Internacional - Población

Los incendios golpearon a Portugal y perturbaron su estabilidad política

2017-12-13

Aquel día, definida por Protección Civil como el peor del año en materia de...

Paula Fernández

Lisboa, 13 dic (EFE).- Portugal fue golpeado en 2017 por la tragedia de los incendios que, además de provocar más de cien muertos y arrasar cerca de 450,000 hectáreas, generaron las primeras fricciones entre el Gobierno socialista y el presidente conservador.

En la memoria de los portugueses no existe un año tan negro en materia forestal: quedan próximas las 425,000 hectáreas de 2003, pero no hay un saldo de víctimas que se acerque a las dramáticas cifras de 2017.

Aunque en suelo luso están acostumbrados a sufrir cada verano, esta vez la tragedia golpeó en fechas ajenas al habitual período de incendios -julio y agosto- y con una magnitud inesperada.

El primer golpe llegó el 17 de junio con el gran incendio de Pedrógão Grande, en el centro del país, que se extendió a los municipios vecinos y que no pudo ser controlado en su totalidad hasta una semana después.

El fuego provocó 64 muertos, 47 de ellos en la carretera nacional EN-236 donde fueron cercados por las llamas, así como más de 250 heridos y unas pérdidas económicas estimadas de 500 millones de euros.

La tragedia unió a los portugueses en un luto de tres días y, una vez apagadas las llamas, llegó el momento de buscar respuestas.

Se creó una comisión técnica independiente para estudiar lo ocurrido y el Gobierno anunció una reforma forestal y convocó un consejo de ministros extraordinario sobre medidas de apoyo a las víctimas y a la reconstrucción de las zonas afectadas.

Aunque no fueron pocas las voces que pidieron también la dimisión de la ministra de Administración Interna, Constança Urbano de Sousa, que mantuvo su cargo gracias al apoyo del Gobierno.

Tras un verano caliente en el que los bomberos tuvieron que luchar con las llamas pero sin lamentar víctimas, con la época estival superada y sólo tres días después de que se presentase el informe de la comisión independiente, la fatalidad volvió a golpear al país el 15 de octubre.

Aquel día, definida por Protección Civil como el peor del año en materia de incendios, con más de medio millar de fuegos que arrasaron el centro y norte, dejó otros 45 fallecidos y cerca de 70 heridos, centenares de viviendas y de negocios destruidos con unas pérdidas que todavía no se han terminado de contabilizar.

El presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, se volcó en apoyar a las víctimas en el terreno, como ya había hecho en Pedrógão Grande, pero una vez que la situación quedó controlada se dirigió al Gobierno para pedir respuestas.

En contraste con la posición de aliado que había mantenido hasta el momento para mantener la estabilidad política, Rebelo de Sousa pronunció en octubre el discurso más duro de su mandato, en el que exigía con urgencia un "nuevo ciclo" para implementar las "reformas inaplazables" que la tragedia requería.

El jefe del Estado luso, que goza de una enorme popularidad entre los portugueses, pidió al Parlamento que clarificase su apoyo al gabinete de António Costa, que gobierna en minoría y sobre el que pesaba una moción de censura que acabó superando.

Las palabras de Rebelo de Sousa precipitaron la dimisión de la ministra de Administración Interna en menos de 24 horas y fueron vistas por la opinión pública como la primera grieta en el inesperado idilio que vivían hasta entonces el Gobierno socialista y el presidente conservador.

Los devastadores incendios también sacaron a la calle a miles de ciudadanos para exigir soluciones, el mismo día que el Ejecutivo aprobó un paquete global de ayudas a las víctimas y a la reconstrucción de las zonas afectadas dotado con varios cientos de millones de euros.

El desastre llevó a Portugal a solicitar la ayuda del Fondo de Solidaridad de la Unión Europea (UE), que ya ha sido aprobada para el caso de Pedrógão Grande y aún está en fase de estudio para los incendios de octubre.

La solidaridad surgió también del pueblo portugués a través de numerosas donaciones, que culminaron con una campaña de la Federación Portuguesa de Fútbol (FPF) que recaudó más de 700,000 euros para ayudar a las víctimas.

En la recta final del año, los vecinos de las zonas afectadas han comenzado a reconstruir sus viviendas y negocios, y en los bosques circundantes ya ha arrancado el proceso de reforestación. 



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