Internacional - Seguridad y Justicia

Entre el duelo y el control de armas: familiares de las víctimas de los tiroteos se organizan

2018-02-21

Después las cámaras se marchan y los padres se quedan con el corazón...

Vivian Yee, The New York Times

Un niño muere en un tiroteo. Quizá sucedió en la escuela o tal vez en el cine. La noticia se divulga en todos los canales de televisión y en Twitter, como sucedió con el otro tiroteo masivo más reciente.

Después las cámaras se marchan y los padres se quedan con el corazón destrozado. No saben cómo planear un funeral ni adónde acudir para terapia. No están conscientes de que los estafadores intentarán ganar dinero con su duelo, que quienes crean teorías de la conspiración cuestionarán su tragedia ni que —por difícil que sea creerlo— podrían volver a estar bien con el paso del tiempo.

Sin embargo, hay muchas personas que ya saben todo eso.

“Cuando esto nos pasó, cuando mataron a nuestra hija, no sabíamos qué hacer ni qué sucedería después”, dijo Sandy Phillips, cuya hija de 24 años, Jessica Ghawi, fue una de las doce personas asesinadas en el tiroteo de un cine en Aurora, Colorado, en 2012. “No queríamos vivir. Fue espantoso. Nadie más lo entendía, excepto los otros sobrevivientes”.

Por eso es que Sandy y su esposo, Lonnie Phillips, están recaudando dinero para viajar a Parkland, Florida, donde quieren que las familias de las diecisiete víctimas del reciente ataque perpetrado por Nikolas Cruz sepan que están ahí para escucharlos, para darles consejos, abrazarlos, llorar y, quizá, para reclutarlos hacia el activismo del control de armas en ese país.

Los tiroteos masivos sucedidos en Estados Unidos en años recientes —que han generado una proliferación de dolor desde la zona rural de Oregon hasta el extremo sur de Florida— han obligado a que cientos de familiares formen parte de una especie de fraternidad. Veteranos como los Phillips sirven de guías en el periodo posterior inmediato, reuniendo a los padres desconsolados de la primaria Sandy Hook con los de San Bernardino y a los padres de la universidad Virginia Tech con los del colegio comunitario en Roseburg, para crear una red relativamente informal pero creciente.

Algunos viven su duelo en privado. Otros confrontan a los políticos, se unen a grupos que apoyan el control de armas y salen a las calles a organizar mítines. No obstante, formen parte del cabildeo o no, muchos forman vínculos y se mantienen en contacto por Facebook o por teléfono cuando otro tirador ataca.

En un debate en torno al control de armas que a menudo se divide según ideologías, nadie habla con más potencia que quienes han sobrevivido a un tiroteo de alto perfil o las familias de quienes murieron. El poder de sus testimonios va más allá de su autenticidad: ellos, a diferencia de los políticos y los abogados, generalmente pueden evitar la acusación de que están politizando una tragedia.

En reconocimiento al peso emocional de esas historias, grupos como Brady Campaign to Prevent Gun Violence y Everytown for Gun Safety a menudo se ponen a disposición de los sobrevivientes y las familias de las víctimas después de los tiroteos; a veces incluso les dan dinero para que viajen y conozcan a otros sobrevivientes y defensores o para asistir a mítines, audiencias y reuniones con políticos. Everytown, el grupo fundado y financiado por el exalcalde de la Ciudad de Nueva York, Michael R. Bloomberg dirige una red de casi 1500 familiares y sobrevivientes de tiroteos que están capacitados como activistas, entre ellos muchos que no se vieron afectados por ataques masivos, sino por los más pequeños que ocurren a diario.

Algo similar ha sucedido con otras familias que han convertido el dolor privado en una causa pública. Por ejemplo, existe Mothers Against Drunk Driving, que ha cambiado con éxito la conciencia pública sobre conducir bajo los efectos del alcohol para que haya leyes más estrictas.

La diferencia es que los sobrevivientes de tiroteos masivos aún no han ganado ninguna gran victoria a nivel federal. Por eso hacen lo que pueden con la esperanza de que, cuando suceda el próximo tiroteo masivo, más gente se una a su causa.

“Cuando más gente se vea afectada de alguna manera, más le importará a las personas; eso es lo que se requiere”, dijo Jenna Yuille, cuya madre de 54 años, Cindy Yuille, fue una de las dos personas que murieron en el tiroteo de Clackamas Town Center en las afueras de Portland, Oregon, en diciembre de 2012. “Es horrible, pero es parte de lo que se necesitará”.

Desde luego, muchas familias no quieren ser los rostros de nada. Quieren luchar en silencio, aunque sin paz.

Sin embargo, un número creciente de familiares que quieren que se refuercen las leyes de control de armas ha decidido aprovechar la plataforma que ofrecen los medios después de un tiroteo. Tom Mauser, un hombre que perdió a su hijo en el tiroteo de Columbine High School hace casi dos décadas, aún tiene una gran participación en las iniciativas a favor del control de armas en Colorado.

“Las personas que se ven afectadas personalmente se vuelven voluntarios de por vida”, dijo Robert Bowers Disney, vicepresidente de gestión de Brady Campaign. “Eso cambia fundamentalmente las vidas y las experiencias de la gente”.



yoselin

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