Nacional - Política

El transfuguismo marca la campaña electoral mexicana 

2018-01-25

La legisladora afianzó su carrera en el partido haciendo oposición al Gobierno de...

Luis Pablo Beauregard, El País

Las líneas ideológicas de la izquierda y la derecha se han difuminado en México rumbo a las elecciones del 1 de julio. El transfuguismo de diversos políticos entre los principales partidos ha acaparado la información política rumbo a unos comicios en los que habrá más de 3,400 cargos en juego. Uno de los casos recientes fue el de la senadora del derechista PAN, Gabriela Cuevas, quien abandonó el partido después de fracasar en su intento de obtener una diputación. La legisladora afianzó su carrera en el partido haciendo oposición al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México. No obstante, Cuevas abrazó el domingo el proyecto del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de López Obrador.

El ejemplo de Cuevas no es único. Las últimas semanas han estado marcadas por diversos movimientos. Simpatizantes del PAN se han sumado a la campaña de José Antonio Meade, candidato del PRI a la presidencia. Es el caso del exfuncionario Julio Di Bella y del senador Javier Lozano, quienes trabajaron en los Gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón. Morena también ha nutrido sus filas con políticos que han dejado otras organizaciones. “Se están difuminando las diferencias ideológicas, suponiendo que estas existían”, ironiza Roy Campos, presidente de la empresa demoscópica Consulta Mitofsky.

López Obrador está tratando de sacudirse la etiqueta de candidato anti sistema. “Se ha suavizado porque se ha movido al centro matizando su discurso”, dice. Una muestra es la respuesta reciente que el candidato de Morena dio a un diario local de si estaría dispuesto a fumar la pipa de la paz con sus antagonistas históricos: el expresidente Carlos Salinas y el actual mandatario Enrique Peña Nieto, del PRI. “Ponerme a ver desde el primer día cómo meter a la cárcel a personajes de la mafia del poder, no. No va a ser así, no necesitamos eso”, dijo al diario Tabasco Hoy.

López Obrador ha mostrado su rostro más pragmático en la campaña de 2018. En 2006, el entonces militante del Partido de la Revolución Democrática obtuvo 14.7 millones de votos. Seis años después registró 15.8 millones como abanderado de otra coalición entre fuerzas progresistas. López Obrador aprendió la lección y ha difuminado la etiqueta de izquierdista para su tercer asalto a Los Pinos. “Tiene claro que la izquierda no es una fuerza mayoritaria, no llega al 30%. Una opción partidaria que quiere ser electoralmente exitosa necesita correrse al centro político”, considera Hernán Gómez, investigador del Instituto Mora, un centro de estudios sociales de Ciudad de México.

Otro gesto conciliador fue la alianza de Morena con Encuentro Social (PES), un pequeño partido ultraconservador. Esta coalición, registrada en diciembre bajo el nombre Juntos haremos historia y complementada con el socialista Partido del Trabajo (PT), ayudará a López Obrador a vigilar el voto en las casillas y le aportará recursos y más tiempos oficiales para propaganda. Sin embargo, al correrse al centro, el líder ha cedido el monopolio de las propuestas progresistas. Su posición moderada presenta oportunidades para sus contrincantes.

Ricardo Anaya, el candidato de Por México al Frente (conformado por el PAN, el izquierdista PRD y el centrista Movimiento Ciudadano), ha intentado rebasar a López Obrador por la izquierda ofreciendo una renta universal básica anual de 530 dólares a todos los mexicanos reordenando los recursos de 6,500 programas sociales que existen en el país. Margarita Zavala, la esposa del derechista expresidente Felipe Calderón y quien lucha por convertirse en candidata independiente, ha hecho suyo el tema de la desigualdad, por encima de López Obrador.

La actual campaña confirma la pérdida de identidad que los grandes partidos han sufrido. “Se han estado desdibujando ideológicamente en los últimos años”, considera Gómez. Los analistas coinciden que el eje izquierda-derecha ha quedado rebasado en 2018. Estas elecciones se leerán de forma distinta. “El eje sistema-antisistema marca este proceso”, considera Roy Campos.

El especialista en encuestas cree que estas elecciones tendrán coincidencias narrativas a las generales de diciembre de 2015 en España con la irrupción de Podemos, las elecciones presidenciales de Guatemala en las que resultó ganador el comediante Jimmy Morales y las de Estados Unidos de 2016, en las que un externo se impuso a la lógica tradicional de republicanos y demócratas.

En México, López Obrador también ha procurado a su electorado tradicional. En sus programa de Gobierno se compromete a duplicar el salario mínimo nacional con un incremento de 15% anual. El candidato también ha presentado a un gabinete de ocho hombres y ocho mujeres con perfiles de izquierda tradicional.

Los simpatizantes de Morena no descartan el arribo de nuevos tránsfugas al partido mientras López Obrador continúe liderando las encuestas. Eso, asegura Campos, crea la percepción en el elector de que los partidos que están expulsando cuadros se están desfondando. “Cuando ves las salidas en el PAN la gente piensa que no les gustó Anaya, que ya no le ven futuro”, dice el presidente de Mitofsky.

López Obrador pretende capitalizar ese efecto imán. “Quiere generar una imagen de desbandada en su favor”, dice Gómez. No obstante, algunas de las incorporaciones que ha tenido su campaña ha hecho levantar la ceja a más de uno de sus eventuales votantes. “Me parece que debería haber cierto filtro”, considera el académico.

El debate entre la izquierda y la derecha se ha desdibujado. “En esta elección se juega más la idea de sustituir la clase política tradicional por gente que no viene del Gobierno”, dice Gómez. En julio el electorado tendrá la última palabra.



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