Trascendental

Mujer de principios

2018-03-08

Ante esta pregunta es posible que se turbe la mente, se agite el corazón y hasta se asuste...

Sheila Morataya-Fleishman


¿Qué es una mujer de principios?

Ante esta pregunta es posible que se turbe la mente, se agite el corazón y hasta se asuste el alma. Es difícil responderla porque nuestra época se caracteriza por la sobreabundancia de filosofías ligeras, porque está contaminada por religiones en las que el esfuerzo y el sacrificio están fuera del verdadero sentido de la vida, y los principios parecen no ser más que un estorbo. A ti y a mí nos ha tocado protagonizar una era en la que el éxito personal es ferozmente perseguido, anhelado y visto como la meta última del ser humano; por ello, hablar de principios es sumamente complejo, pues se trata de aspirar a llegar al núcleo específico que tienes tú como mujer: tu corazón.

Éxito femenino

¿Qué significa, en realidad, tener éxito como mujer? ¿Qué es el éxito para ti? ¿Aspiramos todas las mujeres a ello? ¿Vale la pena tener éxito a costa de cualquier precio? ¿Qué sentido tiene para tu vida tenerlo así, y hacia dónde te conducirá que lo tengas o no? Analiza por un momento, amiga, lo que significa ser una mujer de principios, que, aunque el mundo esté tan moderno, revuelto y desorbitado, es una aspiración, necesidad y anhelo que palpita en el corazón de muchas, miles, millones de mujeres jóvenes, maduras y aquellas mujeres que han alcanzado esa tan importante sabiduría humana. Si profundizas conmigo, advertirás y te darás cuenta de que:

Una mujer de principios se caracteriza por tener convicciones profundas, que no ceden ante la moda o presión de la sociedad en la que se mueve. Un ejemplo de la conducta de estas mujeres fueron las vidas de Juana de Arco, Teresa de Ávila, Drothy Grey, Edith Stein y, nuestra contemporánea, Teresa de Calcuta. Estas fueron mujeres que tuvieron como rasgo principal en su personalidad a la fe. Eran mujeres de oración y de temperamento recio cuando era necesario, mujeres profundamente enamoradas de su Dios y comprometidas con lo femenino.

En una mujer de principios sus convicciones son prácticas, es decir, que en su forma de ser no hay actitudes demasiado extraordinarias. Ella está en el mundo de una manera natural, como todos los demás, pero con un sentido de integridad diferente. Esto se ve, sobre todo, en la sencillez con la que se viste y la delicadeza en el trato que tiene para con los demás.

Una mujer de principios puede ser una gran líder, pero sin por eso masculinizarse. Sus convicciones son reales, las cree, las vive, por lo que las puede transmitir y enseñar a otros. Es decir, una mujer de principios sustenta su conducta por verdades con las que se puede de una manera segura conducir la propia vida, sin caer en idealismos o posturas falsas. Puedo mencionar aquí a Benazzir Butto, primera ministra de Pakistán. La mujer de principios es aquella que se ha dado cuenta de que vivir de una forma contemplativa en medio del mundo, para cristianizarlo, es absolutamente necesario. Vive dispuesta y comprometida a tener una existencia coherente, de acuerdo con sus ideas, pues es profundamente consciente de su razón de ser en el mundo: ayudar a muchas almas a alcanzar la eternidad. Una mujer admirable en este aspecto es nuestra contemporánea Jutta Burgaff experta en Teología de la Universidad de Navarra, y la cual ha sido invitada por el Santo Padre a disertar sobre el papel de la mujer en la familia.

Convicciones de verdad Tú, como mujer de principios, no sólo debes tener convicciones, sino también debes conocerlas y esforzarte por comprenderlas, comportándote de acuerdo con ellas: inspirada, motivada y empujada por ellas. Por lo tanto, tus decisiones, no deben ser inseguras, arrebatadas o emocionales, sino decisiones últimas, que nacen directamente de la fuerza de esas mismas convicciones. Si te planteas alguna convicción y luego sacas conclusiones, pero te quedas a la mitad del discurso de tu propia danza mental, entonces no eres una mujer de principios convencida, pues hay ambivalencia en tus decisiones. Un ejemplo muy claro es decir: me divorcio porque se acabó el amor. Luego, ¿a dónde queda la convicción con la que fundaste tu familia? Sí, aunque te parezca bastante duro, porque hacereso es como decir que el blanco parece negro o que el negro a veces parece blanco. Trata de meterle cabeza a esto.

