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Egipto, cuatro años de obsesión por el desarrollismo económico y la seguridad

2018-03-21

A pesar de que sus expectativas no se han cumplido, Al Sisi ha seguido sacando pecho de esta y del...

Jorge Fuentelsaz

El Cairo, 21 mar (EFE).- Recién alcanzada la presidencia egipcia, Abdelfatah al Sisi anunció su intención de ampliar el canal de Suez, una obra faraónica culminada en tiempo récord y que se convirtió en el sello de su era, caracterizada por el desarrollismo, la participación del Ejército en la economía y la obsesión por la seguridad.

El megaproyecto del canal de Suez, anunciado en junio de 2014 e inaugurado en agosto de 2015, acabó superando los 7,200 millones de dólares, según reconoció el pasado sábado Al Sisi, doblando casi el valor del plan inicial, cifrado en cuatro mil millones.

A pesar de que sus expectativas no se han cumplido, Al Sisi ha seguido sacando pecho de esta y del resto de las iniciativas faraónicas que han marcado su mandato, como la nueva capital administrativa, los cuatro túneles para cruzar el canal, o la construcción de gigantescos proyectos agrícolas o energéticos.

"En menos de cuatro años hemos logrado realizar 11,000 proyectos en todo Egipto, con una media de tres diarios, una cifra récord sin parangón en ningún país en desarrollo", dijo el pasado enero Al Sisi durante una serie de conferencias en las que hizo balance de su mandato.

Estos proyectos han tenido un coste, según el presidente, de dos billones de libras egipcias, unos 100,000 millones de euros.

Entre ellos destacó el desarrollo de medio millón de hectáreas para la agricultura, el establecimiento de 20,000 invernaderos o la construcción de 16,800 hectáreas de piscifactorías.

Para el experto egipcio Amr Adly, durante el mandato de Al Sisi, "la adopción del programa económico del Fondo Monetario Internacional (FMI) en noviembre de 2016 (acompañado de créditos de 12,000 millones de dólares en tres años) supuso un punto de inflexión en la política económica egipcia".

Adly explica a Efe como hasta entonces Egipto se había apoyado en las ayudas de los países del golfo Pérsico "para intentar sacar a la economía del estancamiento a través de los grandes proyectos".

Sin embargo, el fracaso de esta política y la falta de capital de inversión provocó "que el déficit presupuestario se situara en torno a los 10,000 millones de dólares anuales, lo que desembocó en la firma del acuerdo con el FMI".

Esto allanó también el camino para estabilizar los indicadores macroeconómicos y lograr créditos con "mejores condiciones en el mercado internacional", pero supuso la entrega al FMI del timón "de las políticas económicas, monetarias y comerciales", así como que la deuda exterior egipcia pasara de 48,000 millones de dólares en 2015 a más de 80,000 millones en 2018, explica Adly.

El programa del FMI fue acompañado de la inmediata depreciación de la libra egipcia, que perdió la mitad de su valor, así como de la creación de nuevos impuestos y la supresión de las subvenciones a los combustibles, agua y electricidad.

Si bien, la libre fluctuación de la moneda permitió al Banco Central aumentar la reserva de divisas hasta los 42,500 millones de dólares, frente a los 16,000 millones anteriores, junto al resto de medidas provocó una inflación que llegó a situarse en el 30 por ciento.

Para el ciudadano de a pie esta política se ha traducido en una drástica pérdida del nivel adquisitivo, compensada únicamente con las promesas de Al Sisi, que una y otra vez pide paciencia a los egipcios para ver el resultado de sus políticas.

En su estrategia, Al Sisi se ha valido del Ejército, que ha supervisado muchos de estos megaproyectos, subcontratando obras a empresas nacionales e internacionales y saltándose las trabas burocráticas.

Un política que incluso su único contrincante en las elecciones del próximo lunes, el político Musa Mustafa Musa, considera como la mejor opción en estos momentos, aunque lo desaconseja a largo plazo.

Más allá de la economía, la otra obsesión del presidente ha sido su lucha contra lo que considera "las fuerzas del mal", a su cabeza la agrupación de los Hermanos Musulmanes, prohibida tras el golpe de Estado de 2013 encabezado por Al Sisi, y la filial del yihadista Estado Islámico en la península del Sinaí, contra quien mantiene una guerra sin cuartel desde hace cuatro años.

Este conflicto, defendido desde todos los estrados del Estado y desde los medios de comunicación afines, que son prácticamente todos, le ha servido también para justificar el lanzamiento de una sistemática represión contra toda la oposición, sin importar su filiación política.

Poner en duda cualquiera de sus políticas y, en especial, el papel cada vez más protagonista del Ejército en la economía se ha convertido casi en sinónimo de atacar al Estado o de participar en las supuestas "conspiraciones" que pretenden hundir el país. 


 



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