Vuelta al Mundo

Al Sisi, el presidente que mandó callar

2018-03-21

"Veremos a ver a quién ayuda Dios, porque Dios ayuda a la gente buena y no a la gente...

Jorge Fuentelsaz | EFE

Militar de carrera, Abdelfatah al Sisi, elegido presidente en 2014 tras encabezar en julio de 2013 un golpe de Estado que derrocó al islamista Muhamed Mursi, ha impuesto el silencio de toda voz crítica y un discurso maniqueo en el que se presenta como el único garante de la supervivencia de Egipto.

A través de sus declaraciones públicas, la mayoría en árabe coloquial, quien fuera ministro de Defensa con Mursi, ha ido forjado un estilo propio inseparable ya de su imagen.

Las intervenciones pausadas del que llegó a ser nombrado mariscal del Ejercito están plagadas de razonamientos inacabados y frases muchas veces interrumpidas, salpicadas con retazos de humor, que frecuentemente son blanco del sarcasmo de sus escasos detractores en público que, sin embargo, en las redes sociales son legión.

A través de ellas, Al Sisi, de 63 años, ha ido fraguando una realidad maniquea en la que solo caben "las fuerzas del bien", representadas por él, frente a las "fuerzas del mal" en las que entran desde el grupo islamista de los Hermanos Musulmanes, hasta Turquía, Catar o cualquier persona, entidad o país que no comulgue con sus políticas.

"No escuchéis lo que dicen otros. Escuchadme solamente a mí, ya que yo no soy un hombre que miente y le da la vuelta a las cosas, solo velo por el interés mi país", dijo Al Sisi el 24 de febrero de 2016, en un discurso premonitorio en el que también pidió a quienes no compartían su política que se callaran, marcando una de las líneas de actuación del Gobierno, el Parlamento y la Administración.

Su imagen de creyente pío, condensada en el cayo que luce en su frente - considerado un símbolo de religiosidad en Egipto-, se deja también traslucir en sus discursos, en los que no ha dudado en asegurar que dios está con él y con las fuerzas del bien.

"Veremos a ver a quién ayuda Dios, porque Dios ayuda a la gente buena y no a la gente malvada", dijo el 24 de noviembre, durante un discurso en el que prometió una "venganza brutal" contra los asesinos de 305 personas en un ataque armado contra una mezquita en la península del Sinaí.

Los periódicos y televisiones egipcias que, en el periodo posterior a las revueltas de 2011, se convirtieron en la punta de lanza de las críticas más afiladas contra los políticos del antiguo régimen y más tarde contra el efímero mandato de Mursi (2012-2013), se han convertido durante su presidencia en dóciles altavoces de la nueva doctrina del Estado.

En su obsesión por controlar la información, coincidiendo con la última campaña militar en el Sinaí, donde una filial del grupo terrorista Estado Islámico planta cara al Ejército egipcio, las autoridades advirtieron a los medios de que solo se pueden hacer eco de informaciones publicadas por el Ejército y el Ministerio de Interior.

Incluso hicieron hincapié en que no se difundiera "información alguna o declaración transmitida por fuentes privadas, bien informadas o (difundida) por otros Ministerios".

En sus decenas de actos inaugurales de nuevas ciudades faraónicas, proyectos agrícolas y piscifactorías o durante su participación en todo tipo de ceremonias militares, especialmente de graduación y congresos civiles, sobre todo los dedicados a los jóvenes, Al Sisi ha impuesto también su propio estilo de dirigirse a los egipcios.

Sentado en el centro de la primera fila, flanqueado por ramos de flores y por el ministro de Defensa y algún miembro de su Gobierno, Al Sisi toma el micrófono para hacer comentarios sobre las intervenciones de los ponentes o se arranca sin previo aviso a hacer anuncios institucionales y comentarios sobre la actualidad política nacional.

De espaldas siempre a los presentes, ha anunciado nuevos proyectos o aumentos de precios, ha amenazado a sus oponentes políticos y a los medios de comunicación e, incluso, recientemente, dejó clara su posición sobre la conocida como revolución del 25 de enero de 2011, que forzó la salida del entonces presidente egipcio Hosni Mubarak tras 18 días de protestas populares.

"Si los malvados continúan manipulando la seguridad de Egipto, pedirán a los egipcios que bajen a la calle de nuevo", dijo Al Sisi en una intervención a su más puro estilo el pasado 31 de enero, antes de advertir de que si esto llegara a ocurrir "habrá otras medidas contra cualquiera que piense que puede manipular la seguridad del país".

Al Sisi, de cuya victoria electoral el próximo día 26 nadie duda, también suele encontrar un hueco en sus intervenciones para sincerarse con los egipcios.

Admite que es consciente de los padecimientos de los ciudadanos como consecuencia de la crisis económica y les pide, una y otra vez, paciencia, para que puedan ver el resultado de otra de las características que lo han distinguido, su obsesión por los megaproyectos económicos, como la ampliación del canal de Suez o la creación de una nueva capital administrativa. 



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México