Convicciones que perseveran

La mujer de principios no se detiene; no baja dos, tres, cuatro, cinco libras y cuando llega ahí dice: “¡Basta!, ya no me interesa seguir, ya no me importa tener 20 libras de más o 15 de menos, es más, ya no quiero que sean veinte las que tengo que perder. Tengo otra opinión, ahora van a ser 15, o tal vez siete y medio, quizás con cinco sea suficiente…”

Esto no es una mujer de principios, de voluntad, de convicción profunda, de una pieza. Si tú eres así, entonces no sabes ni quién eres, ni lo que quieres, ni lo que puedes sembrar o no en los corazones de otros. No has descubierto el verdadero sentido de un ser femenino en el mundo. Si pretendes ser una mujer de principios, no tendrás más remedio que llegar hasta las últimas consecuencias. Se trata de estar, en la medida de lo posible, constantemente sacando conclusiones, logrando respuestas, hasta llegar al final de lo que te has propuesto.

Los principios te llaman a esforzarte y a dar lo mejor de ti. Te gritan que el sacrificio que hagas hoy, dará su fruto en aquellos que en este momento estén a tu cuidado. A veces te parecerá tonto e ingenuo, pero es ahí en donde descubrirás si eres una mujer que conoce y vive su fe así como tus convicciones en el amor, la amistad y el trabajo.

Siempre Dios

Claro está que hay un momento en que una puede darse cuenta de que la última consecuencia de todo está prácticamente al principio de todo, es decir, está en Dios.

“En el principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios”, así comienza el prólogo del “Evangelio de San Juan”.

Verdaderamente, la idea que contienen estas palabras es maravillosa, o, mejor dicho, como para quedarse con la boca abierta: Dios es el Principio y el Fin; A y Z; la Primera y la Última palabra; los Principios y el Sentido último de la vida.

Hay un libro excelente que puede aclararte un poco más todo, es El hombre en busca de sentido, escrito por Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, tercera escuela de psicoterapia; un gran hombre, que fue sobreviviente de los campos de exterminio de Austria y cuya teoría está basada en que el hombre no es sólo biología y psiquismo, sino todavía más: espíritu. Lo espiritual amiga, es lo específicamente “humano” y es, en ese núcleo, donde descubres los valores y te decides a vivir una vida anclada en los principios, lo cual te lleva a ascender como persona. Si tienes un compromiso con Cristo, entonces desde ese núcleo trabajas para hacerte santa, vives la mortificación y el sacrificio. Todo, absolutamente todo lo arrojas al cielo.

Una mujer que reflexiona

La mujer de principios es la mujer que examina y reflexiona; que ha aprendido a pensar y a ponderar; la que piensa en los principios y trata de descubrir los valores con su inteligencia y corazón, que no los pierde de vista a lo largo de todo su vivir y actuar en el mundo. Esta mujer actúa así, porque está consciente de que todo lo que diga, haga o deje de hacer afectará a los que están inmediatos a ella, a los que están más allá de ella y a los que están fuera de ella. Valores y conducta van de la mano. Por esto mismo, la Madre Teresa de Calcuta alcanzó a hacer tanto por los más pobres de entre los pobres, por la fuerza de sus convicciones, por la claridad de las mismas, por su incuestionable amor a Cristo.

Lo que es, es La virginidad es…, la castidad es…, el matrimonio es…, Dios es…Tú estás llamada a llevar principios de amor al mundo y a sembrar los valores en el corazón de tus pequeños, aunque muchas veces te parezca que estás dando algo que se lo lleva la corriente, por la densidad del superficialismo que invade el mundo. El éxito, las modas, las casas lujosas, la frivolidad en las conversaciones, etc. Cuando eso te suceda, cuando dudes, pregúntate siempre: ¿por qué hago esto? ¿Qué sentido tiene para mí el hacerlo o dejar de hacerlo? ¿Qué dice de mí como mujer que permanece atenta? ¿Con quién pretendo quedar bien? Respóndete, y entonces decide.

Si tú eres una mujer de principios, razonas a partir de ellos, ponderas e interiorizas, resuelves en torno a ellos, sacas consecuencias, incluso lo que haces, todo lo que haces, lo comienzas a partir de tus principios, de tus propios valores. Eliges esposo a partir de tus principios (por esto es tan importante no dejarse apasionar, ni deslumbrarse a la primera; si lo haces, existe el peligro de que a la hora de las decisiones importantes vengan los conflictos entre valores y olvidándote de ellos te dejes llevar por el sentimentalismo), inicias un negocio con ellos presente, tienes amigos que comparten tus convicciones, aunque tu mente es universal; lees de acuerdo con un criterio recto y eliges qué tipos de programas de televisión verás siendo guiada por ellos. Lo mismo puede decirse de la ropa que te pones y de la forma en que decoras tu casa. Todo habla de lo que eres interiormente, lo quieras o no, pues los principios se manifiestan en todo lo que es exterior y conducta.

