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Acoso sexual e insalubridad: la vida de las refugiadas de los campos en Grecia

2017-12-20

El acoso sexual es una constante en la vida de las refugiadas, cuya libertad de movimientos en el...


EFE | Ser refugiado es una condición que nadie desea. Ser refugiada es un agravante. A las ya conocidas dificultades de los que huyen de la guerra hay que añadir la discriminación y el acoso sexual que sufren las mujeres en su llegada a Europa.

Durante su indefinida estancia en los campamentos griegos, la violencia, la inseguridad y las enfermedades son amenazas a las que las mujeres se enfrentan a diario.

"Nuestra experiencia es que las mujeres refugiadas que viajan solas corren mayor peligro de verse obligadas a prostituirse, porque no tienen una red de familiares que la protegen," asegura Nikitas Kanakis, presidente de la sección griega de Médicos del Mundo.

El acoso sexual es una constante en la vida de las refugiadas, cuya libertad de movimientos en el interior de los campamentos está condicionada por el miedo.

"Alguien me detuvo y me pidió que tuviera relaciones sexuales con él y me dijo que me pagaría", admite a Humans Right Watch (HRW) una mujer yemení de 31 años que quiso mantener su anonimato.

Uno de los obstáculos más comunes entre los que se encuentran las víctimas es el temor de denunciar a su agresor, tanto por la falta de amparo legal como por el miedo a nuevas represalias.

Asimismo, en casos de violencia de género las mujeres que carecen de documentación regularizada y pretenden denunciar los hechos también se arriesgan a ser detenidas, deportadas y sancionadas por carecer de permisos de residencia válidos.

Además, la situación de congestión en la que se hallan las islas del mar Egeo -más de 14,000 refugiados viven en campos según datos del Gobierno- propicia que muchas mujeres no tengan otra opción que compartir tiendas de campaña con desconocidos. El clima de desprotección es tal que, ante la ausencia de luz en las instalaciones, hay mujeres que optan por usar pañales para no acudir a los lavabos y así evitar posibles violaciones nocturnas.

A juicio de Kanakis, una simple fórmula para dar mas seguridad a las mujeres en los campos pasaría por iluminar los callejones.

La higiene menstrual de las adolescentes refugiadas es otra de las emergencias que plantean dificultades adicionales cuando se vive en un campamento. Más allá del estigma que rodea a la menstruación y la posibilidad de mancharse de forma visible, la escasez de agua corriente y la falta de toallas sanitarias acrecienta el riesgo de infecciones.

Djamila, de 13 años de edad, no recibe ningún tipo de ayuda económica y cuando le viene el periodo debe recurrir a alguna chica cuyo asilo esté en trámite para que le suministre toallas sanitarias.

La insuficiencia de inodoros es otra de las lacras presentes en los campamentos, y aunque también afectan negativamente a los hombres, son las mujeres las que mas sufren por ello. En los testimonios recogidos por varias ONG las mujeres relatan que se han encontrado heces en la ducha, un lugar donde se quitan el hiyab para asearse. La presencia de los excrementos provoca síntomas que van desde erupciones cutáneas hasta irritaciones urinarias.

Wahida, una joven afgana, relata que en las duchas de Moria, en vez de limpiarse, debe preocuparse por no ensuciarse, ya que la gente lo usa como un lavabo.

Otra de las problemáticas es que el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía tan solo otorga el estatus de vulnerabilidad a embarazadas, ancianos, enfermos, menores no acompañados y víctimas de torturas, y solo esos colectivos pueden ser trasladados a la parte continental.

Al no formar parte del grupo de personas susceptibles de pedir un traslado muchas mujeres temen denunciar a su acosador, al que forzosamente seguirán viendo todos los días.

Las embarazadas, colectivo sí reconocido como vulnerable, son propensas a abortos naturales o a partos sin vida debido a las deplorables condiciones en las que conviven diariamente, según ha constatado HRW.

Rasha, originaria de Siria, está cerca de dar a luz y todavía no ha recibido atención médica prenatal. A pesar de que el invierno ya ha llegado también a las islas, vive en una tienda de campaña: "Ir al baño es muy difícil, porque mi barriga es grande y hace mucho frío".



regina

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