Internacional - Economía

Trabajar en una fábrica rusa de troles: tareas monótonas y mucho aburrimiento

2018-02-20

Alexei fue entrevistado antes de que se presentaran las acusaciones e interrumpió la...

Neil MacFarquhar, The New York Times

MOSCÚ, Rusia — Al principio, los nuevos reclutas de la Agencia de Investigación de Internet, la infame fábrica de troles rusos, estaban emocionados por ganar un sueldo superior al promedio tan solo por publicar en internet. Sin embargo, uno de ellos asegura que con el tiempo se percataron de que su trabajo encubría una realidad más oscura: el objetivo era que tanto ellos como su público se convirtieran en zombis.

“Solo me daban dinero por escribir”, declaró el trol, un residente de San Petersburgo que quería trabajar en mercadotecnia o periodismo, pero se sintió atraído por la paga semanal de 1400 dólares, un sueldo difícil de igualar. “Era mucho más joven y no pensé en el lado moral. Simplemente escribía porque me encantaba escribir. No intentaba cambiar el mundo”.

El viernes, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a la Agencia de Investigación de Internet y a sus altos funcionarios de trabajar de forma ilegal para interferir en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, tras imputar a trece rusos y las empresas ligadas a la agencia.

En entrevistas recientes que se llevaron a cabo antes de las acusaciones, dos extroles relataron sus experiencias. Ninguno de los dos quiso dar su nombre completo debido a las amenazas y la intimidación que otros informantes habían sufrido.

Los dos dejaron la agencia por razones diferentes: uno porque le disgustaba la esencia del trabajo; el otro porque le costaba mantener el paso vertiginoso para crear el contenido falso.

Alexei, el trol de San Petersburgo, afirmó que fue uno de los primeros veinticinco empleados. Relató que para obtener el trabajo había escrito un ensayo sobre la doctrina Dulles, una teoría conspirativa de la era soviética que puede ser desconocida para la gente de Occidente, pero es muy famosa entre los rusos.

Esa era una pista significativa de lo que estaba por venir. La doctrina Dulles —la cual se originó en una novela de 1971, pero que revivió después de la caída de la Unión Soviética en 1991— fue una supuesta conspiración de Allen Dulles, el director de la CIA de 1953 a 1961, para destruir a la URSS corrompiendo sus valores morales y su legado cultural.

Como lo comprendió Occidente los últimos años, precisamente ese era el objetivo que el Kremlin y la fábrica de troles deseaban lograr en Estados Unidos: socavar la fe en su sistema electoral al incentivar o incluso crear grupos que sembraran la discordia a nivel nacional. Las tácticas de la fábrica de troles incluían aplaudir la candidatura de Donald Trump al mismo tiempo que intentaban debilitar la de Hillary Clinton.

Cuando se puso en marcha la fábrica, recordó Alexei, la primera tarea para todos los empleados nuevos fue crear tres identidades en Live Journal, una popular plataforma de blogs. Una tenía que tener escritura y contenidos de alta calidad, mientras que las otras dos debían ser “marginales”.

Trabajaban en turnos de doce horas, ya fuera de día o de noche, y los temas solían llegar a sus correos electrónicos: el presidente Vladimir Putin o el presidente Barack Obama o a veces los dos juntos; Ucrania, el heroísmo del Ministerio de Defensa de Rusia; la guerra en Siria; las figuras de oposición en Rusia; el papel de Estados Unidos en la propagación del virus del Ébola.

Las palabras clave y el tema siempre eran asignados. En ese momento, la eliminación de armas químicas de Siria que se negoció bajó el auspicio ruso fue uno de los temas favoritos. Alexei mencionó que había escrito siete u ocho entradas de blog sobre la materia.

“Teníamos que escribir que se había eliminado el 30 por ciento de las armas, y al día siguiente decíamos que había sido el 32 por ciento”, afirmó el extrol, y añadió que no tenía idea de si se había eliminado siquiera alguna.

Alexei escribía para hablantes rusos. Los troles que hablaban inglés estaban en otro lugar, aseguró, pero según las conversaciones que sostenían en la sala común de fumadores parecía que estaban realizando un trabajo similar.

Los que hablaban inglés discutían cuál sería el mejor momento para publicar comentarios que atrajeran a un público estadounidense, recordó Alexei, y presumían de haber creado miles de cuentas falsas en redes sociales.

Alexei fue entrevistado antes de que se presentaran las acusaciones e interrumpió la comunicación días después de la entrevista.

Las computadoras estaban diseñadas para reenviar la publicación a las innumerables cuentas falsas de la agencia. Abrían y cerraban la publicación con el objetivo de crear cantidades inmensas de vistas falsas.

Después de que desapareció la emoción inicial por su nuevo empleo, Alexei comenzó a caer en cuenta de que la mayoría de los comentarios eran basura y que los mismos temas se repetían infinitamente. “Era como convertir a la gente en zombis al repetir: ‘Todo está bien, todo está bien. Putin es bueno, Putin es bueno’”, comentó.

Mencionó que no todos tenían la misma reacción. En algunos casos, parecía que el material les había lavado el cerebro. “Se convirtieron en portavoces del régimen”, opinó.

Sergei, de 30 años y ahora vendedor de muebles, fue uno de ellos.

Con tan solo el bachillerato terminado, Sergei se sentía entusiasmado por descubrir que podía ganar un buen dinero sin mucho esfuerzo (señaló que, de hecho, una parte de su salario semanal se la entregaban en efectivo dentro de un sobre).

“Tenía 25 años y no sabía nada de política”, comentó Sergei, quien organizó una reunión en una zona de restaurantes de San Petersburgo para poder confirmar desde lejos que la cita era con un periodista extranjero.

Trabajaba en un lugar con unas cuarenta personas más y recibía una ola de publicaciones de blogs de otros escritores de la agencia. Su trabajo consistía en añadir comentarios y compartir las publicaciones en otras plataformas de redes sociales. Mencionó que al día todos debían hacer ochenta comentarios y compartir veinte publicaciones.

“El objetivo principal era persuadir a las personas, aumentar el patriotismo entre los rusos y retratar de forma negativa a Estados Unidos”, aseguró Sergei.

Se suponía que los comentarios fueran originales, lo cual era un problema para él, en particular porque todos los artículos empezaban a sonar idénticos aunque los escribieran autores diferentes. Le costaba mucho cumplir con la cuota, explicó. Señaló que lo contrataron en octubre de 2013 y dejó el empleo en marzo de 2014.

El trabajo lo cambió.

“Por supuesto que me volví más patriota”, comentó. Dijo que se percató de cómo Rusia había luchado contra potencias extranjeras, principalmente Estados Unidos, que buscaban controlar sus recursos naturales.

Alexei mencionó que al final los directores pedían a los troles que fueran cada vez más repetitivos, a pesar de que el hartazgo de las publicaciones iba en aumento entre la gente y esta dejaba de ponerles atención.

“Si había algo de creatividad al principio, para el final todo se había acabado y éramos como robots”, mencionó Alexei.



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