Convicciones y libertad

Como mujer de principios, que tiene claridad de ellos, no tienes que resolver conflictos entre tu libertad y Dios, ya que en todo momento sabes que ésta (la libertad) es un regalo que se te ha dado para conducirte siempre al bien. Comprenderás que la libertad se te da para realizar algo: tu vida, tu vocación, tu trabajo profesional. La libertad es maravillosa, porque es una invitación a seguir el principio del amor, de los valores universales y naturales, implícitos en el corazón de cada hombre. La libertad bien utilizada te lleva a humanizar el mundo, contribuyendo al levantamiento existencial de los hijos de Dios. Por lo tanto, como mujer de principios, que quiere cristianizar el mundo con su vida, deberás pensar bien si estás tomando decisiones o actuando de formas que te lleven siempre a la conquista de este bien y el buen uso de esa libertad.

Si ya eres madre, tus hijos deben ser testigos de que vives, lo que crees y enseñas.

El amor se enseña con paciencia, delicadeza y compasión en la mirada. El amor no grita, no maltrata, no minimiza. El amor está consciente de la dignidad de la persona humana que tienes a tu cargo, por eso ser madre es llevar a su fin más alto la educación de cada niño.

Mujer de principios es la que es y obra de modo racional, coherente; que sabe distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo. Procura hacer el bien y evitar el mal sin excepciones. Sin justificar acciones que quizá sean ventajosas, pero contrarias a los principios verdaderos.

Con lo anterior quiero decirte que, si buscas ser una mujer de principios, no adoptes una doble forma de ser o actuar, según le convenga a tus propósitos. Atiende a tu propia conciencia, ponte la mano al pecho y mira con frecuencia tu conducta, para descubrir errores, lo que también es descubrir verdades; así alcanzarás verdades cada vez más radicales.

Conocimiento propio

Ser una mujer de principios, es llegar a la raíz de tu mismo ser, en donde encontrarás los valores de tu existencia, es en esa raíz saturada del amor divino donde encontrarás a Dios y a ti misma, donde descubrirás que eres su hija. Encontrarse con Dios siempre implicará una revisión de tus propios principios, una reforma de tu conducta (es imposible tener una conversión sin cambios notables) y reencuentro con la verdad de nuestras enseñanzas católicas. Descubrir a Dios en tu vida y convencerte de que es y está en ella día a día, en lo ordinario, en la rutina, y no reservado sólo para los domingos o fiestas especiales, te llevará a tener un pensamiento radical de mujer, firme y tierno, recio y audaz; equilibrado y maduro.

La palabra “radical”viene de “raíz”, esos extremos de las plantas desde donde obtienen las sustancias nutricias indispensables para su desarrollo armónico. En este sentido, la mujer radical es aquella que va a la raíz de las cosas, de los sucesos, de su propio ser y de los diversos aconteceres. A la que no le interesa quedar bien con nadie que no sea la Iglesia, Jesucristo y su palabra.”El pensamiento radical es pues el pensamiento más profundo, más serio, más inteligente y también el más gozoso y pleno, porque es la radical superación de cualquier tipo de nihilismo, de indiferentismo, de aburrimiento, de pasotismo, de superficialismo, etcétera” (Antonio Orozco Desclos).

Hacia la raíz más honda

Es cierto que la mujer que piensa radicalmente —que llega hasta las raíces de las cosas— puede caer en el vicio del fanatismo, porque al obtener un conocimiento mucho más objetivo (sin apasionamientos) y verdadero de lo que son las cosas puede entrarle el orgullo, el afán y la testarudez de imponer su descubrimiento, por alguna especie de fuerza distinta a la de la misma verdad. Por lo cual, debes tener paciencia y acudir a la sabiduría, para poder comenzar un proceso de formación de la conciencia en los otros, sin llegar a imponerte de forma agresiva, pues los principios y valores no pueden imponerse, es necesario que se descubran por la inteligencia de cada uno y a través de las vivencias de tus propias experiencias. Sin duda alguna, la mujer que se atreve a llegar a la raíz de las cosas descubre con satisfacción al apóstol San Juan cuando, enseñado por Cristo e inspirado por el Espíritu Santo, escribió: “Dios es amor”. Aquí está la razón última de todo lo que acontece, incluso la refutación del pecado, el odio, la envidia, el rencor, las rivalidades y todas las demás barbaridades, que no proceden del amor, sino de la libertad de muchísimas mujeres, que se han deformado o han dejado deformar la inteligencia y la voluntad, virtudes que existen, porque el amor existe. Es, desde luego, un misterio, pero está ahí: innegable.

Profundizando

El fanatismo es un error posible en mujeres de principios, pero acabamos de ver que el error estriba en un pensamiento de insuficiente radicalidad: no se ha atendido al más radical de los principios: “Dios es amor”. Porque si me fijo en él, yo, por amor, debo defender ese principio, como realmente absoluto y como el único realmente absoluto, y pasar enseguida a las conclusiones más importantes: Dios crea por amor, Dios ama todas sus criaturas. Si pienso eso, saco la conclusión inevitable de que yo también debo amarlas. Si yo soy una mujer de principios, si soy coherente con mi principio radical, yo tendré que invitar a todo el mundo a que descubra el gran primer principio de todo ser y que ha de serlo de todo obrar. No puedo pasar de largo sobre esas consecuencias.

