Vox Dei

«¡Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!»

2018-01-14

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el...

Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, 6,13c-15a.17-20

«¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?»

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

El Evangelio del día de hoy se repite con el del pasado día 4 de Enero

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Todos estamos llamados a seguir a Jesús

Hoy se habla mucho de las vocaciones. O mejor, de la falta de vocaciones. Seminarios y noviciados de las congregaciones religiosas, tanto masculinas como femeninas, parecen estar casi vacíos. ¿Es que no hay vocaciones como antes? ¿Es que no hay chicos y chicas que escuchen la llamada de Dios?

Las lecturas de este domingo nos plantean el itinerario más básico de la vocación cristiana. No de la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa sino a la vida cristiana. Sólo el que escucha la voz de Dios que le llama a la vida cristiana podrá luego pensar si tendrá que vivir esa vida como laico casado o casada o como sacerdote diocesano o como religioso o religiosa. Pero lo básico será siempre ponerse a la escucha y no confundir la voz de Dios con las muchas voces que en nuestro mundo nos ofrecen caminos aparentemente hermosos y llenos de buenas perspectivas pero que, quizá, a la larga, no terminan de dar todo lo que prometen. Esa necesidad de escuchar bien y de identificar las diversas voces que nos llaman se pone de manifiesto en la primera lectura. El pequeño Samuel escucha la voz de Dios que le llama, pero, quizá por su juventud, cree que es su maestro Elí el que le llama. Necesita enseñanza, orientación y ayuda para discernir y darse cuenta de que la voz que le llama es el mismo Dios.

La siguiente etapa de la vocación cristiana es seguir a Jesús y escucharle. Mejor todavía, entrar en su casa y quedarnos con él, convivir con él, sentir con él, compartir sus sentimientos e ideales. Hasta hacerlos nuestros. Eso es lo que hicieron aquellos discípulos de Juan que vieron pasar a Jesús. “Maestro, ¿dónde vives?”. La respuesta es clara: “Venid y lo veréis”. No hay más camino que ir por nosotros mismos y experimentar. Conocer a Jesús de cerca es una experiencia personal que nadie puede hacer por nosotros.

Sólo cerca de él, sentiremos que cambia nuestra vida y que ésta toma una nueva y definitiva dirección porque el Evangelio se convierte en su centro. Es lo que en el Evangelio se simboliza con el cambio de nombre de Simón. Su nuevo nombre “Cefas-Pedro” tiene que ver con la misión que se le encarga al servicio del Evangelio. O lo que en la lectura de la primera de Corintios se sugiere al decir que ahora el cristiano es templo del Espíritu Santo. ¡Ojala todos escuchemos la voz de Dios que nos llama a vivir al servicio del Reino que Jesús predicó! Porque lo otro, ser sacerdotes, vivir en matrimonio o comprometerse en la vida religiosa, vendrá como consecuencia.



JMRS
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