realizar ese escrutinio especial ante la presión de los observadores internacionales. En una señal de cuán extendida es la desconfianza hacia la comisión electoral, el principal grupo empresarial conservador de Honduras se unió a la convocatoria para un recuento completo.

“Al final, hay una falta de confianza en la comisión por parte de todos los sectores”, dijo Rodolfo Pastor, estratega de la izquierdista Alianza de Oposición contra la Dictadura, la coalición de partidos que apoya a Nasralla. “Se ha creado la percepción de que hubo manipulación”.

La oposición le ha pedido a la comisión electoral que divulgue las bases de datos de votación, y exigió un recuento en tres departamentos donde se dijo que la participación era aproximadamente 20 puntos porcentuales más alta que el promedio en otras partes del país.

Según la alianza opositora, a menos que se cumplan esas demandas, no participará en la última etapa del conteo. “Eso respaldaría el fraude”, escribió Pastor en un mensaje de texto.

El viernes los manifestantes bloquearon carreteras y puentes por segundo día consecutivo para exigir un conteo imparcial. En algunos lugares quemaron llantas, llenando el aire con un espeso humo negro. Hubo algunos saqueos y en varios lugares las fuerzas de seguridad se enfrentaron con los manifestantes, lo que dejó heridos.

Los partidarios de la oposición acusan a los manifestantes y saqueadores violentos de ser infiltrados que fueron enviados con la finalidad de darle al gobierno una excusa para que desplegara a las fuerzas de seguridad. El vicepresidente Ricardo Álvarez reconoció que muchos de los saqueadores eran personas que “se aprovechaban de la situación” y no simpatizantes de la oposición.

La agitación política se suma a los problemas que enfrenta Honduras, un país donde dos tercios de la población vive en la pobreza. Las pandillas callejeras y los narcotraficantes operan libremente en algunas partes del país y, a pesar de la caída en la tasa de homicidios, Honduras sigue siendo uno de los países más letales del mundo fuera de las zonas en guerra.

La corrupción es endémica: en 2015 los hondureños marcharon en las calles durante semanas para protestar por el robo de cientos de millones de dólares del principal sistema público de salud. Oficiales de alto rango de la policía vinculados al asesinato de dos oficiales antidrogas fueron removidos, pero no han sido investigados.

Los disturbios sucedidos después de las elecciones también resaltan la intensa polarización de Honduras, una división política que estalló en 2009 cuando el presidente Manuel Zelaya fue derrocado por un golpe de Estado.

El viraje de Zelaya hacia la izquierda, además de su creciente cercanía con Venezuela, alarmó a las elites políticas y empresariales del país. Sin embargo, en ese momento justificaron el golpe argumentando que Zelaya trató de evitar la prohibición constitucional que impide la reelección.

“Hay una debilidad institucional y una cuestión de cultura política”, dijo Dan Restrepo, que fue asesor para temas de América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno estadounidense de Barack Obama. “Creo que el golpe fue un síntoma más que una causa”.

“No ha habido una reconciliación política y nacional dentro de las clases políticas hondureñas”, agregó. “Estamos viendo otra manifestación de eso”.

Las protestas contra el derrocamiento de Zelaya persistieron durante meses y finalmente formó Libre, el principal partido de la alianza que apoya a Nasralla.

En última instancia fue Hernández —y no Zelaya— quien encontró la forma de sortear la prohibición de la reelección. Hace dos años, cinco jueces de la Corte Suprema, seleccionados por Hernández, dictaminaron que la prohibición era inconstitucional.

Se esperaba ampliamente que Hernández ganara un segundo mandato. Su política de mano dura contra el crimen le dio a muchas personas la sensación de que la seguridad estaba mejorando y sus programas sociales distribuyeron beneficios entre los pobres.

Sus aliados en los medios le dieron una cobertura favorable durante la campaña electoral y, a pesar de las restricciones de financiación de campaña, sus anuncios representaron casi dos tercios de toda la publicidad de la campaña, según un informe publicado esta semana por observadores electorales de la Unión Europea.

Pero los resultados de las elecciones sugieren que muchos votantes no respaldaron el creciente control de Hernández sobre el gobierno. “Hay una manifestación de disgusto de un gran sector de la sociedad por la forma en que ha gobernado”, dijo Restrepo.



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