Es por esto importante no hablar por hablar, o tomar decisiones acaloradamente, pues el principio del amor estará siempre presente y vivo, latente en todo lo que tú hagas consciente o inconscientemente.

Todo está relacionado con este principio absoluto. Por tanto, aunque tú estés, como es lógico, aferrada a tu primer gran principio —Dios es amor—, si ves que otros no le aman, si ves incluso que muchos le odian, no tienes derecho a odiarles, juzgarlos o criticarlos porque Dios no los odia, critica y juzga. Dios los ama con un misterioso e infinito dolor. Por tanto, el radicalismo cristiano no tiene nada que ver con el fanatismo, a no ser como herejía. (Todo lo anterior adaptado de Antonio Orozco Desclos.)

Amor de mujer

Para la mujer cristiana, el Amor con mayúscula es el valor absoluto, incondicional e intraicionable, el ingrediente activo y principal sobre el cual gira tu vida y todo lo que haces o dejas de hacer. Todo está en relación con este valor o participa de la verdad y fuerza de este principio Absoluto. Por eso, ante el mal, tu corazón de mujer se duele, la compasión está presente activamente, el perdón se ejerce diariamente si es preciso. Tu ser femenino está más capacitado para esto.

Si como mujer te niegas a tener una conducta que viene desde el amor y va hacia el amor, entonces no podrás ser una mujer de encuentro, pues tenderás al egoísmo, que genera envidias, divisiones, impide el perdón o la disculpa. Cuando, por ejemplo, te irritas con tu esposo, y claramente se nota que él es el culpable en ese momento, puedes ejercitar puntualmente el principio del amor, pues, aun sabiendo que está equivocado, hay algo interior que te hace ceder, abrir la puerta a algo más grande y frondoso que lo humano-animal, el amor.

Este valor se vive desde tu dimensión poética o espiritual, pues sólo se puede ceder, perdonar y sacrificarse, apelando a la dimensión específica de humano: el espíritu como ya te lo he explicado anteriormente.

Si te quedas en lo emocional, en lo psíquico por supuesto, no perdonas, te vuelves egoísta y, en ti misma, decides no luchar, pues predomina más el orgullo. Si, por el contrario, te dejas gobernar conscientemente por el principio del amor, e incluso sabiendo que se te debe una disculpa y te sientes herida, cedes, lo haces porque decides seguir el encuentro con el otro, porque es tu convicción, porque es el valor que hay detrás para sostener tu decisión y decidido vivir, a esto se le llama autotrascendencia, que quiere decir ir más allá como mujer, esposa y madre. Nadie te lo impone, eres dueña de tu libertad. Es decir, lo haces porque a ti te da la gana hacerlo. Punto. No existe conflicto alguno entre autoestima y principio.

La falsedad del ateísmo

Hay verdad y verdad absoluta. La tuya y la mía es que Cristo vino expresamente para reivindicar nuestra dignidad perdida por el pecado. Vino para que tú y yo, metiéndonos en su vida contenida en las Sagradas Escrituras, lleguemos a la conclusión de que es todo lo que necesitamos saber para vivir una vida centrada en el amor. Esa verdad te invita a amar, a enseñar, a practicar, a donarte totalmente, porque esa es la voluntad del Padre y estás convencida de ello.

Jesús te dejó a Pedro, fundador de la Iglesia, para mantener vivos esos principios, tus principios, los principios que heredarán tus hijos. El principio del amor a su Iglesia, a Nuestro Santo Padre, la devoción a la Virgen y la comunión con los santos. Tu bautismo, amiga, te llama a todo ello y te da ese derecho.

Es hermoso ser mujer y descubrir esa capacidad innata que tenemos para llevar el amor, para ser mujeres valientes. El don de la vida humana es eso, un verdadero regalo. Tú estás llamada a hacerte un enorme regalo para el mundo. Tú tendrás muchos sueños, pero ten presente siempre que tus sueños han existido mucho antes en la mente de Aquel que por Amor te creó. La semilla de la bondad, como diría Edith Stein, filósofa y mártir de nuestra Iglesia, está en tu corazón y en el mío. Por eso debes luchar por descubrir los valores y así enseñar a los que vienen el arte de llegar a convertirse en una mujer y hombre de principios. Tal y como lo hicieron Juana y Catalina, Martha y María, Teresa de Ávila y Teresita del Niño Jesús. Tal como lo hizo en nuestro hoy la Beata Teresa de Calcuta.



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