Vuelta al Mundo

La reconciliación palestina hace aguas

2018-02-09

El problema es de fondo, según el analista del International Crisis Group Ofer Zazlberg, que...

 

Ana Cárdenes

La reconciliación entre Hamás y Al Fatah, anunciada en octubre como un nuevo episodio de la historia palestina tras una década de división, permanece estancada, sin horizonte y con los protagonistas en una batalla de acusaciones sobre quién es el responsable del posible colapso.

"La reconciliación sufre 'raquitismo', es incapaz de moverse porque está paralizada", opina desde Gaza para Efe el analista Akram Atallah, que apunta a que la cuestión está en "quién tiene el control de la Franja y quién lo gobierna a nivel administrativo".

A pesar de los compromisos adquiridos en octubre y en posteriores encuentros en El Cairo, el islamista Hamás no ha entregado todas las parcelas de poder, y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) -encabezada por Fatah- tampoco ha hecho efectivo el levantamiento de las sanciones al territorio (incluida la reducción del pago de electricidad y de salarios de funcionarios) ni se ha hecho cargo de la gestión del día a día.

La deriva ha llevado a más desesperanza en Gaza y empeorado la crisis eléctrica hasta el punto de que amenaza con convertirse en una crisis sanitaria; la ONU ha advertido de una posible catástrofe humanitaria si no mejora la situación.

El problema es de fondo, según el analista del International Crisis Group Ofer Zazlberg, que afirma que a la ANP no está dispuesta a cargar con la responsabilidad de gobernar un territorio con milicias armadas hasta los dientes y sin ninguna intención de entregar las armas.

"Más allá de las dinámicas internas palestinas" apunta, "si hay reconciliación real, Occidente cortará la financiación (a la ANP)".

El mundo no aceptará una reconciliación sin que Hamás cumpla las tres exigencias: renunciar a las armas, reconocer a Israel y todos los acuerdos de paz previos.

Hamás no lo hará y, además, por el momento el acercamiento le ha venido bien, porque tras masivas protestas en las calles contra su gestión el año pasado se dio cuenta de que administrar Gaza es más una carga que un beneficio.

La reconciliación sobre el papel le ha servido para evitar las críticas y poner la pelota por el momento en el tejado del presidente palestino, Mahmud Abás.

"Ya no hay más manifestaciones y casi todo el mundo (en Gaza) está de acuerdo con que Abás es el culpable (por las sanciones) y que Israel es parte. Hamás no está más en el foco", dice Zalzberg.

A pesar de la escenificación a finales del año pasado de la entrega del poder y de la toma de posesión de los ministros del gobierno en sus respectivas oficinas en Gaza (excepto el de Interior), las cosas apenas han cambiado.

Los ministerios no pueden operar normalmente ni tomar decisiones relevantes, no hay acuerdo sobre la recuperación de los salarios de los funcionarios, tampoco sobre el futuro de los 40,000 empleados de Hamás, no ha habido traspaso de poder en asuntos locales, ni se ha hecho un pacto en educación, donde continúan los currículums escolares tal como los modificó Hamás en 2013.

"Hamás ha entregado los ministerios civiles y las instituciones de servicios, pero conserva el control a través de sus aparatos de seguridad, su ala militar, Ezedin al Qasam, y su presencia sobre el terreno", explica Atallah.

Salah al Bardawil, veterano líder de Hamás y miembro de la delegación en el diálogo con Fatah, asegura que su grupo "está comprometido con la reconciliación" y que considera la unidad "estratégica" para combatir la ocupación israelí, pero aduce que "Fatah no se ha comprometido totalmente con la adecuada implementación del acuerdo".

Husein Abdel Jaleq, director de la Comisión de Información y Cultura de Al Fatah, afirma por su parte que su partido busca "un retorno (del poder) real, no solo formal".

Ambos partidos se acusan de la crisis que ha llevado en las últimas semanas al cierre de 19 centros médicos, entre ellos tres hospitales: Hamás reclama que la ANP haga efectivos los pagos de electricidad que había recortado, y ésta, por su parte, asegura que son los islamistas quienes no están ingresando la parte de los impuestos que recaudan destinada al consumo de energía.

Mientras, decenas de pacientes están en sus casas o derivados a otros centros que también sufren serias carencias.

"Quizás no hay riesgo de una guerra", dice Zalzberg, que se apresura a añadir que, sin embargo, podría ocurrir que "medio millón de palestinos se acerquen en protestas a (el cruce fronterizo de) Erez. ¿Qué hace Israel con medio millón de palestinos marchando?".

"La preocupación de las fuerzas armadas israelíes no es que de repente comience una guerra sino que una crisis haga que la población actúe diferente, no contra Hamás sino contra Israel. O que Hamás pare de combatir a los grupos radicales y les permita lanzar cohetes", advierte.

Y recuerda que el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, advirtió que la próxima vez que haya una guerra en Gaza, Israel deberá "entrar y tomarla". 



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