Cabalístico

Ingeniería eléctrica y espíritu maravilloso

2017-12-22

Por supuesto que el hombre no inventó la electricidad, tampoco la descubrió,...

Por Antonio Borda


Por supuesto que el hombre no inventó la electricidad, tampoco la descubrió, simplemente le fue revelada por disposición de Dios quien es el Creador de ella, y ha sido de gran utilidad para la humanidad. Desde tiempos muy remotos estaba ahí, junto a nosotros en las grandes tormentas, en unos objetos e incluso en el cuerpo de algunos peces e insectos. Aprovecharla para producir luz, calor, sonido y otras aplicaciones derivadas nos correspondía a nosotros, pues no iban a ser los perros o los simios los que la entendieran y estudiaran, por supuesto. Eso era trabajo para el raciocinio humano y su sentido de observación, dones también dados por Dios a nuestra naturaleza animal pero perfeccionada por la gracia divina.

¿Cómo verdades tan elementales se le olvidan hoy a las nuevas generaciones que ni siquiera les enseñan en los colegios a preguntarse cosas de ese tipo?

Se trata de una fuerza energética que impresiona, una creación que nos fue dada gratuitamente y sin siquiera pedirla. Es muy posible que en el Paraíso Terrenal ya el hombre la conocía y aprovechaba perfectamente sin acumuladores, generadores, cables, circuitos, interruptores y otros instrumentos de conducción de ella que frecuentemente resultan peligrosos y hasta mortales, conocimientos de la ciencia infusa en Adán y Eva que el demonio nos hizo perder induciéndonos por envidia al Pecado Original.

Conducirla adecuadamente ha sido el reto que todavía no hemos podido superar sin riesgos. Pero algo se avanzó y probablemente se avanzará muchísimo más en el Reino de María (1). O quizá Dios nos revele para aquellos tiempos venideros nuevas fuentes de energía maravillosas y sin peligros. Por ahora sería interesante que desaparecieran todos esos cables negros y sucios colgando de postes monótonos y simplotes, desluciendo las fachadas y atropellando la belleza de los árboles, las flores y los bosques. O electrocutando aves y otros pobres animales torpes que no saben reconocer ese peligro.

Con las cargas eléctricas hemos podido reproducir y ampliar sonidos maravillosos, aunque algunos peludos y tatuados primitivistas la usen para la cacofonía monstruosa de bullas estridentes, que están dañando la audición humana. Hemos producido colores resplandecientes y ornamentales. Movimientos de herramientas útiles para sembrar, cosechar, transportar, conservar y procesar alimentos. La lista puede ser bien larga, lo que ciertamente sería muy corto son las oraciones y palabras de gratitud amorosa por ese regalo que en Navidad ilumina nuestros pesebres y árboles haciendo posible que escuchemos villancicos de otros tiempos y de otras latitudes de la tierra.

En noches oscuras de tormenta es maravilloso ver resplandecer a lo lejos los relámpagos que a veces se nos muestran de colores, retumban como ángeles en combate e iluminan paisajes y trozos del cielo con figuras abstractas sorprendentes que semejan lejanos lagos o montañas. ¡Alumbra papá Dios! Gritaban unos niños campesinos sentados en las barandas del corredor externo de la casita, encantados con el fenómeno a falta de televisor gracias a Dios, contaba un buen escritor costumbrista. La electricidad nos fue dada para reconocer, amar, servir y glorificar al que la creó para nosotros y a Quien también tendremos que darle cuentas claras del uso que hicimos de ella.


 



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