Internacional - Política

Sudán del Sur concluye el año con una leve esperanza de avanzar hacia la paz

2017-12-26

Sudán del Sur ha cerrado el año con la firma de un frágil alto el fuego entre...

Atem Simón Mabior


Yuba, 26 dic (EFE).- Sudán del Sur ha cerrado el año con la firma de un frágil alto el fuego entre el Gobierno y la oposición rebelde, acordado en vísperas de Navidad en Adis Abeba y que abre la puerta a reconducir el malogrado proceso de paz, en un país acosado por la hambruna, la violencia y los desplazamientos masivos.

Los esfuerzos de la comunidad internacional por presionar al Gobierno, encabezado por Salva Kiir (de etnia dinka), y a la oposición, liderada por el exvicepresidente Riek Machar (de la tribu nuer), dieron sus frutos tras meses de fallidos intentos de impulsar el estancado acuerdo de reconciliación alcanzado en agosto de 2015.

Esta paralización se debió a la "ausencia de la voluntad política de ambos bandos", dijo a Efe el director del centro de Koch para los estudios en Sudán del Sur, Alor Biong.

"Las operaciones y escaramuzas militares se deben a la falta de una voluntad política sincera por parte del Gobierno, a pesar de la necesidad urgente del pueblo sursudanés por recuperar la paz y la estabilidad", aseveró.

Biong también se refirió a las "débiles" oportunidades de éxito del diálogo nacional lanzado por Kiir el pasado mayo, y que no fue bien recibido por la oposición.

Lo que finalmente parece haber tenido éxito es la iniciativa de la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), impulsora y mediadora del proceso de paz, y que el pasado octubre inició una nueva ronda de contactos con los grupos de Sudán del Sur que se materializó en la reciente reunión de Adis Abeba, donde las partes se han comprometido con un nuevo cese de las hostilidades.

La IGAD pretende revivir el acuerdo de paz, firmado en agosto de 2015 también en la capital etíope, para terminar el conflicto que hay desde diciembre de 2013 entre los leales a Kiir y los de Machar.

Ese pacto de 2015 llevó a la creación de un Gobierno de unidad nacional en abril de 2016, en el que Machar volvió a ocupar la vicepresidencia, de la que había sido expulsado en 2013, tras ser acusado de urdir un golpe de Estado contra Kiir.

Su vigencia, no obstante, apenas se prolongó tres meses, ya que en julio de ese año, unos enfrentamientos en Yuba entre leales a las distintas facciones volvió a desatar la violencia en todo el país.

Los choques forzaron la huida de Machar, que vive exiliado en Sudáfrica, y desembocaron en la expulsión del líder opositor del Gobierno y su sustitución por Taban Dengo, un antiguo socio rebelde, lo que provocó, además, una ruptura en las filas de la oposición entre los seguidores de ambos.

Esa ruptura desató una espiral de violencia que los líderes sursudaneses han prometido detener en Adis Abeba.

Sin embargo, a las pocas horas de la entrada en vigor del alto el fuego, el 24 de diciembre, el principal grupo armado acusó a las fuerzas gubernamentales de haberlo roto con un ataque a un cuartel militar rebelde en el Estado noroccidental de Liech Norte.

Según el portavoz militar adjunto de las fuerzas leales a Machar, Iam Paul Gabriel, es una muestra de que "el Gobierno no tiene intención de lograr la paz en Sudán del Sur".

Unas declaraciones similares a las del líder opositor Yohanes Musa Pouk, para quien Yuba no quiere "establecer la paz ni la participación de Machar en el próximo proceso político".

En declaraciones a Efe, Pouk agregó que "si la IGAD no está alerta, sus esfuerzos serán en vano".

Durante los pasados dos años, cada vez más civiles han huido de sus hogares a países vecinos en busca de un lugar seguro, esperando que el país recupere la estabilidad.

Muchos de estos sursudaneses continúan en los campamentos y en las sedes de la ONU, donde se calcula que viven 230,000 personas, por temor a las iniciativas de paz no se traduzcan sobre el terreno.

La misión de la ONU para Sudán del Sur (UNMISS), que está presente en seis zonas del país, ha intentado también sin mucho éxito garantizar la paz y la llegada de ayuda humanitaria con 12,000 soldados, 1,500 policías de la ONU, 2,500 funcionarios civiles y 400 voluntarios de 55 países.

Muchas vidas están en juego si no se alcanza la paz nos sólo por la violencia, sino también por la escasez de alimentos.

Según la Comisión de Estadísticas del Gobierno, la hambruna amenaza ya a más de 4,8 millones de ciudadanos debido al deterioro de la situación económica, lo que obstaculiza el cultivo y se traduce en enfrentamientos tribales por el control de pastos y zonas con agua para abrevar el ganado. 



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